—¿Estás seguro de que sabes cómo usar esta cosa? —pregunté, mirando el telescopio.
José me disparó una mirada sobre su hombro. — ¿Qué? ¿Tú no?
—Nop.
— ¿No estabas poniendo atención en clases cuando Drage habló sobre esto y las cámaras de imagen?
Crucé los brazos. —Tú estabas dibujando el elenco de Duck Dynasty cuando él hablaba sobre eso.
Se rió mientras se volvía hacia el telescopio y comenzó a ajustar las perillas y botones y otras cosas que yo no podía recordar.
—Estaba escuchando.
—Uh-huh. —Me acerqué, usando su cuerpo como un escudo contra el viento fresco que batía por el techo del Centro Byrd—. En realidad eres un artista muy bueno.
—Lo sé.
Rodé mis ojos, pero él en verdad lo era. Los bocetos eran perturbadoramente realistas, justo debajo de las barbas.
Se agachó, moviendo una palanca. —He usado un telescopio una o dos veces en mi vida.
—Eso es desatinado.
—De acuerdo. Lo usé cuando tuve clase previamente —se corrigió, dándome una rápida sonrisa mientras se enderezaba. Inclinando su cabeza hacia atrás, revisó el cielo oscuro—. Hombre, no sé si seremos capaces de conseguir mucho antes de que esas nubes se acerquen.
Siguiendo su mirada, hice una mueca. Nubes intensas y tumultuosas oscurecían la mayor parte del cielo nocturno. Había un ambiente húmedo en el aire, un olor a lluvia. —Bueno, es mejor darnos prisa entonces.
—Mandona —murmuró.
Sonreí.
—Ven aquí y te enseñaré cómo usar esto. —Dio un paso atrás, y con un suspiro, tomé su lugar—. ¿Vas a poner atención?
—No realmente —admití.
—Al menos eres honesta. —José se inclinó a mí alrededor, poniendo sus dedos en el telescopio. Su brazo rozaba el mío, y no me importaba. Él realmente estaba bloqueando el viento ahora—. Este es Philips ToUcam Pro II. —Señaló a la cosa plateada que me recordaba una cámara web—. Se conecta al telescopio. Con estos ajustes deberías ser capaz de tener una clara imagen de Saturno. Presiona esto y capturará una imagen.
—De acuerdo. —Peiné mi cabello hacia atrás—. No creo que se suponga que debamos conseguir una imagen de Saturno.
—Huh. —Se detuvo—. Oye.
— ¿Oye qué?
—Sal conmigo.
—Cállate. —Sonriendo, me incliné hacia delante, presionando mi ojo al telescopio. Y todo lo que vi era completamente negro. La astronomía me odiaba—. No veo nada.
—Eso es porque no he quitado el lente. —José se río.
Tiré de mi codo hacia atrás. Se conectó con su estómago, lo cual era equivalente a golpear una pared. —Imbécil.
Aun riendo, se estiró para alcanzar el lente. José podría haberse movido, porque yo estaba en su camino, pero no lo hizo. Su frente entero empujó contra mi espalda, y me quedé quieta, cerrando mis ojos.
—¿Qué? —preguntó.
—Habría sido más fácil para ti sólo ir al otro lado y hacer eso — señalé.
—Cierto. —Bajó la cabeza para que sus labios estuvieran al lado de mi oreja—. Pero, ¿qué diversión tendría eso?
Un escalofrío corrió por mis hombros en mi contra. —Ve a divertirte tú solo.
—Bueno, eso realmente no es divertido —dijo—. Trata de nuevo.
Tomando una respiración profunda, presioné mi ojo de nuevo y maldita sea, lo vi. El planeta estaba un poco borroso, pero el débil tono café era visible, al igual que los anillos. —Guau.
—¿Lo ves?
Me aparté. —Sí, eso es muy genial. Nunca había visto un planeta en la vida real. Quiero decir, tomar el tiempo para hacerlo. Es genial.
—Yo también lo creo. —Miró lejos cuando cogió un mechón de mi cabello, quitándolo de mi cara—. ¿Qué se supone que debemos estar mirando?
—Sagitario y luego la constelación de la Tetera y su humo, lo que sea...
Una enorme y fría gota de lluvia salpicó mi frente. Salté hacia atrás, golpeando a José. —Oh mierda.
Otra enorme gota de lluvia golpeó mi nariz y chillé. Mis ojos encontraron los de José. Maldijo y tomó mi mano. Comenzamos a correr por el techo, nuestros zapatos resbalando en la superficie mojada. Casi habíamos llegado a la puerta cuando el cielo se abrió y lluvia fría caía, mojándonos en segundos.
Él soltó una carcajada mientras yo gritaba. —Oh Dios mío —grité—. Es tan malditamente frío.
Deteniéndose abruptamente, se volvió y tiró de mí contra él. Mis ojos se abrieron cuando estaba de repente e inesperadamente sonrojada contra su duro pecho. Mi cabeza se alzó y nuestras miradas se encontraron. La lluvia corría sobre nosotros, pero en un segundo, no sentí nada.
Sonrió. Esa fue su única advertencia.
Pasando un brazo alrededor de mí cintura, lo metió y me levantó, poniéndome por encima de su hombro. Grité de nuevo, pero el sonido se perdió en su risa.
—Estabas corriendo muy lento —gritó a través de la lluvia.
Agarré la parte posterior de su sudadera. —Bájame, hijo de...
— ¡Espera! —Riendo, corrió hacia la puerta, su brazo sujetando mis caderas, sosteniéndome en mi lugar.
Un par de veces se resbaló en los charcos que se formaban, y mi corazón se cayó. Fácilmente pude ver mi cráneo quebrándose. Cada paso me asustaba, causando pequeños gruñidos que escapaban en medio de mis continuas amenazas de hacerle daño físico.
Él las ignoraba o sólo se reía.
José patinó hasta detenerse y abrió la puerta. Agachándose, entró en el seco y ligeramente cálido descanso de las escaleras. Aún riéndose, agarró mis caderas. Estaba preparada para ir sobre él al momento en que me dejara ir, pero mientras me bajaba a mis pies, mi cuerpo se deslizó por el suyo, centímetro a centímetro. Debió haber sido nuestra ropa mojada, porque la fricción que se produjo causó que el aire se saliera de mis pulmones.
Sus manos aún estaban en mis caderas, el toque ardiente a través de mis vaqueros. Y me miraba fijamente, el color de sus ojos se oscureció en un azul profundo e intenso que era apasionante y devastador. Esos labios suyos perfectamente formados se abrieron y su cálido aliento, era ligeramente mentolado.
Mi frente entero estaba presionado contra el suyo. La sensación explotó en varias partes de mi cuerpo; profundo en mi estómago, mis músculos se enrollaron, las puntas de mis pechos se apretaron, y mis muslos cosquillearon. Mis manos estaban presionadas en su pecho y no estaba segura de cómo pasó eso. No recordaba haberlas puesto allí, pero allí estaban. Y su corazón latía contra mi palma, un golpe constante que igualaba el mío.
Una mano se deslizó a mi lado, dejando detrás un subidón de escalofríos desconocido. Respiré entrecortadamente cuando sus dedos se arrastraron por mi mejilla, colocando los mechones de cabello mojado detrás de mí oreja.
—Estás mojada —dijo, su voz más profunda de lo normal.
Con la boca seca, tragué. —Tú también.
Su mano se quedó, dedos extendidos así que su pulgar estaba contra mi mejilla. Hizo pequeños y despreocupados círculos en mi piel. — Creo que vamos a tener que intentar esto otra noche.
—Sí —susurré, luchando contra el impulso de cerrar mis ojos y apoyarme en su toque.
—Tal vez debimos haber revisado el clima primero —dijo José, y tuve que sonreír ante eso.
Luego se movió sólo una fracción de pulgada. Un ligero movimiento que de alguna manera nos trajo aún más cerca, cadera con cadera. Un estremecimiento sacudió su camino por mi espalda. La consciencia de mi cuerpo y el suyo, todo era abrumador. Estaba respondiendo a él de una manera instintiva, de una manera a la que no estaba para nada acostumbrada.
Mi cuerpo sabía qué hacer, lo que quería, a pesar de que mi cerebro disparaba tantas advertencias, me sentía como Seguridad Nacional durante un Código Rojo. Me eché hacia atrás, rompiendo el contacto. Mi respiración entraba y salía en ráfagas cortas mientras seguía dando marcha atrás, golpeando la pared detrás de mí. Mojada, con la ropa fría y estaba demasiado caliente. Quemándome. Mi voz sonaba extraña cuando hablé—: Creo que... deberíamos terminar por hoy.
José se inclinó hacia atrás, apoyando su cabeza contra la pared de enfrente, con las piernas ligeramente separadas. Todo en él parecía tenso y tirante. —Sí, deberíamos.
Ninguno de los dos se movió durante un minuto, y cuando lo hicimos, fue en silencio mientras nos dirigíamos hacia abajo y hacia su camioneta. Lo que sea que había pasado entre nosotros se quedó en un silencio tajante y para cuando llegamos a nuestro edificio, la ansiedad se había apilado en la boca de mi estómago, borrando los pocos momentos en el descanso de la escalera, cuando había sido nada más que sensación en lugar de pensamiento.
Con los músculos tensos, me bajé de su camioneta y corrí bajo el toldo de nuestro edificio. José estaba detrás de mí, sacudiéndose la lluvia fuera de su cabello. Rondé en la parte inferior de las escaleras, con los dedos girando alrededor de mis llaves. Necesitaba decir algo. Necesitaba de alguna manera hacer que todo esto desapareciera, porque no quería que nuestra amistad fuera tensa o que cambiara.
Lo descubrí entonces y un movimiento sinuoso empezó en mi estómago. No quería perder a José.
En el último mes y semanas, se había convertido en una parte intrínseca de mi vida, metiéndose él mismo dentro de cada uno de mis días, si las cosas iban a cambiar...
Pero no sabía qué decir, porque no sabía qué había pasado en las escaleras. Mi corazón latía a un ritmo escalofriante mientras dio un paso y luego se detuvo, volviéndose hacia mí.
—Sal conmigo —pidió, pasándose una mano por su cabello mojado, empujándolo fuera de su rostro.
—No —susurré.
Y luego el hoyuelo apareció en su mejilla, solté la respiración que estaba aguantando. Comenzó a subir las escaleras. —Siempre hay un mañana.
Lo seguí. —Mañana no va a cambiar nada.
—Ya veremos.
—No hay nada que ver. Estás perdiendo el tiempo.
—Cuando se trata de ti, nunca es una pérdida de tiempo — respondió.
Dado que su espalda estaba ante mí, no vio mi sonrisa. Me relajé. Me calenté. Las cosas eran normales de nuevo y con José, todo estaría bien.
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Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.
عاطفيةAlgunas cosas valen la pena esperar... Viajando miles de kilómetros de su casa para entrar a la universidad es la única manera para ___ ___(TA), de diecinueve años, para escapar de lo que sucedió en la fiesta de Halloween hace cinco años, un acontec...