Me senté, bostezando mientras empujaba mi cabello fuera de la cara. —Lo siento.No tenía la intención de quedarme dormida en ti.
Me miró, la expresión ilegible. La inquietud se agitó como un pozo de víborasen mi estómago. Tenía la mandíbula tan apretada que me preguntaba si iba aromper sus molares.
— ¿Está todo bien? —le pregunté.
Pepe exhaló suavemente mientras miraba la mesa de café. —Te llegó un mensajemientras dormías.
Mi mirada siguió la suya, aterrizando en mi celular. Al principio no vi que erala gran cosa, pero luego la ansiedad aumentó como una tormenta moviéndoserápidamente. Despierta, me empujé hacia adelante y agarré el teléfono. Al tocarla pantalla, mi corazón dio un vuelco.
"Eres una puta mentira. ¿Cómo puedes vivir contigo misma?"
Aspiré una respiración, pero se atascó. Me quedé mirando el mensaje, deseandoque simplemente desaparezca de la existencia.
—Destelló en la pantalla cuando llegó —dijo.
Con las manos temblorosas, borré el mensaje y solté el teléfono. Dolor y unaola de ira irracional rodó a través de mí. Estas dos emociones se sintieronmejor que el pánico mortal. — ¿Miraste el mensaje?
—No es como si lo hubiera hecho a propósito. —Se inclinó hacia delante, con lasmanos extendidas sobre sus rodillas—. Estaba allí mismo, en tu pantalla.
— ¡ Pero no tenías que mirar! —acusé, retrocediendo en el sofá.
Los ojos de Pepe se estrecharon. —_____, no fui a escondidas a través de tuscosas. El maldito texto llegó. Miré antes de que pudiera detenerme. Tal vez fueun error.
— ¡ Fue un error!
—Está bien. Fue un error. Lo siento. —Dejó escapar una respiración profunda—.Pero eso no cambia el hecho de que vi ese mensaje.
Me encontraba congelada, de pie en medio de mi sala de estar. Esto estaba muymalditamente cerca de que mi peor temor se haga realidad. Que él averiguara loque sucedió se mantenía en primer lugar, pero esto estaba justo por detrás yera igual de horrible.
—_____ —dijo en voz baja, con cuidado. En ese momento, me di cuenta que no sehabía enojado conmigo. Ni en lo más mínimo, ni siquiera después de que le gritépor ver el miserable mensaje. De alguna manera esto era peor que él estandoenojado conmigo—. ¿Por qué recibiste un mensaje como ese?
Mi corazón se lanzó contra mis costillas dolorosamente. —No lo sé.
Una mirada dudosa cruzó su rostro.
—No lo sé —dije de nuevo, aferrándome a esa mentira con todo lo que teníadentro de mí—. De vez en cuando me llega un mensaje como ese, pero no sé porqué. Creo que es un número equivocado o ese tipo de cosas.
Pepe se me quedó mirando. — ¿No sabes de quién es?
—No. —Y eso era verdad—. Dice número desconocido. Tú viste eso.
Sus hombros se tensaron en ese entonces y luego apretó las rodillas. Varios segundospasaron mientras mi pulso latía con fuerza.
—Lo siento por haberme vuelto loca contigo —añadí rápidamente—. Simplemente mesorprendió. Estaba dormida y me desperté y me di cuenta de que algo andaba mal.Entonces pensé... No sé lo que pensé, pero lo siento.
—Deja de pedir perdón, _____. —Se deslizó hasta el borde del sofá—. No necesitoescuchar que lo sientes. Quiero que seas honesta conmigo, cariño. Eso es todolo que quiero. Si estás recibiendo mensajes como ese, necesito saber acerca deeso.
— ¿Por qué?
Sus cejas oscuras se fruncieron. — ¡ Porque soy tu novio y me importa sialguien te llama puta!
Me estremecí.
Pepe miró hacia otro lado, el pecho subiendo. — ¿Honestamente? Me molesta,incluso si se trata de un mensaje accidental. Nadie debería estar enviándotetoda esa mierda. —Su mirada se posó en mí otra vez. Una eternidad se desplegóentre nosotros—. Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿no? No voy a juzgarte nia enojarme.
—Lo sé. —Mi voz sonó pequeña para mis propios oídos y odié eso. Dije más fuerte—:Lo sé.
Sus ojos se encontraron con los míos. —Y confías en mí, ¿verdad?
—Sí. Por supuesto que sí. —No vacilé.
Una vez más, estuvo esa pausa que me tenía asumiendo lo peor. — Mierda —casigruñó, y mi corazón se hundió. ¿Lo sabía? ¿En qué pensaba? La verdad, todo,subió a la punta de mi lengua, y luego cerré los ojos—. No he sidocompletamente honesto contigo.
— ¿Qué? —Eso era lo último que esperaba que dijera.
Frotó la palma de la mano a lo largo de su mandíbula. —Te digo que debesconfiar en mí y que me puedes decir lo que sea, pero no estoy haciendo lomismo. Y eventualmente te vas a enterar.
Guau. Olvídate el mensaje de texto. Olvídate de decir cualquier cosa. ¿Quédemonios pasaba? Casi entumecida, corrí alrededor de la mesa de café y me sentéa unos metros de él en el sofá. — ¿De qué estás hablando, Pepe?
Levantando la cabeza, me atravesó con tal mirada atormentada que hizo a mipecho doler. — ¿Recuerdas cuando te dije que todos tenemos mierda en nuestropasado de la que no estamos orgullosos?
—Sí.
—Puedo decirlo por experiencia propia. Sólo unas pocas personas saben acerca deesto —dijo, y de repente pensé en el día en que había quedado trastornado con Robertoy luego en la fiesta cuando se había ido detrás de ese tipo. Parecía que habíaalgo que Jase había estado diciendo sin realmente decirlo—. Y es la última cosaque quisiera decirte.
—Puedes decirme —le aseguré, y sí, me sentía como una idiota considerando todolo que yo no le estaba diciendo. Empujé esos pensamientos, centrándome en Pepe—.En serio, puedes hablar conmigo. Por favor.
Vaciló. —Debería estar graduándome este año, junto con Roberto, pero no loestoy.
—Recuerdo que me dijiste que tuviste que tomarte un poco de tiempo libre.
Pepe asintió. —Fue en segundo año. No había estado en casa mucho durante elverano porque ayudaba al entrenador de un campamento de fútbol en Maryland,pero cada vez que iba a casa, mi hermana... actuaba diferente. No podíaaveriguar por qué, pero se veía súper nerviosa y cuando estaba en casa, pasabatodo su tiempo en su habitación. Y al parecer estaba poco en casa de acuerdo amis padres.
Mi estómago se hundió mientras cruzaba las piernas. Tenía la esperanza de queestaba equivocaba y no sabía hacia dónde se dirigía.
—Mi hermana, siempre ha tenido este corazón sensible, ya sabes. Recogiendoanimales vagabundos y personas, especialmente los chicos callejeros. Inclusocuando era una pequeña cosa, siempre se hacía amiga con el chico menos popularen la clase. —Sus labios se curvaron hacia arriba en las esquinas—. Conoció aeste chico. Era uno o dos años mayor que ella y supongo que su relación eraseria, tan seria como lo puede ser cuando tienes dieciséis años. Me encontrécon el chico una vez. No me gustó. Y no tenía nada que ver con el hecho de quetrataba de llegar a mi hermanita. Había algo en él que no me gustaba.
Pepe deslizó sus manos hacia abajo por sus mejillas y luego las dejó caer entresus rodillas. —Yo había ido a casa durante las vacaciones de Acción de Graciasy estaba en la cocina. Patricia estaba allí y nos molestábamos entre sí. Meempujó y la empujé de regreso, en el brazo. Ni siquiera fuerte y gritó como sila hubiera lastimado seriamente. Al principio pensé que sólo estaba siendotonta, pero había lágrimas en sus ojos. Fingió que no pasó nada y me olvidé deello por la noche, pero en la mañana de Acción de Gracias, mamá entrósorprendiéndola en una toalla y la vio.
Contuve la respiración.
—Mi hermana... estaba cubierta de moretones. Arriba y abajo de los brazos, enlas piernas. —Cerró sus manos en puños—. Dijo que era del baile, pero todossabíamos que no podías golpearte de ese modo bailando. Le tomó casi toda lamañana sacarle la verdad.
— ¿Fue su novio? —Me acordé de la conversación en la mesa y el repentinointerés de Pepe de con quién ella hablaba tuvo sentido.
Un músculo apareció en su mandíbula mientras asentía. —Ese pequeño jodido lahabía estado golpeando. Era inteligente al respecto, haciéndolo en lugares queno eran tan fácilmente perceptibles. Ella se quedó a su lado. No sabía por qué alprincipio. Finalmente descubrí que le tenía mucho miedo para romper.
Pepe se paró de repente, y mi mirada lo siguió. Se acercó a la ventana,apartando las cortinas. —Quién sabe cuánto tiempo habría continuado si mamá nohubiera entrado cuando lo hizo. ¿Patricia finalmente le habría dicho a alguien?¿O ese bastardo seguiría golpeándola y una noche la mataría?
La emoción se arrastró hasta mi garganta mientras me sorbía el labio inferiorentre los dientes.
—Dios, estaba tan enojado, _____. Quería matar al jodido. Estaba golpeando a mihermana y mi papá quería llamar a la policía, ¿pero que iban a hacer realmente?Los dos eran menores de edad. Le darían una reprimenda y que consiguieraasesoramiento, o lo que sea. Y eso es una mierda. No estaba de acuerdo con eso.Salí la noche de Acción de Gracias y lo encontré. No tardé mucho, el malditopueblo pequeño y todo eso. Llamé a su puerta y salió. Le dije que ya no podíaestar alrededor de mi hermana ¿y sabes lo que hizo el pequeño vándalo?
— ¿Qué? —susurré.
—Me enfrentó, inflando su maldito pecho hacia mí. Me dijo que iba a hacer loque sea que quisiera. —Pepe soltó una risa rápida y dura—. Lo perdí. Enfadadoni siquiera es la palabra adecuada. Estaba enfurecido. Le pegué y no me detuve.—Se dio la vuelta, pero no me miraba realmente—. No dejé de pegarle. Ni cuandosus padres salieron ni cuando su mamá empezó a gritar. Se necesitaron dosagentes de policía para sacarme de encima.
Oh mi Dios, no sabía qué decir. Mientras lo miraba sentado en la silla, no melo imaginaba golpeando a alguien sin parar. Ni siquiera después de ver loenfadado que había estado con el chico en la fiesta de Jase.
Pepe se frotó las mejillas. —Terminé en la cárcel y él terminó en coma.
Mi boca se abrió antes de que pudiera detener mi reacción.
Apartó la mirada, bajando la barbilla. —Yo había estado en peleas antes, lonormal. Pero nada como eso. Mis nudillos se rompieron y ni siquiera los sentí.—Negó con la cabeza—. Mi papá... hizo su magia. Debería haber desaparecido pormucho tiempo por eso, pero no lo hice. Supongo que ayudó a que el niño sedespertó un par de días más tarde.
Con cada segundo que pasaba, mis músculos se bloquearon, uno tras otro.
—Lo tuve fácil, ni siquiera una noche en la cárcel. —Pepe sonrió, pero no habíacalidez en la misma—. Pero no pude salir de casa durante varios meses mientrasse resolvía. Terminé con un año de servicio comunitario en el club de losmuchachos locales y un año de manejo de la ira. Eso es lo que hago todos losviernes. Mi última sesión es en el otoño. Mi familia tuvo que pagar unaindemnización y no quiero ni saber lo mucho que costó. Tuve que dejar de jugaral fútbol debido al servicio a la comunidad, pero... como he dicho, la saquébarata.
La había sacado barata. Al igual que Blaine la había sacado barata.
No. Me detuve allí mismo. Estas eran diferentes situaciones—Blaine era unviolador y Pepe golpeó al chico que había golpeado a su hermana. Lo que Pepehabía hecho estaba mal. La violencia nunca debe ser la respuesta a laviolencia, pero el hombre había herido a su hermana.
—Lo entiendo —le dije, y me di cuenta de que a pesar de que su situación erasimilar en cierto modo, era muy diferente. Y me estaba conmocionado. La viejayo, todo lo que ella habría sido capaz de pensar era en cómo ambos la habíantenido fácil por ser quienes eran, quiénes eran sus padres y el dinero. Pero yoya no era ella. Y a veces las buenas personas hacían cosas malas.
Su cabeza se giró hacia mí. — ¿Qué?
—Entiendo por qué lo hiciste.
Pepe se levantó. —_____...
—No sé lo que dice eso sobre mí, pero defendías a tu hermana y darle una palizaa alguien no es la respuesta, pero es tu hermana y... — ¿Y si yo tuviera unhermano y hubiera reaccionado de esa manera después de lo que me pasó? Bueno,habría sido mi héroe, tan terrible como eso era—.Hay algunas personas que semerecen que les pateen el culo.
Se me quedó viendo.
Desplegué mis piernas. —Y probablemente hay algunas personas que no merecen nisiquiera respirar. Es algo enfermo y triste decirlo, pero es verdad. El tipopudo haber matado a tu hermana. Infiernos, podría haber golpeado a otra chicahasta la muerte.
Pepe seguía mirándome como si me hubiera salido una segunda nariz. —Merezcoestar en la cárcel, _____. Casi lo maté.
—Pero no lo hiciste.
No dijo nada.
—Déjame hacerte una pregunta. ¿Lo harías de nuevo?
Pasaron varios segundos y luego dijo—: Todavía hubiera ido a su casa y lohubiera golpeado. Tal vez no tan mal, pero, sinceramente, no creo que hubieracambiado nada. El hijo de puta golpeaba a mi hermana.
Tomé una respiración profunda. —No te culpo.
—Eres...
Me encogí de hombros. — ¿Retorcida?
—No. —Una sonrisa real rompió la tensión en su rostro—. Eres increíble.
—Yo no iría tan lejos.
—En serio —dijo, acercándose al sofá. Se sentó a mi lado—. Pensé que estaríasdisgustada o enojada si sabías.
Negué con la cabeza. Pepe dejó caer su frente en la mía y agarró mis mejillassuavemente.
Sus ojos buscaron los míos. —Se siente bien sacarlo de mi pecho. No quiero quehaya secretos entre nosotros.
Sonreí mientras se inclinaba hacia adelante, besando la comisura de mis labios,pero apenas sentí el contacto. Pepe se echó hacia atrás, tirando de mí contrasu pecho. Me acurruqué más cerca, pero todavía el frío se filtrabaprofundamente en mis huesos. Él había compartido este gran secreto conmigo, apesar de que había temido que lo juzgaría de alguna manera, y yo seguíacallada, manteniendo mis secretos encerrados en mi corazón. Eso no es justo, yno podía quitarme esta terrible premonición de que esto de alguna manera me pasaríafactura.
¿Cómo puedes vivir contigo misma?
Pepe besó la parte superior de mi cabeza y contuve la respiración. No estabasegura de cómo lo hacía.
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Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.
RomanceAlgunas cosas valen la pena esperar... Viajando miles de kilómetros de su casa para entrar a la universidad es la única manera para ___ ___(TA), de diecinueve años, para escapar de lo que sucedió en la fiesta de Halloween hace cinco años, un acontec...