Capítulo 18

69 8 0
                                    

Sophia no volvió a sacar la conversación después de aquella mañana en la cafetería, y como Lucas prometió, al día siguiente estuvo excesivamente emocionado saltando, aplaudiendo, bailando por la próxima cita con José. Uno podría pensar que sería Lucas quien saldría con él.
Tratar de no obsesionarme con la cita fue imposible. Aun más duro fue no pensar en ello cada vez que estaba cerca de José. Nada había cambiado entre nosotros, pero todo parecía diferente. Cuando él se sentó a mi lado en clase, comprendí que era absurdo. Cada vez que movía y su pierna o brazo rozaba la mía, una sensación de picazón se extendía por todo mi cuerpo y no desaparecía en el resto de la clase. No estaba segura de si él lo sabía y seriamente esperaba que no.
Durante la siguiente semana, una corriente de aire helado se apoderó de la región de Panhandle. Los árboles estaban desnudos y el viento de Potomac los sacudía hasta dejar las ramas secas, y había pasado mucho tiempo desde que estuve en este tipo de clima. No importaba lo mucho que me abrigara, me sentía como si estuviera en Alaska cada vez que entraba a clase.
El viernes antes de la "gran noche", José estaba de un extraño humor, tomando notas en clase.

—Mírate —murmuré mientras el profesor Drage cambiaba las imágenes de la Vía Láctea en el proyector—, estás prestando atención.

José me miró de soslayo. —Siempre presto atención.

—Aja.

Giró su pluma entre sus dedos, con la mirada pegada a Drage. —Tú reprobarías si no fuera por mí.

Mis labios se curvaron. —Sería capaz de concentrarme si no fueras tan distraíble.

—¿En serio? —Se inclinó para que su hombro presionara el mío.

Observó el frente de la clase por un momento, luego se volvió. Cuando habló, sus labios rozaron mi sien, causando que un calor se extendiera por mi piel—. ¿Por qué me encuentras tan distraíble, cariño?

—No en la manera en que tú crees —dije, lo cual era una mentira.

—Sigue repitiéndote eso.

—Un día tu ego crecerá tanto que tu cabeza explotará.

—Dudo que ese día llegue —replicó, y entonces con la punta de su pluma trazó un camino por la palma de mi mano, justa hasta el borde de mi suéter—. ¿Es eso distraíble?

Me quedé sin palabras, mis dedos cerrándose fuertemente alrededor de mi pluma.

—¿Lo es? —La pluma se movió de regresó por mi mano, sobre mis nudillos—. ¿Sabes cuantas estrellas forman el cinturón de Orion? ¿No? —La pluma se movió otra vez, y quien podría saber que una pluma pudiera ser... tan sensual—. Hay tres estrellas formando el cinturón, cariño.

Mordí mi labio. Un suave y bajo murmullo emanó de su pecho. —Eso sí es jodidamente distraíble —murmuró—, eso que tú haces.
Mis ojos se ampliaron mientras el aire empujaba de mis pulmones. Se rió entre dientes y un delicado escalofrío bajó por mi espina dorsal.

—¿Sabes qué?

—¿Qué?

José se acercó más, actuando como si estuviera estirándose. Me tensé, sin tener idea de lo que él estaba haciendo. Su brazo salió detrás de mí y luego sus labios fueran cálidos y firmes contra mi piel, debajo de mi oído. Una corriente eléctrica pasó a través de mí, algo desconcertante y algo más, algo excitante.

Sus labios se curvaron contra mí, y me estremecí. —No puedo esperar a mañana en la noche.

Contuve la respiración, cerré mis ojos. José rió otra vez y se sentó de regreso en su asiento, ojos en el frente de la clase, la pluma garabateando en su cuaderno. Estaba acabada con esta clase. Nada podría atravesar la neblina que envolvía mi cerebro y yo estaba ahora tan, tan increíblemente babeando por él.

________________________________________________

Sophia y yo pasamos la tarde pintando nuestras uñas. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuve una manicura y pedicura, que olvidé lo increíblemente aburrido que era el procedimiento y una vez que coloqué el esmalte en mis uñas quería tocar todo lo que estaba a mi alcance.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Soph mientras movía las uñas de sus pies pintadas de rosa sexy.

Resistiendo la urgencia de pasar mis manos a través de mi cabello, asentí vigorosamente. —Sí, estoy nerviosa. ¿Eso me hace una tonta? Por qué si es así, soy la reina de las tontas.

Se rió. —No lo creo. Estar nerviosa significa que estás emocionada. ¡Diablos, yo estoy emocionada! Estoy viviendo esto indirectamente a través de ti. Me tienes que llamar inmediatamente después de la cita. —Una mirada maliciosa cruzó su rostro—. Al menos que esta noche se convierta en la mañana siguiente.

Mi boca cayó abierta. Dejó escapar otro ataque de risa mientras se recostaba sobre su silla.

—De acuerdo. Dudo que eso pase, pero necesitas llamarme enseguida. Tengo que saber si es un buen besador.

—¿Qué te hace pensar que va a besarme?

—¿En serio? —dijo, mirándome boquiabierta—. Sabes que va a besarte.

Mi estómago cayó sólo con pensarlo. —Quizás no.

—Oh, sí, va a besarte. Probablemente deseará hacer mucho, mucho más, pero sólo te besara. Lo sé. —Soph dejó escapar un grito que provocó una sonrisa nerviosa en mi rostro—. Apuesto que es un besador increíble.

Si pudiera basar sus habilidades de besador con lo que ya sabía de él, tendría que decir que probablemente era un grandioso besador, especialmente si podía hacerme retorcer en el asiento sólo con pasar una pluma a lo largo de mi mano. Era como un juego previo... con una pluma. Reí.

Después de la mani y pedi, Soph me hizo prometerle nuevamente que la llamaría tan pronto como terminara mi cita y luego me dirigí hacia mi apartamento. Cuidando de mis brillantes uñas moradas, tomé la ducha más larga de mi vida y luego busqué ropa entre todo mi armario. Cada vez que veía la hora y se acercaba más y más a las siete, sentía mi corazón latiendo contra mis costillas como si estuviera a punto de salir por mi pecho.

Saqué todo mi maldito armario sobre la cama y sobre el suelo. Me pareció algo estúpido estar indecisa sobre qué ropa usar, pero honestamente no tenía idea. Finalmente, después de casi tener un ataque de nervios y pedir un consejo a Soph, me decidí por un par de vaqueros ajustados con unas botas negras y una blusa verde sin mangas que era una mezcla entre elegante y coqueta.
Tomé la misma cantidad de tiempo maquillándome y peinándome, me sentía tan nerviosa como cuando él había venido a ver películas. Me pareció divertido mientras aplicaba rímel que estuviera preocupada por mi apariencia cuando él siempre me veía cuando me acababa de levantar los domingos cuando venía a cocinar huevos.

Oh, Dios mío, mañana era domingo, lo cual era una gran interrogante, porque era el día que siempre venía después del sábado, pero mañana sería un domingo diferente. Sería el primer domingo después de nuestra cita. ¿Vendría a hacer los huevos? ¿Que pasaba si la cita terminaba hasta la mañana siguiente? Yo no era ingenua. José podría esperar que nuestra cita nos llevara a alguna parte.

En mi reflejo, mis ojos estaban abiertos desmesuradamente y la varita del rímel estaba peligrosamente cerca de mi ojo.
La cita no terminaría en mi habitación, ya que parecía como si un huracán hubiera pasado por allí. De acuerdo. Estaba siendo una estúpida. Mañana no sería un día diferente de hoy. Esta cita no se convertiría en una noche de sexo por varias razones. Y no había razón para que yo actuara como si no tuviera idea de como actuar un domingo después de un sábado. Terminé mi pequeña plática con Jesús para darme ánimo, y salí del baño. El zumbido de excitación que corría por mis venas no era un mal presentimiento. Era algo muy... diferente, como un poco de ansiedad.

Estaba literalmente a dos segundos de comenzar a caminar de un lado a otro por la sala cuando José se presentó.
Entró en mi departamento, su mirada comenzó desde mi cabeza e hizo un camino descendente hasta la punta de mis botas negras. Era increíble como una mirada podía hacerme sentir como si me tocara y convertir mi nerviosismo en vergüenza.

José se aclaró la garganta. —Te ves... real, realmente grandiosa.

Me sonrojé. —Gracias. Tú también.

Y era cierto. José vestía sólo unos vaqueros oscuros, un suéter oscuro con cuello en V que se extendía por sus anchos hombros y su pelo oscuro cayendo sobre su frente y la media sonrisa en su rostro, él era absolutamente impresionante. Tanto así que, en cierto modo, me pregunté qué hacía yo aquí, a punto de ir a una cita con él.

—¿Estás lista? ¿Tienes tu chaqueta?

Saliendo de mis pensamientos, asentí y corrí de vuelta a mi dormitorio, casi besando el suelo cuando un tacón se enganchó con un suéter en el suelo. Cogí mi abrigo y lo deslicé sobre mí mientras volvía a la sala. La admiración brillaba en sus ojos mientras tomaba mi bolso encima del respaldo del sofá. Me sentí nuevamente torpe gracias a él.

—Lista —dije, sin aliento.

—Todavía no. —José se acercó a mí y comenzó a abrochar los enormes botones de mi abrigo—. Hace frío afuera.

Me quedé allí, absolutamente inmóvil y fascinada por el sencillo acto. Comenzó desde el botón de abajo y mientras sus manos subían, mi pulso se aceleraba. Contuve la respiración mientras se acercó a mi pecho. Los lados de sus manos rozaron el frente de mi abrigo y me puse rígida. Las capas de ropas se desvanecieron mientras una sacudida inesperada de calor se disparaba en las puntas de mis pechos.

—Perfecto —murmuró. A través de sus pestañas, sus ojos eran de un cobalto ardiente—. Ahora estamos listos.

Lo único que podía hacer era mirarlo fijamente por un momento y luego tuve que forzar a mis piernas, las cuales se sentían frágiles, a moverse. Para cuando llegamos al vestíbulo, la puerta del apartamento de José se abrió de golpe.

Roberto apareció, un celular en una mano y Raphael a su lado. — ¡Sonríe! —gritó mientras tomaba una foto con su teléfono—. Es como si mis dos hijos fueran al baile de graduación.

Tanto José como yo estábamos atónitos.

Roberto aplaudió. —Pondré esto en mi álbum de recuerdos. ¡Diviértanse! —Entró de nuevo en su apartamento, cerrando la puerta detrás de él.

—Umm...

José rió en voz alta. —Oh, Dios, eso fue extraño.

—¿Suele hacer eso?

—No. —Rió otra vez, poniendo su mano en mi espalda baja—Vayámonos de aquí antes de que intente colarse con nosotros. Sonreí.

—¿Con Raphael?

—Raphael sería bienvenido. Roberto, sin embargo, no lo sería. —Sonrió mientras llegábamos a los escalones—. La última cosa que quiero es que estés distraída en nuestra cita.

¿Distraída? Ya lo estaba.

Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora