Parecía absolutamente loco que estuviéramos en ______ dos días después, pero aquí estábamos, registrándonos en un hotel no demasiado lejos de la casa de mis padres. Como no quería retrasar lo que tenía que hacer hoy, tan pronto como dejamos nuestro equipaje, nos pusimos en camino. No les dije a mis padres que iba a venir, así que no tenía idea de si realmente estarían en casa.
José dejó escapar un silbido mientras seguía el sinuoso camino alrededor de una curva, y la finca de mis padres quedaba a la vista.
—Buen Señor, esa es una casa.
—No lo es realmente —le dije mientras mi mirada se arrastraba sobre el cuidado y desnudo césped, y luego sobre la estructura de ladrillo macizo—. Tus padres tienen un hogar. Esto es sólo una cáscara muy grande.
Aparcó el coche alquilado en el centro de la calzada circular, cerca de la fuente de mármol que burbujeaba con agua. Mirándola, sonrió ligeramente.
—No creo que haya visto realmente una casa con una fuente, en frente, en la vida real.
Tomé una respiración profunda, nerviosa, pero decidida.
—Puedo hacer esto.
—Tú puedes. —Me apretó la rodilla con suavidad—. ¿Segura que no quieres que entre?
—Sí. —Lo miré, sonriendo. Por supuesto que lo quería allí conmigo—. Necesito hacer esto por mí misma.
Se recostó en el asiento.
—Si cambias de opinión, envía un mensaje y me tendrás allá.
Me incliné, besándolo suavemente.
—Eres increíble.
Sus labios se curvaron contra los míos.
—Así como lo eres tú.
Lo besé otra vez, luego abrí la puerta y salí. Si me quedaba un rato más, cambiaría de opinión. Mientras cerraba la puerta, José me detuvo.
—Sólo recuerda que digan lo que digan no cambia el hecho de que eres una mujer hermosa y fuerte, y nada de lo que pasó fue culpa tuya.
Las lágrimas llenaron mis ojos y una fuerte resolución fortaleció mi columna vertebral.
—Gracias.
José hizo un guiño. —Ahora ve a hacer cosas buenas.
Dándole una sonrisa floja, me di la vuelta y subí las anchas escaleras y crucé el porche. Un ventilador en el techo agitó aire caliente y levantó unos mechones de mi cabello. Levanté la mano para llamar y luego sacudí la cabeza. Metí la mano en mi bolsillo y saqué la llave. No necesitaba llamar. La cerradura cedió y con una mirada más atrás, a donde José esperaba, entré en la casa de mis padres.
Nada había cambiado. Esa fue mi primera impresión mientras cerraba la puerta silenciosamente tras de mí. Todo estaba limpio y brillante. No había olores o sonidos. Nada que te diera la bienvenida sobre el vestíbulo frío. caminé bajo la araña de oro y entré en la antigua sala de estar.
—¿Papá? ¿Mamá?
Silencio.
Suspiré mientras pasaba por los muebles blancos de mi mamá por los que daría una mierda encajosa si alguien se atrevía a sentarse en ellos. Revisé el comedor y la sala de estar. Finalmente, después de revisar la sala de estudio y luego la cocina, me dirigí escaleras arriba.
Los pasos no hacían ruido. En el segundo piso, me dirigí hacia el final del pasillo, la última puerta y la abrí.
Era mi dormitorio—palabra clave, era.
—Mierda —susurré.
Todas mis cosas habían desaparecido, mis libros, mi escritorio, los carteles y otros pequeños cachivaches que había dejado atrás. No es que importara mucho, pero vaya, nada de esta habitación haría a alguien pensar que yo solía vivir en ella.
—Empacamos tus cosas.
Salté y di la vuelta. Ella estaba de pie en el umbral de lo que solía ser mi habitación, vestida con pantalones de lino de color beige y una blusa blanca escondida. Su cabello rubio rojizo estaba peinado, con el rostro vacío de cualquier línea o imperfección física.
—Mamá.
Una delicada ceja arqueada.
—Tus cosas se encuentran en el ático si por eso es por lo que estás aquí. Tuvimos la ayuda para moverlo hasta allí después de que hablé contigo en el otoño.
—Se te olvidó mi cumpleaños —le espeté.
Inclinó la cabeza hacia un lado en un movimiento elegante y seductivo.
—¿Lo hicimos?
La miré un momento y lo único que podía pensar era que perra. La ira se levantó, pero la empujé hacia abajo. La ira te llevaba a ninguna parte con la Sra. Morgansten. Había que golpearla en su propio juego, manteniendo la calma, estar recogida.
—No estoy aquí por mis cosas.
—¿Quieres volver aquí? —preguntó, y no sonaba esperanzada. Sonaba como si nada. Me pregunté si es que tiene cirugía plástica para su voz. Era tan expresiva como su cara.
—No. —Casi me reí—. Estoy aquí para hablar contigo y papá. ¿Está él en casa?
No respondió inmediatamente.
—Está en la terraza.
La mayoría de gente lo llamaría un porche cubierto, pero no mamá.
—Bueno, vamos.
Sin esperar una respuesta, pasé junto a ella y bajé las escaleras. Vino por detrás y pude sentir sus ojos clavados en mi nuca. Empecé a contar. Llegué a cinco, el último escalón antes de que ella abriera la boca.
—¿Te has cortado el cabello recientemente?
—No.
Hubo un ligero resoplido. —Puedo decirlo.
Suspiré. —Entonces ¿por qué lo preguntas?
Mamá no respondió hasta que llegamos a la guarida que daba al porche.
—¿Por cierto, qué llevas puesto?
—Mierda de una tienda barata —le contesté, a pesar de que eso no era cierto.
Ella se encargó suavemente.
—Muy agradable, _____.
Puse los ojos en blanco cuando abrí la puerta, mitad tentada de volver corriendo por toda la casa y empezar a rodar por todo el mobiliario blanco. Papá estaba sentado en una de las hamacas, leyendo un periódico. Antes de que pudiera abrir la boca, mamá lo hizo.
—Mira quien decidió hacernos una visita.
Papá bajó el periódico mientras miraba hacia arriba. Sorpresa cruzó su rostro.
—_____.
—Hola, papá.
Sentándose, dobló el periódico y lo puso a un lado.
—No te esperábamos.
Ningún "¿Cómo has estado?" o "Feliz de verte". Me senté en una de las sillas de mimbre.
—Lo sé. No voy a estar aquí por mucho tiempo.
—Quiere hablar con nosotros. —Mamá se quedó de pie—. No puedo entender de que podría ser, pero hay un alquiler en el camino y hay un chico en el coche.
Ignoré el comentario.
—Esto no tiene nada que ver con el alquiler o quién está en el coche.
—Sin duda me espero que no hayas venido hasta aquí para hablar de eso —respondió ella.
Tomé una respiración larga y profunda.
—Hablé con David. —Mi padre se puso rígido, y mamá lucía sorprendentemente tranquila. Buenas señales—. Me habló de Molly Simmons y Blaine Fitzgerald y lo que ocurrió el verano pasado, lo que ocurrirá este verano.
—_____...
—No —dije, cortando a mamá antes de que pudiera decir nada más que seguramente me habría hecho enojar—. No he roto el acuerdo. He mantenido la boca cerrada durante todos estos años. He hecho exactamente lo que ustedes me dijeron que debía hacer.
Mamá se irguió.
—David no tenía derecho a llamarte...
—¿Por qué no? —exigí—. ¿Es contra la ley hacerme saber que Blaine violó a otra chica, así como me violó a mí?
Papá tomó un agudo aliento, pero mamá, se puso más blanca si eso era posible.
—No hay ninguna razón para que eso fuera tan crudo —dijo ella, cruzando los brazos—. Sabemos lo que has dicho...
—Lo que te dije aquella noche en el hospital es lo mismo que le dije a la policía. Blaine me había violado. Fueron ustedes dos los que decidieron que yo debería retirar los cargos, lo que hacía que todo el mundo pensara que yo había mentido.
—_____... —empezó mi padre.
No lo dejé llegar más lejos.
—La razón por la que incluso estoy aquí es porque tengo que dejar de lado lo que me pasó, y la única manera en que puedo hacerlo es diciéndoles a ustedes lo que yo debería haber dicho entonces. — Tomé una respiración, una que necesitaba—. Estaban equivocados. Estuvieron tan increíblemente equivocados en la decisión que tomaron.
Mamá dio un paso adelante.
—¿Perdón?
—Ya me has oído. —Me puse de pie, con las manos en puños—. Deberían haber dicho a sus padres que se jodan. Deberían haber dicho que se fueran al infierno. Deberían haber ido a la policía y decirles lo que sus padres trataban de hacer, en vez de sobornar a su hija por el silencio. ¿Y para qué? ¿Así ustedes no tenían que ir a la corte? ¿Para que nadie hiciera preguntas? ¿Y todavía pudieran ir al club y sin que fuera extraño? ¿Mientras tanto, yo era marcada con una puta mentira por todo el mundo? ¿Y Blaine era libre para hacerlo de nuevo a otra persona? ¿Cuán culpables somos? ¡Deberían haber estado junto a mí y creerme! Deberían haberme conseguido ayuda. Soy su hija. Deberían haber estado pensando en mí.
Papá miró hacia otro lado, y podía entender por qué. Tal vez él siempre había sospechado la verdad. Yo también estaría avergonzada.
—Las cosas no han resultado tan malas para ti, _____. —Mamá dejó escapar una respiración ruidosa—. Después de todo, mira lo que has sido capaz de hacer con ese dinero. Ir a la universidad. Decorar tu propio apartamento. —Frunció los labios—. Lo haces sonar como que no hicimos nada por ti.
—Nancy —le dijo mi padre, levantando la cabeza.
—¿Qué? —Inclinó la cabeza en alto—. Ni una sola vez ella pensó que fue difícil para nosotros.
Miré a mi madre, pero no estaba sorprendida. Una parte de mí deseaba que estuviera y no estuviera tan herida por sus palabras.
—Ya sabes, ese es el problema, mamá. Solo has estado preocupada acerca de cómo todo es tan difícil para ti. —Sacudí la cabeza mientras miraba a mi papá—. Lo estoy haciendo mejor. En caso de que realmente les importe. Estoy haciéndolo bien en la escuela. Tengo amigos y he encontrado un chico maravilloso que sabe lo que me pasó. Así que esas son las cosas que no han resultado mal. Espero que algún día pueda decir lo mismo de nosotros.
Mi padre apretó los labios en la parte posterior de sus dedos, sin dejar de mirar hacia el jardín. Le di una mirada más y me volví hacia mamá. Se encontró con mi mirada con una constante, pero las líneas de expresión comenzaron a mostrarse en las comisuras de sus labios. No importa qué tan afectada se veía, sabía que la había irritado.
—No vine aquí para hacerlos sentir mal —les dije, tragando saliva—. Eso no es de lo que se trata. Tenía que decir algo, por fin. Y necesito que sepan que los perdono, pero no vuelvan a pensar que me pueden decir qué hacer con mi vida, nunca más.
Sostuvo mi mirada un momento más y luego miró hacia otro lado, su mandíbula apretada. Les di a los dos unos segundos para decir algo, pero el silencio se deslizó entre nosotros. Que así sea. caminé hacia la puerta, con la espalda recta y la cabeza alta. No fue forzado. Fue real. Otro peso dejó mi pecho, dejando sólo una cosa por hacer. Pero eso era mañana y hoy... hoy era un buen día.
Sonriendo ligeramente, caminé a través de la sala de estar formal. Al salir, agarré una almohada que probablemente costaba un mes de alquiler y la tiré al suelo. ¿Infantil? Sí. ¿Me hizo sentir bien? Oh, sí.
Cuando salí al porche, vi que José estaba fuera del coche, con la gorra de béisbol calada mientras inspeccionaba la fuente de agua. Mi sonrisa se amplió cuando lo vi correr su mano por el agua. Se dio la vuelta y cuando me vio, trotó alrededor del coche y me encontró a mitad de camino.
—¿Cómo te fue?
—Ah... —Me estiré hacia arriba, inclinando la cabeza hacia un lado para que pudiera moverme debajo de su gorra. Lo besé—. Todo salió como esperaba.
Sus manos inmediatamente se posaron en mis caderas, una señal segura de que el beso le había afectado, incluso de pie frente a la casa de mis padres.
—¿Quieres decirme al respecto?
—¿Durante la cena? —Di un paso atrás, y cogió mi mano—. Voy a llevarte a Chuy's...
—¿_____?
José se tensó, su agarre en mi mano apretando mientras giraba hacia el sonido de la voz de mi padre. Estaba a medio camino a través del porche, viniendo directamente hacia nosotros.
—Si dice algo ignorante, no puedo prometer que no lo tiraré al suelo aquí mismo, ahora mismo —advirtió José en voz baja.
Apreté su mano.
—Esperemos que no se convierta en un problema.
—Sólo digo —murmuró.
Esperamos a que mi papá llegara hasta nosotros. Se paró entre José y donde se unían nuestras manos.
—Este es José Madero —lo presenté, porque parecía grosero no hacerlo—. José, este es mi padre.
José extendió su mano libre, pero su mandíbula estaba apretada y sus ojos eran de un marrón oscuro.
—Hola.
Mi padre le dio la mano. —Encantado de conocerte.
José no dijo nada.
—¿Qué pasa, papá? —le pregunté.
Sus ojos se encontraron con los míos por un segundo y luego parpadearon en la distancia. De cerca así, en el duro sol de _____, vi lo mucho que mi padre había envejecido. En ese momento, me di cuenta de que lo que había pasado había hecho mella en él. Él, a diferencia de mi madre, no había sido cubierto a través de numerosos procedimientos y maquillaje.
Mi padre respiró profundamente y luego dijo—: ¿Sabes que es lo que más he extrañado de todo? Extraño verte bailar.
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Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.
RomantizmAlgunas cosas valen la pena esperar... Viajando miles de kilómetros de su casa para entrar a la universidad es la única manera para ___ ___(TA), de diecinueve años, para escapar de lo que sucedió en la fiesta de Halloween hace cinco años, un acontec...