Capítulo 22

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Otra noche de sueño inquieto me llamó. Di vueltas y vueltas en la cama por horas después de que llegáramos del autocine, mi cuerpo pasaba por la misma cosa que la noche después de nuestra cita. Eran cerca de las dos de la mañana cuando me di por vencida, deslicé mi mano bajo la banda de mis nalgas. En cierto modo se sentía sucio estar haciendo esto en la casa de alguien más, en su cama, con José a sólo una puerta de distancia. No me tomó mucho tiempo encontrar la liberación, y no estaba segura de lo que eso decía sobre mí.

Dormí por un par de horas antes de despertar un poco antes de las seis. No había manera que fuera a volver a dormir, así que me duché y me cambié antes generar el valor suficiente para salir de mi dormitorio. Me paré enfrente de la puerta de José, como una completa pervertida. Me preguntaba qué haría si lo despertara. Subir a la cama...

Me detuve antes de terminar esos descarrilados pensamientos. Si tratara de hacer eso en realidad, probablemente acabaría lastimándome en el proceso de intentar ser seductora o coqueta.

Apartándome de su puerta, me dirigí hacia las escaleras, esperando no despertar a nadie. Parecía que cada paso chirriaba odiosamente. Tan pronto como llegué al recibidor, capté la esencia de café y supe que alguien debía estar despierto. Merodeé al pie de las escaleras, retorciendo las manos entre sí mientras debatía entre volver a subir las escaleras o dar a conocer mi presencia. Pensé acerca de todas esas veces que había despertado en medio de la noche, generalmente por causa de una pesadilla, y solía bajar las escaleras, atrapando a mi mamá bebiendo a escondidas. Ella no había estado tan contenta cuando eso ocurrió.

Honestamente no debería estar paseándome por la casa de otra persona. Parecía como si estuviera infringiendo alguna regla de invitados. Empecé a girar para volver arriba cuando la Sra. Madero asomó la cabeza fuera de la cocina.

Oh mierda.

Una cálida sonrisa apareció en su rostro. —No te desperté, ¿cierto? Soy una madrugadora, pero aún más en Acción de Gracias —sacudió un paño de cocina—, haciendo el relleno.

—No me despertó. —Me moví lentamente más cerca, más o menos fascinada por el hecho de que estuviera levantada tan temprano haciendo el relleno—. ¿Necesita ayuda?

—Siempre me viene bien una ayuda en la cocina —contestó haciéndome un gesto hacia adelante—. Y tengo café recién hecho.

La atracción del café era demasiado para resistir. La seguí a la cocina, mis ojos se abrieron ante todos los alimentos repartidos a lo largo de la isla de la cocina. Un pavo estaba en una fuente, a la espera de lograr empujar el relleno en su cavidad.

—¿Azúcar y crema, verdad? —preguntó.

Sonreí un poco. —Lo recuerda.

—Creo que la clave para el comienzo de cualquier buena relación es recordar como le gusta a la otra persona su café.

—A José no le gusta mucho el café. —En el momento que esas palabras salieron de mi boca, me sonrojé.

Su mamá pretendió no darse cuenta de mi cara roja. —No, no le gusta mucho el café. La leche, por otro lado...

—Bebe leche mientras come comida china. —Me estremecí—. Eso es tan asqueroso.

Se echó a reír mientras me daba el café. —Heredó eso de su padre. Paty es de la misma manera. Hablando de eso, la conocerás dentro del próximo par de horas.

Nudos se formaron en mi estómago. Conocer a su hermana me ponía nerviosa.

—¿Has hecho relleno antes? —preguntó moviéndose hacia la isla.

—No. —Me reuní con ella en el otro lado, mirando las barras de pan, las cebollas, la leche y los huevos.

—Por lo general mi hija me ayuda en la mañana —dijo, poniendo el paño de cocina sobre la encimera—. No es difícil en absoluto, así que eras más que bienvenida a ayudarme o hacerme compañía.

—Puedo ayudar. ¿Qué puedo hacer?

La sonrisa de la Sra. Madero se amplió. —Si pudieras empezar con el pan, sería perfecto. Todo lo que necesitas hacer es deshacerlos en este tazón. —Señaló uno azul grande.

—Cuando hayas terminado la barra de pan, pasaremos al siguiente paso.

—Está bien. —Recogí mi pelo en una coleta y me arremangué, luego lavé mis manos rápidamente.

—Esa es un bonita pulsera —comentó mientras comenzaba a picar la cebolla en pequeños trozos.

Rasgué el pan, probablemente un poco más fuerte de lo necesario.

—José me contó que su hermana estaba en un ¿recital de danza?

—En Pittsburg —dijo, orgullo derramándose en su voz—. El recital era sólo con invitación. Richard y yo hubiéramos ido, pero queríamos estar en casa para José. Aunque Patricia entiende. Rara vez nos perdimos alguno de sus bailes.

Terminé la barra. —¿Qué sigue?

—Cebollas, mantequilla, leche y condimento. Tienes que hacer papilla todo con tus manos.

Esperé a que ella vertiera los ingredientes. Mientras lo hacía, me dijo lo mucho que pensaba que debería ir y luego hundí las manos en la pegajosa masa. Sonriendo, solté una carcajada. —Bien, esto se siente un poco extraño.

—Así es. Al menos no lo estás comiendo.

—¿Crudo?

—Sip, José y Patricia tratarían de comerlo crudo.

Hice una mueca mientras colocaba todo junto para que así la leche y la mantequilla se distribuyeran uniformemente a través del pan. Después de limpiar mis manos, me cambié a la segunda barra de pan. —Solía bailar—admití.

—José comentó eso.

Mis manos se detuvieron alrededor del pan. ¿Les había contado a sus padres eso? No estaba segura de cómo interpretarlo.

—Habría sabido si él no hubiera dicho nada —comentó mientras dejaba caer algunas de las cebollas en mi tazón—. Sigues moviéndote como una bailarina —sonrió—. Bailé y viendo a Patricia con los años, llegas a ser capaz de reconocer eso en otros.

—Es bueno oír eso. Digo, no siento como si lo siguiera haciendo.

—Lo haces.

Estaba de vuelta a la parte de hacer papilla otra vez y decidí que era mi favorita. Yo era rara.

—¿Nunca has hecho relleno con tu mamá? —preguntó la mamá de José.

Era una pregunta inocente, pero provocó un dolor profundo que cortó a través mi pecho. Mi mamá y yo no habíamos sido las personas más cercanas en el mundo antes del incidente, pero después, nuestra relación era inexistente. —No creo que mi mamá sepa cómo cocinar —dije finalmente.

—¿No lo crees?

Negué con la cabeza. —A mis padres no les gusta preparar las cenas.

Hubo una pausa. —José dijo que viajaban mucho durante las fiestas.

—Sí, les gusta más o menos hacer sus propias cosas, ya sabe, libres de su hija. —Forcé una risa, encogiéndome de hombros la terminé—. Quiero decir, estoy bien con eso. Esquiar para salvar mi vida y estar atascada en un barco en el medio del océano no es algo que me guste.

La Sra. Madero estaba en silencio mientras agregábamos los últimos ingredientes y metía mis dedos dentro, uniéndolos de manera que se deslizara por mis dedos. —Entonces ¿Qué es lo que haces normalmente cuando estás en casa? —preguntó.

Me encogí de hombros. —No soy yo misma todo el tiempo. Ellos tienen una sirvienta que por lo general prepara la cena para mí antes de irse a casa. Es muy amable de su parte ya que no tiene que trabajar durante las fiestas.

—¿Qué pasa con Navidad?

—Lo mismo —admití, sorprendiéndome. Levanté la mirada y la encontré mirándome—. En verdad no es un gran problema. Mi familia no es muy cercana y probablemente es mejor de esa manera.

Después de decirlo, me di cuenta que seguramente no era lo mejor para decir. —Bueno, terminé. ¿Cuál es el siguiente paso?

—Lo metemos al pavo —sonrió, pero parecía un poco apagada—. ¿Quieres hacer los honores?

—Por supuesto. —Esperé que ella diera vuelta el pájaro y luego completé la tarea en cierto modo asquerosa de meter todo en el espacio personal del pavo.

Cuando acabé, me dirigí hacia el fregadero doble mientras ella envolvía el pavo en papel aluminio y lo colocaba en un horno.

—Gracias por ayudarme, _____.

—No hay problema —dije—. Estoy contenta de haber ayudado. —Y realmente lo estaba—. Fue divertido.

La Sra. Madero me sonrió, aunque sus ojos estaban tristes. —Bueno, cariño, eres siempre bienvenida aquí para las fiestas. Nunca hay suficientes manos a la hora de preparar la comida.

Murmuré un gracias y terminé de lavar mis manos. Cuando me volví, vi a José parado fuera de la cocina. No tengo idea de cuánto tiempo habrá estado parado ahí o cuanto de la conversación escuchó, pero la suave mirada en su adormilado rostro me dijo que había oído lo suficiente.

Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora