Capítulo 25

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No fui a clase de astronomía el lunes ni el martes. No me atrevía a enfrentar a José. No después de haber visto la mirada en su rostro cuando se dio cuenta de dónde provenía la cicatriz de mi muñeca. No después de tener que fingir que todo estaba bien frente a sus padres, antes de irnos. A pesar de que sólo les había conocido durante un corto periodo, pensaba que eran maravillosos y odiaba el hecho de saber que la posibilidad de volver a verlos de nuevo era baja. No después del tenso e interminable viaje a casa del viernes por la mañana, o después de que José me siguiera hasta mi apartamento tratando de hablar conmigo.

Y definitivamente, no después de que tratara de venir el domingo por la mañana con huevos y yo no le abriera la puerta.

Pasé la mayor parte del fin de semana en la cama, con los ojos demasiado doloridos por la interminable fiesta de sollozos. Había evitado mi teléfono. Sophia envió un mensaje. Lucas envió un mensaje. José había enviado un mensaje de texto.

José también había tratado de pasar la noche del domingo, así como la del lunes y la del martes. Cada vez que lo hizo fue como un puñetazo en el estómago. Simplemente no podía enfrentarlo, porque esa mirada en su rostro había sido tan mala como la de mi madre.

Había sido unos cinco meses después de la fiesta de Halloween, cuando había decidido que no podía soportarlo más. La avalancha de correos electrónicos, mensajes de texto, llamadas telefónicas y mensajes de Facebook, habían sido malas, pero en la escuela, ¿en la vida real? En los pasillos, los baños, la cafetería, y las salas de clases, la gente no sólo susurraba acerca de lo que habían escuchado que sucedió cuando Blaine y yo fuimos a su habitación. Hablaban abiertamente de ello frente a mí.

Me llamaban cada combinación de puta mentirosa que se les podía ocurrir. Los profesores no lo detuvieron, tampoco el personal. Así que yo y ese marco de pintura que solía mantener la foto de mí y mi mejor amiga, la misma chica que me había llamado puta ese mismo día en el salón lleno de gente en la escuela, habíamos sido amistosos. Mis padres casi no podían mirarme antes de que me cortara la muñeca, pero ¿después? En el cuarto del hospital, mamá lo había perdido. Por primera vez en, como siempre, ella lo había perdido. Había irrumpido en el cuarto privado, papá detrás de ella. Su fuerte mirada se disparó desde mi rostro hasta mi muñeca vendada.

Golpes de pánico habían cruzado sus tan perfectas facciones, y pensé que finalmente iba a tirar de mí hacia sus brazos y a decirme que todo iba a estar bien, que íbamos a salir de esto juntas.

Esa mirada de dolor que había cedido pasó a la desilusión, a la compasión y a la ira.

—Cómo te atreves a avergonzarte a ti misma y a tu familia así, _____. ¿Qué se supone que voy a decirle a la gente cuando se den cuenta de esto? —Había dicho mamá, y su voz había temblado mientras luchaba por mantener la calma en el cuarto del hospital, pero perdió el control. Las siguientes palabras fueron un grito—. Después de todo lo demás, ¿vas y haces esto? ¿No nos has puesto a prueba lo suficiente? ¿Qué está mal contigo, _____? ¿Qué, en nombre de Dios, está mal contigo?

Las enfermeras habían arrastrado a mamá fuera de la habitación.

Curiosamente, lo que recordaba de esa noche había sido la breve mirada de pánico en su rostro y cómo había creído erróneamente que había estado ahí porque se preocupaba por mí.

Esa mirada golpeada había estado en el rostro de José, y quería ser alguien más, porque sabía que esa mirada golpeada se volvería eventualmente en algo más, en desilusión, en compasión y en ira.

Y no podía soportar ver lo que sucedería con José.

Haría cualquier cosa para evitar eso, incluso si significaba tomar medidas drásticas. En algún lugar, entre la noche del martes y la mañana del miércoles, me había hecho a la idea del estado recurrente de mi vida.

Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora