Mi vida cambió de maneras muy pequeñas en tan corto periodo de tiempo que todo esto sumado a este acuerdo monumental, al menos para mí. Pepe había pasado todo el domingo conmigo y me había despertado esta mañana con un mensaje de buenos días de él.
Antes de tener oportunidad de darle la noticia a Sophia y Lucas sobre el cambio de estatus entre Pepe y yo, lo vieron de primera mano mientras esperábamos fuera a que Sophia terminara su cigarrillo antes de ir a Whitehall el lunes.
Pepe salió de la nada, deslizándose detrás de mí y envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Me puse rígida por una fracción de segundo antes de forzarme a relajarme. Presionó sus labios contra mi mejilla y el escalofrió no tenía nada que ver con el aire frío. —Hola.
El cigarro calló de la boca de Sophia.
Lucas parpadeó una vez, luego dos y luego otra vez — ¿Qué demo...?
Agarré los antebrazos de Pepe mientras él arrastraba sus labios a mi oreja, incendiando una parte a través de mi piel. —Creo que Sophia va a prenderle fuego a su zapato.
Mi mirada cayó y me liberé de su agarre. — ¡ Oh dios mío, Sophia, tu zapato!
Miró abajo y dio un pequeño chillido. Dejando el cigarro encendido fuera de su zapato, saltó hacia atrás. —Casi me quemo hasta la muerte, y hubiera sido tu culpa.
— ¿Mi culpa?
—Sí, porque no me dijiste sobre esto —gesticuló salvajemente a un sonriente Pepe—. ¡Eso!
— ¿Están ustedes, tú sabes? —Lucas nos señaló—. ¿Juntos? ¿Juntos?
No tuve oportunidad de responder. Pepe me dio la vuelta y me besó, ahí entre los dos edificios. No fue un amistoso beso en los labios. Cuando nuestras lenguas se tocaron, mi bolso se deslizó fuera de mi brazo y golpeó el frío piso.
—Mierda —murmuró Lucas—. Creo que van a hacer bebés.
Con las mejillas encendidas, me aparté. Pepe se veía absolutamente desvergonzado mientras presionaba un beso en mi frente. Sobre su hombro, vi a Steph y su amiga, boquiabiertas ante nosotros. Supongo que tampoco recibió el memo.
—Tengo que ponerme al día con el profesor antes de que empiecen las clases, así que tengo que correr —dijo retrocediendo—. ¿Te veo después de clases?
—Sí. —Mis labios hormigueaban, junto con varias otras partes de mi cuerpo—. Te veo luego.
Cuando regresé con mis amigos, me miraron como si los deslumbrara con mis cosas. Agachándome, recogí mi bolsa. —Está bien, antes de que empiecen a gritarme, simplemente sucedió, justo ayer y no he tenido tiempo de decir nada.
Sophia se cruzó de brazos. — ¿No has tenido un segundo para llamar, o no sé, enviar un mensaje?
—Estuvimos ocupados todo el día de ayer, fuimos a cenar y luego...
— ¿Ustedes tuvieron sexo? —Lucas agarró mis hombros dándome una pequeña sacudida.
—Oh dios mío, chica, detalles, necesito detalles. ¿De qué talla es su...?
—No tuvimos sexo. —Aparté sus manos—. Caray, sólo estuvimos juntos ayer. Dame algo de tiempo para eso.
—He estado ajustándolo desde agosto —avisó Lucas.
Le lancé una mirada suave. Me taladraron sobre lo que pasó mientras nos dirigíamos a Whitehall y a través del inicio de clases. Cuando los dejé para esperar a Pepe fuera, estaba segura de que había suavizado sobre mi fallo de amiga.
Estaba justo fuera del pabellón, apoyada contra uno de los pilares. Probablemente parecía extraña, debido a la radiante sonrisa estampada en mi cara, pero realmente no había parado de sonreír desde ayer en la mañana.
Mi sonrisa se deslizó una pulgada cuando vi a Pepe saliendo de las puertas, con Steph a su lado. La única cosa que me impedía actuar como un tigre y echarme sobre ella era el hecho de que Pepe no parecía muy emocionado.
Steph arrojó su brillante melena de cabello sobre un hombro mientras me acercaba.
—Hola —dijo ella con lo que creía era una carga a tope de falsa alegría.
—Hola —respondí, sosteniendo su mirada.
Pepe se deslizó a mi lado enroscando sus dedos con los míos. — ¿Tu clase te dejó salir temprano?
Asentí. —Sólo unos minutos antes.
Steph lanzaba dagas por los ojos a través de nuestras manos unidas.
— ¿Vas a estar en la fiesta de Jase el próximo sábado, Pepe?
¿Había una fiesta? Tan estúpido como era, no me gustaba la idea de Pepe yendo a una fiesta donde Steph estaría. Mal. Mal. Pero un feo sentimiento serpenteaba a través de mí cada vez que pensaba en esos dos enganchados en el pasado.
—No sé aún. —Pepe apretó mi mano—. Depende de si _____ quiere ir.
Su perfecta boca se abrió y creo que amé a Pepe. — ¿Si _____ quiere...? Lo que sea. —Se marchó uniéndose a la chica con la que la había visto en la fiesta de Halloween.
Miré a Pepe. —Bueno, no parecía muy feliz con eso.
Se encogió de hombros.
Empezamos a subir la colina, hacia Knutti. — ¿Así que ustedes no eran más que amigos con beneficios?
Pepe me envió una mirada de soslayo. —Nos enganchábamos de vez en cuando, pero como te dije este fin de semana, no he estado con nadie desde que te conocí.
—Lo sé. Sólo parece como si ella quisiera más.
— ¿No lo harías?
—Caray, realmente necesitamos trabajar en tu confianza.
Pepe se rió entre dientes mientras me jalaba a su lado. Nos acurrucamos contra el viento azotando bajo la colina. —Puedo pensar en algunas otras cosas en las que podemos trabajar.
—Pervertido —murmuré incluso aunque mi mente estaba ahí con él.
Presionó sus labios en mi sien. —Culpable de los cargos, cariño.
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Pepe no fue a la fiesta de Jase el sábado por la noche. Él no había sacado el tema y no estaba segura si debía haberlo hecho. Me sentí un poco culpable porque no fue, porque no quería interferir con sus amigos, pero no parecía molesto por el hecho de que se perdía un épico juego de cervezas pong.
Salimos a cenar a un pueblo cercano y luego regresamos a mi lugar. Si tenía algunas dudas sobre la seriedad de nuestra relación, fueron vencidas esa tarde.
Pepe había traído a Raphael a mi apartamento. Nada más serio que permitir a una tortuga arrastrarse a través del piso de tu cocina.
—Necesita hacer ejercicio —dijo Pepe, sentado enfrente de mi nevera, con las piernas extendidas—. Sí no, simplemente va a volverse gordo y perezoso, sentado en su caparazón.
—Pobre Raphael. —Lo recogí y lo giré de vuelta, así él se dirigía hacia Pepe—. Tiene que ser aburrido en el acuario.
—Es un terrario —corrigió Pepe—. Y tiene una mecedora para terrario. Le conseguí una nueva para su cumpleaños.
— ¿Sabes cuándo es su cumpleaños?
—Sip. 26 de julio —hizo una pausa, mirándome—. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
Crucé mis tobillos. —Uh, tienes tiempo hasta que tengas que preocuparte por eso. ¿Cuándo es el tuyo?
—15 de junio. ¿Cuándo es el tuyo, ____?
Esto estaba a punto de volverse incomodo. —Fue el 2 de enero.
Pepe se inclinó hacia delante, su frente levantándose. Varios segundos pasaron mientras me miraba fijamente. —Me perdí tu cumpleaños.
—No es un gran problema —le dije, agitando la mano—. Fui a Smithsonian y luego me enfermé, por lo que es probablemente una buena cosa que no estabas ahí.
Su expresión se tensó. —Aw, hombre, es por eso que dijiste que querías ir allí el segundo del mes. ¿Estabas sola? Mierda. Lo siento.
—No. —Levanté mi mano—. No necesitas sentirte terrible. No hiciste nada malo.
Pepe me miró por unos pocos momentos más, la expresión protegida. Finalmente, dijo—: Bueno, siempre hay un próximo año.
Sonreí a eso. El año que viene. Guau. Pensar en eso con antelación era un poco aterrador y emocionante.
Después de un rato, Pepe recogió a la tortuga y se levantó. —Vuelvo enseguida.
Mientras Pepe llevó a su mascota devuelta a su apartamento, corrí al baño y rápidamente cepillé mis dientes. Terminé segundos antes de que regresara. Se sacó el suéter de lana, colgándolo en el respaldo del sofá. La camisa gris que había estado por debajo se extendía sobre su ancho pecho y cuando se estiró antes de sentarse, la playera se levantó dejando al descubierto un desliz de piel tensa. Mi ritmo cardíaco se elevó mientras lo observaba desde el pasillo.
Pepe y yo besándonos —mucho— y le gustaba abrazar, por lo que en una semana, había estado teniendo sus brazos alrededor de mí y sus labios en los míos mucho, pero no habíamos hecho nada como lo que hicimos la noche de Acción de Gracias, incluso aunque me imaginé que él quería.
Así que hubo muchas noches en las que me fui a la cama, pensando en él, y mientras conseguí algo de alivio de lo que se estaba convirtiendo en un constante bajo dolor latente, eso no era suficiente.
Me quería.
Lo quería
Estábamos juntos.
Y yo confiaba en él.
Mordiéndome el labio, jugaba con el borde del vestido suéter que usaba. Me había quitado las botas y las medias cuando regresamos y ahora pequeños granitos se extendían a través de mis piernas desnudas.
¿Estaba él esperando a que yo dé el primer paso? Parecía tan... cuidadoso conmigo, como si estuviera preocupado de que huyera de él. Quería correr hacia él. Pepe me miró, con una ceja levantada. El cuarto estaba oscuro a excepción del brillo del televisor.
— ¿Vas a venir aquí o mirarme el resto de la noche?
Mis mejillas se sonrojaron mientras me apartaba de la puerta. Podría hacer esto. No necesitaba esperar que él haga un movimiento.
Reuniendo todo mi coraje, me acerqué. Me miró con esos extraordinarios ojos mientras levantaba una mano. Puse la mía en la suya, pero en vez de sentarme a su lado, me subí a su regazo, a horcajadas.
Pepe inmediatamente se enderezó, sus manos volando a mis caderas. —Hola, cariño.
—Hola —le contesté, mi corazón latía tan rápido que había una buena probabilidad de que tuviera un ataque al corazón.
Su mirada se sumergió, gruesas pestañas protegiendo sus ojos. — ¿Me extrañaste tanto? ¿Sólo me fui unos pocos minutos?
—Tal vez. —Puse mis manos en sus hombros mientras descendía. Mi puño apretado mientras sentía su erección presionando contra la parte más suave de mí.
Sus manos viajaron a mi lado lentamente, tan lentamente que pensé que moriría en el momento en que ahuecó mis mejillas — ¿Qué estás haciendo?
Me humedecí los labios y sus pestañas se levantaron, revelando un tono de marron más oscuro — ¿Qué te parece?
—Se me ocurren un par de cosas. —Sus pulgares se movieron sobre mis mejillas—. Todas me tienen muy interesado.
— ¿Interesado? —Mis respiraciones salían rápidas y cortas—. Eso es bueno
Entonces, porque parecía como si estuviera dejándome tomar la iniciativa en esto, llevé mi cabeza hasta la suya. Nuestros labios se rozaron una vez, dos veces, y luego presioné los míos en los suyos más firmemente. Me siguió, nuestros besos volviéndose más profundos, más lentos, e infinitos mientras su lengua torturaba la mía de una manera que me hizo temblar y querer mucho más.
Sus manos se deslizaron hacia abajo lentamente, con ritmo lánguido, haciendo que mi espalda se arqueé en el movimiento. Incluso aunque la única experiencia que tenía con esto era lo que habíamos hecho la noche de Acción de Gracias, parecía como si mi cuerpo supiera qué hacer.
Sacudí mis caderas y sus manos se apretaron en mi cintura. Un estremecimiento se abrió camino bajo su gran cuerpo, y fue a la vez un poco espantoso y muy estimulante. Una de sus manos se apretó en el material de mi vestido, subiéndolo poco a poco sobre mis muslos. El otro derivó hacia arriba, sobre mi frente y luego a través de mi pecho. Me tocó, su pulgar suavizando la punta, atormentando el endurecido pico a través de la ropa. Un gemido me atravesó y salió, un sonido que parecía emocionar a Pepe.
— ¿Te gustó eso? —preguntó, sus labios frotando los míos.
¿Realmente necesitaba confirmación? —Sí.
Su pulgar avanzó lentamente, tortuosos círculos sobre mí punta. Traté de recuperar el aliento mientras sus labios dejaron los míos. Mordisqueó mi barbilla y luego bajó a mi cuello. Mi espalda se arqueó más, empujando mí pecho aún más en su mano mientras mis caderas rodaron de nuevo. El más sexy sonido retumbó de su pecho mientras se echaba hacia atrás y me miraba.
—Dime lo que quieres, cariño. —Su mano se movió a mi otro pecho—. Cualquier cosa. Y lo voy a hacer
Había una cosa que necesitaba de su parte. —Tócame.
Pepe se estremeció de nuevo, y la acción me hizo sentir caliente — ¿Puedo?
Asentí, sin tener idea de en que concordaba, pero confiaba en él. Sus dos manos estaban en mis hombros, deslizándose bajo el amplio escote de mi vestido. Me calmé mientras bajaba el material de mis hombros, dejando al descubierto mi sujetador. Siguió bajando el vestido, hasta que pude tirar mis brazos libres y la tela se agrupó alrededor de mi cintura.
—Hermosa —murmuró, arrastrando sus dedos a lo largo del borde de encaje de mi sujetador—. Mira ese sonrojo. Tan jodidamente hermosa.
Mi respuesta se perdió cuando bajó la cabeza, cerrando su boca sobre la punta de mi pecho. A través del fino satén de mi sujetador, su boca me trabajó mientras agarraba mis caderas, tirando de mí en su contra más duro. Mis sentidos estaban abrumados de cada tirón caliente de su boca y la sensación de tenerlo allí, presionando contra mi centro. Mis manos revoloteaban en su cabeza mientras la mía se relajaba. Se movió a mi otro pezón y un desesperado mordisco me hizo gritar.
Estaba perdida en él, rodeando los sentimientos que se agitaban dentro de mí. Ya me sentía cerca de caer al borde y cuando sus manos cayeron a mis muslos, corriendo bajo el dobladillo de mi falda, me tensé de la manera más maravillosa.
Sus labios quemaron un camino hasta mi cuello, probando mi labio inferior. —Dime algo, cariño. —Su mano se movió al interior de mi muslo, haciendo pequeños círculos que llegaron cerca de mi centro—. ¿Te has venido antes?
Todo mi cuerpo se ruborizó y cuando no respondí, su mano se movió más abajo de mi muslo, lejos de donde yo quería. Maldita sea.
—Sí —susurré—. Lo he hecho.
— ¿Por ti misma? —preguntó, moviendo su mano de regreso a mi muslo.
Me moví más cerca, y gimió. Dejando caer mi frente en la suya, cerré los ojos. —Sí.
Como una recompensa por responder a su pregunta, un largo dedo rozó sobre el centro de mis bragas y mi cuerpo entero se sacudió en respuesta. El nudo en mi estómago se apretó y su dedo se arrastró hacia atrás y adelante en un ligero toque que me volvió loca. Deseo nubló mis pensamientos, y sabía que quería hacerle sentir lo mismo. No era completamente ajena a cómo. Deslicé mi mano por su pecho, sobre su estómago plano. Vacilé en la banda en sus pantalones.
Pepe se quedó inmóvil y luego mordisqueó mi labio. — ¿Qué es lo que quieres, _____?
—Quiero... quiero tocarte —admití, sorprendiéndome—. Pero no sé qué te gusta.
Hizo ese sonido de nuevo, que me hizo temblar mientras ponía su otra mano sobre la mía. —Cariño, todo lo que me hagas me va a gustar.
— ¿En serio?
—Claro que sí —dijo, deslizándose de modo que había espacio entre nosotros—. Cualquier cosa que quieras hacerme, lo voy a amar. No tienes que preocuparte por eso.
Animada por esa declaración, tiré el botón de sus pantalones y luego bajé su cremallera. Mierda. Jadeé al ver la dura, rosada carne. Sin bóxer. Nada. Pepe estaba en plan comando.
Pepe se rió de mi descubrimiento. —Fácil acceso. —Luego se agachó, fácilmente salió.
No podía dejar de mirar y me sentí como una goober por hacerlo, pero había algo totalmente caliente sobre verlo así, sabiendo que me quería y le di la bienvenida. Vacilé sin embargo y mientras dijo que podía hacerle cualquier cosa y lo disfrutaría, dudé de eso y quería complacerlo. Quería hacerlo sentir bien.
Miré su mano envuelta alrededor de la base y acariciándose. —He pensado en ti —susurré.
Su mano se detuvo. — ¿Cómo?
—Cuando... me toco, pienso en ti.
—Mierda —gruñó Pepe—. Esa es la cosa más caliente que jamás he oído.
Pepe me besó luego, más duro y más áspero que antes. No me asustó. En todo caso, me excitaba más. Guió mi mano hacia él y envolví mis dedos alrededor de su grosor. Saltó contra la palma de mi mano y su pecho subió bruscamente.
Dijo algo contra mi boca que no pude entender y luego movió mi mano hacia arriba de su longitud y luego hacia abajo, estableciendo un ritmo que mantuve después de que soltó mi muñeca. Ahora con su mano libre, apretó la parte de atrás de mi cuello mientras su otra mano regresó al centro de mis muslos. Ambos respirábamos rápido cuando me acunó a través de mis bragas. Su palma presionada contra el manojo de nervios mientras sus dedos empujaban en mi calor, y yo estaba perdida. Mientras me besaba intensamente y así lo acariciaba, manejé su mano. La metió en la mía, los movimientos pequeños pero vigorosos. Su cuerpo se estremeció al sentir el familiar apriete en mi centro. El nudo desentrañado, en espiral a través de mí. Me vine duro, su nombre en un susurro áspero. Su mano se quedó allí, acariciándome lentamente a través de mis bragas mientras los temblores sacudían mi cuerpo. Y luego siguió él, empujando su cuerpo hacia arriba y con espasmos.
Siempre parecía pasar antes de que Pepe gentilmente tirara de mi mano. Estaba débil y saciada mientras me arropaba en su pecho, sosteniéndome cerca, su corazón latía tan rápido como el mío. Dejó caer un beso en mis parpados y luego en mis labios entreabiertos. No hablamos de las consecuencias y aprendí que a veces las palabras no eran necesarias.
Pero en la parte de atrás de mi cabeza, sabía que había palabras que necesitaba decir. Las verdades que debería hablar antes de que fuéramos más lejos. Las cosas que se necesitan hacer frente.
—Oye —dijo Pepe, su suave voz. Me tensé sin darme cuenta—. ¿Estás bien? Yo no...
—Fue perfecto. —Besé su mandíbula, deseando tener un interruptor en mi cerebro
—Esto es perfecto.
Y lo creía fuertemente.
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Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.
Roman d'amourAlgunas cosas valen la pena esperar... Viajando miles de kilómetros de su casa para entrar a la universidad es la única manera para ___ ___(TA), de diecinueve años, para escapar de lo que sucedió en la fiesta de Halloween hace cinco años, un acontec...