Capítulo 34

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Realmente no lo había notado hasta entonces, pero había habido un estrés que Pepe cargaba con él, el peso de mantener un secreto que pensaba que destruiría algo que le importaba. Como no había reconocido esto estaba más allá de mí. Pero ahora era bueno... en su mayoría Parte de mí sospechaba que una de sus razones de porque finalmente me lo había contado era porque no creía lo que dije sobre el texto. Quizás esperaba que abriéndose conmigo, yo haría lo mismo.

Deseaba que fuera el caso, pero mi secreto destruiría lo que más apreciaba. Nosotros.

Pero desde que era el día de San Valentín. Me rehusaba a pensar sobre esto. Estaba teniendo el más perfecto día y no iba a arruinarlo. Pepe había aparecido en mi puerta en la mañana con una sola rosa roja y con una después de cada una de mis clases. Por la tarde, tenía media docena, las cuales se volvieron dos docenas cuando fue a mi apartamento esa noche. No había estado segura de nuestros planes, así que estaba aliviada de verlo en jeans y un sweater y nada lujoso. Era tarde, después de las nueve, San Valentín había caído un viernes y no estaba segura si aún íbamos a salir.

Agradeciéndole por la rosa. Las llevé a la cocina y las agregué en el florero. Él permaneció en la puerta. —¿Qué estás haciendo? —pregunté. Su sonrisa era maliciosa.

—Quédate donde estás y cierra los ojos.

—¿Tengo que cerrar los ojos?

—Sip.

Arqueé una ceja mientras trataba de ocultar mi emoción creciente.

—¿Así que es una sorpresa?

—Por supuesto lo es. Así que cierra los ojos.

Mis labios se torcieron. —Tus sorpresas dan tanto miedo como tus ideas.

—Mis ideas y mis sorpresas son brillantes.

—Recuerda cuando pensaste que sería una buena idea que...

—Cierra los ojos, _____.

Sonriendo, dudosamente cerré mis ojos. Lo oí alejarse y entonces un par de momentos después volvió a entrar en mi apartamento.

—No espíes.

No espiar era como poner una porción de pastel frente a mí con un tenedor y decirme que no lo coma. cambié mi peso.

—Pepe...

—Un par de segundos más —dijo, y escuché algo pesado rodar dentro.

¿Qué era? Más que curiosa, era una lucha no abrir los ojos. Honestamente no tenía idea que estaba haciendo y con Pepe, todo era posible.

Su mano se enredó alrededor de la mía. —Mantén tus ojos cerrados, ¿está bien?

—Están cerrados. —Dejé que me guiara fuera de la cocina y dentro de mi sala de estar.

Pepe dejó ir mi mano y deslizó su brazo a mí alrededor desde atrás, presionando su mejilla contra mí. Meses atrás odiaba cuando alguien estaba parado detrás de mí, pero me encantaba cuando él lo hacía. El sentimiento de sus brazos, la fuerza de su abrazo, la intimidad detrás de eso.

—Puedes abrir tus ojos ahora. —Sus labios rozaron mi mejilla, enviando escalofríos por mi piel—. O puedes permanecer allí con tus ojos cerrados. Me gusta eso, también.

Me reí mientras colocaba mis manos arriba de las suyas donde descansaban sobre mi estómago y abrí mis ojos. Mi mandíbula golpeó el piso. —Oh mi Dios, Pepe...

Ante mí, apoyado en un estrado, en un terrarium de cincuenta galeones completamente decorado con arena y roca, follaje frondoso y un agujero escondido, estaba una tortuga de casi el tamaño de mi mano.

Se rió. —¿Te gusta?

—¿Gustar? —Entumecida, asentí mientras me liberaba, colocando mis manos sobre el vidrio. El pequeño chico dentro empujó su cabeza—. Yo... yo lo amo.

—Bien. —Se paró detrás de mí—. Pensé que Raphael podría usar una cita para jugar.

Me reí de nuevo, pestañando las lágrimas. —No debiste haber hecho todo esto, Pepe. Esto es... demasiado.

—Eso no es mucho y todo el mundo necesita una tortuga de mascota. —Agachó su cabeza, besando mi mejilla—. Feliz Día de San Valentín.

Girando, enredé mis brazos a su alrededor y lo besé como si no hubiera mañana. Cuando me alejé, sus ojos eran piscinas de fuego azul. — Gracias.

Me besó de nuevo, suave y dolorosamente tierno. —De nada.

Deslizando mis brazos por su cintura, me apoyé contra su pecho. —¿Es niño o niña?

—Sabes, en realidad no lo sé. Supuestamente podrías decirlo por la forma de su caparazón, pero demonios si lo sé.

Me reí. —Bueno, niño o niña. Voy a llamarlo Michelangelo.

Pepe tiró su cabeza hacia atrás y se rió. —Perfecto.

—Sólo necesitamos dos más.

—Cierto.

Liberándome, le sonreí. —Ya regreso. —Me apresuré a mi habitación y tomé la tarjeta que tenía las entradas dentro. Cuando volví al living, Pepe estaba ajustando el calor de la lámpara en el terrarium. Giró, sonriendo suavemente—. Feliz Día de San Valentín —dije, empujando la tarjeta en sus manos. Mis mejillas enrojecieron—. No es tan fantástico como tu regalo, peor espero que te guste.

—Estoy seguro que lo hará. —Con sus labios curvados hacia arriba de un lado, abrió cuidadosamente el sobre y sacó la tarjeta. No había escrito mucho en la tarjeta porque no tenía idea que escribir. Había puesto un mensaje rápido y mi nombre.

Contuve mi respiración mientras abría la tarjeta. La media sonrisa se expandió a una sonrisa completa mientras deslizaba las dos entradas entre sus dedos. Espió a través de sus pestañas. —Este es un regalo absolutamente asombroso, cariño.

—¿De verdad? —Uní mis manos, complacida—. Esperaba que te gustara. Quiero decir sé que no jugar fútbol apesta y esperaba que esto no te ponga triste yendo al juego y no tienes que llevarme...

Pepe reclamó mi boca como un hombre medio muerto de hambre. No había nada lento sobre el beso, era un nivel diferente de seducción. — Por supuesto que te estoy llevando. El regalo es perfecto —dijo, mordiendo mi labio inferior en una forma que causó calor desparramándose sobre mí, dejándome necesitada—. Tú eres perfecta.

Una insidiosa voz se infiltró. Si sólo supiera cuan lejos de ser perfecta estoy realmente. Empujé lejos ese pensamiento, dejándome caer en sus besos. No fue difícil. No cuando bebía de mí como si hubiera sido privado del hecho por mucho tiempo.

Sus manos cayeron a mis caderas y me empujó a él. Contra mi vientre, sentí su excitación. Pepe era un... hombre sexual, así que no era una sorpresa que estuviera duro tan rápido pero siempre me asombraba cuan malamente me quería pero nunca empujaba por lo que sabía que él estaría oh-tan apuntado.

Cuando su agarre en mis caderas se apretó, entrelacé mis brazos alrededor de su cuello. Estábamos en algún acuerdo inconsciente, porque me levantó mientras envolvía mis piernas alrededor de su cintura. Gemí cuando se presionó contra mí y su lengua se deslizó contra la mía.

Comenzó a caminar, y mi sangre tronó en mis venas. Sabía a donde se dirigía y la excitación y el nerviosismo luchó dentro de mí. Me puso sobre la cama y me incliné hacia atrás, hacia el centro. Deteniéndome el tiempo suficiente para tirar su sweater sobre su cabeza, entonces colocó sus manos a cada lado de mi cabeza. El poder y la fuerza de sus brazos y su cuerpo eran abrumadores pero no aterradores.

Alzándome, tracé mi dedo sobre las llamas que rodeaban el sol del lado izquierdo de su pecho. —Me encanta este tatuaje —admití—. ¿Cuándo te lo hiciste?

Una media sonrisa apareció. —¿Realmente quieres saber?

—Sí.

—Es bastante patético.

Seguí el sol alrededor de su pectoral. —Yo seré el juez de eso.

—Lo hice después de la pelea. —Pepe se desplazó para que sus rodillas estuvieran contra el exterior de mis muslos y deslizó sus manos bajo mi camisa. Me levanté, ayudándolo a quitarla. No tenía dudas donde esto acabaría. Sólo la arrojó detrás de él—. Estuve un poco en mal estado por un tiempo. No podía volver a la escuela, estaba atascado en mi casa, y había terminado conmigo mismo. Me preocupaba que hubiera algo malo conmigo para perderlo como lo hice.

Mis manos cayeron a mis costados mientras él colocaba una de las suyas en mi estomago desnudo. La punta de sus dedos buscaron el borde de mi sujetador y el cierre frontal.

—Estaba deprimido —admitió. Su cabello cayó hacia delante, cayendo sobre su frente mientas colocaba su otra mano junto a mi cabeza—. Estaba enojado conmigo mismo y con el mundo y con toda esa mierda. —Haciendo una pausa, pasó la mano por mi vientre y luego de vuelta, causando que me moviera. Esa leve sonrisa estaba de vuelta—. Creo que bebí cada licor que mi papá tenía en su bar en el transcurso de un par de semanas. Sabía que mis padres estaban preocupados, pero...

Pepe se fue apagando mientras bajaba su cabeza, besando el espacio entre mis pechos. Aspiré una bocanada fuerte y lo hizo de nuevo.

—Jace venía a visitarme seguido. También lo hizo Roberto. Probablemente habría perdido mi mente sin ellos. ¿Puedo? —Levantó la mirada, sus ojos llenos con intención, sus dedos en la traba de mi sujetador.

Mi corazón saltó. Esta era la primera vez para nosotros. Con la boca seca, asentí.

—Gracias —dijo, y pensé que era una cosa extraña por la que agradecer. Su mirada bajó de nuevo y me quitó la respiración.

Desenganchó la delicada traba, pero no apartó las copas—. Fue algo que Jace me había dicho mientras estaba borracho. No sé porque, pero se me quedó grabado.

Di una respiración entrecortada mientras pasaba un dedo por el centro de mi pecho. —¿Qué... qué te dijo?

Pepe miró a través de sus espesas pestañas. —Dijo algo como que las cosas no pueden ser tan malas si el sol sale y brilla. Como dije, eso se me quedó grabado. Así que eso es porque tengo un tatuaje del sol. Una especie de recordatorio.

—Eso no es patético —dije.

—Hmm... —Arrancó el borde de mi sujetador y gentilmente lo empujó a un lado y entonces repitió el mismo movimiento con la otra copa. Aire frío atormentó el borde de mis ya duros pechos. Estaba completamente desnuda para él de la cintura para arriba—. Dios, eres hermosa, _____.

Creo que dije gracias, pero no estaba segura si las palabras fueron coherentes o no. Pasó sus manos sobre mis pechos y mi espalda se arqueó fuera de la cama al contacto de su carne contra la mía. Dijo algo demasiado bajo para entenderlo mientras alisaba su pulgar por mi pezón.

Junto a mi cabeza, su brazo estaba flexionado. Pepe miró hacia arriba, encontrando mi mirada mientras bajaba su mano al botón de mis jeans. Había una pregunta en sus ojos, y asentí, queriendo saber que iba a hacer más de lo que tenía miedo.

Quitó mis jeans, luego mis calcetines. Comentó sobre el diseño del cráneo y los huesos, pero el martilleo en mi cuerpo hizo difícil prestar atención. Luego deslizó el sujetador por completo y cuando me tuvo sólo en mis bragas, su lenta lectura de mi cuerpo fue como entrar en el llameante sol de agosto en Texas.

Nuestros labios se tocaron mientras aligeraba su peso contra su costado. Los besos eran lentos y profundos mientras su mano viajaba sobre mi pecho. Su toque era burlón y experto mientras sus besos se arrastraban por mi barbilla, hacia mi garganta. Me tensé en ese segundo antes que su caliente boca se cerrara en el borde de mi pecho. Había hecho esto antes a través de mi sujetador, pero nada pudo compararse a la sensación de que no haya nada entre nosotros. Mi sangre se convirtió en lava fundida y mis caderas se movieron inquietas en pequeños círculos. Mientras chupaba profundo, su otra mano viajó hacia abajo, rozando mi piel y entonces se deslizó bajo mis bragas.

Los dedos de mis pies se curvaron mientras su dedo rozaba la protuberancia. Nuevas, más fuertes sensaciones pulsaron a través mío. Mi cabeza cayó hacia atrás mientras lentamente movía su cabeza hacia abajo, sus dedos siguiendo mi longitud.

Levantó su cabeza, sus ojos perforando los míos mientras deslizaba la punta de su dedo en mi interior. Dí un grito ahogado, mis dedos clavándose en sus brazos.

—¿Esto está bien?-—preguntó, su voz profunda y suave como un whisky envejecido.

Tomando una bocanada de aire, asentí de nuevo. —Sí.

Una pequeña, íntima sonrisa tiró de sus labios mientras empujaba un poco más fuerte. Mi cuerpo estaba en llamas cuando tomó ritmo, sus ojos clavados con los míos. Mi cuerpo entero temblaba. El nudo que se formó cuando me tocó era demasiado profundo e intenso.

—Eres tan estrecha —murmuró, y luego su beso me consumió.

Mis caderas se movieron más rápido y torció su mano, presionando sobre la protuberancia sensible. La sensación de su pecho desnudo frotándose contra el mío, su mano en mis bragas, su dedo en mi interior— todo eso era demasiado. Me cerré alrededor de su mano, apretando mis muslos, y rompí el beso, gritando su nombre cuando la liberación tronó a través de mi cuerpo.

Pepe hizo un sonido profundo mientras mordisqueaba mi garganta.

—Amo como dices mi nombre.

Apenas podía respirar, mucho menos hablar mientras continuaba moviéndose dentro de mí, trabajando hasta el último espasmo. Cuando los temblores finalmente cedieron, aflojó la mano y yo estaba toda ruborizada y emocionada. Quería darle más de lo que había estado haciendo.

Nerviosa y excitada, presioné mi mano en su pecho ligeramente y rodó sobre su espalda. Tomando una profunda respiración, me senté a horcadas sobre él y antes de perder el valor, me deslicé hacia abajo desabroché sus jeans, deslizándolos por sus piernas.

Pepe se sorprendió en el momento que envolví mis dedos a su alrededor y mi cálido aliento sopló sobre su punta. Sus manos inmediatamente se volvieron puños en mi edredón.

—Oh mierda —gruñó.

Sonreí al torturado sonido de su voz y luego cerré mi boca sobre él. Su cuerpo entero se sacudió y se inclinó hacia atrás. Realmente no tenía ni idea cuando se trataba de hacer esto, pero me imaginé que no se necesitaba mucho.

Y no lo hizo. Pepe cerró su mano alrededor de la mía mientras lo tomaba y su otra mano descansaba en la parte trasera de mi cuello con la más leve presión, guiando mis menos que hábiles movimientos. No estaba avergonzada o preocupada sobre hacerlo mal. Si su cuerpo y sus profundos gemidos eran mi indicación, lo hacía lo suficiente bien para que disfrutara esto.

Me apartó antes que su liberación lo sacudiera sentado a mitad de camino, capturó mi boca mientras se venía. Me encantó la forma en que su cuerpo se estremeció, pero sobretodo, me encantó que me sentí a salvo y lo suficiente segura para hacer esto. Cansada me aparté, cayendo sobre mi espalda mientras él hacía lo mismo, su pecho subiendo y bajando bruscamente.

—Este fue el mejor puto día de San Valentín.

Una profunda, ronca risa se me escapó. —Tengo que estar de acuerdo.

Su mano encontró la mía entre nuestros cuerpos y la apretó. — ¿Tienes hambre?

—No. —Suavicé un bostezo—. ¿Tú?

—No aún —respondió.

No tenía idea que hora era, pero me sentí sin huesos y tomaría un acto de Dios sacarme de esta cama. O chocolate. Una cosa que sabía era que no quería que él se fuera. Trabajé el valor para preguntar lo que quería.

—¿Quédate conmigo? ¿Por la noche?

La mano de Pepe se arrastró por encima de mi hombro desnudo. — No tienes que preguntar dos veces. —Besó el borde de mi hombro—. Vuelvo enseguida.

Rodé de mi lado mientras se iba, tirando de las mantas sobre mí. Escuché el agua corriendo en el baño y luego estaba de vuelta, deslizándose detrás de mí. Con sus brazos alrededor de mi cintura y el largo cuerpo presionado contra el mío, sonreí adormilada y pensé en el sol.

Todo era perfecto.


Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora