FINAL

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El único problema con el verano era que éste parecía haber terminado antes de que iniciara. O eso podría ser si tienes que tomar clases de verano, las cuales arruinaban mis veranos.


Abriendo un ojo, gruñí. Lo primero que vi fue mi pulsera, no la de plata. Joe la había reemplazado con una cuerda con varias vueltas que llevaba un dije con el signo de infinito. Entonces vi la hora. ¿Por qué había puesto la alarma tan temprano? No tenía clases hasta las nueve.

La cama se movió a mi lado.

Y Joe no tenía clases hasta las diez. Iba a ser un semestre ligero para él mientras terminaba su carrera universitaria.

Una sonrisa soñolienta tiró de mis labios cuando me di la vuelta sobre mi estómago, estirando las piernas. Las sábanas se deslizaron sobre mi piel desnuda y terminaron en algún lugar a los pies de la cama. O había algún fantasma pervertido en la habitación o Joe estaba despierto.

Unos labios presionaron entre mis hombros mientras una mano descendía sobre la base de mi columna. Sus dedos causando que mi piel se erizara.

—Buenos días. —La voz de Joe estaba cargada de sueño.

Ah, esto era por qué puse el despertador tan temprano, lo cual era tan diferente a hace un año. Me había preocupado por llegar tarde. Ahora ajustaba el reloj una hora más temprano de vez en cuando.

—Buenos días —murmuré, cerrando los ojos cuando deslizó su mano hacia arriba y abajo, deteniéndose en mis mejillas, y dirigiéndose a mi cuello.

Besó el centro de mi espalda y luego sus labios dejaban una llamarada en mi cadera. Su cálido aliento bailaba sobre mi espalda baja y luego besó mi nalga derecha. Me reí, moviéndome.

—¿Sabes lo que dicen acerca de un chico que besa el trasero de una chica? ¿Literalmente?

—¿Qué él sabe su lugar?

—Ja. Ja. —Quitó el pelo fuera de mi cuello y me besó allí—. Que está absolutamente enamorado de ella.

—¿Ah sí?

—Sí —murmuró, agarrando mi cadera con una mano.

—¿Dónde aprendiste eso?

—En internet.

—Original.

—¿Sabes qué más he aprendido? —Me levantó y pasó su brazo por debajo de mí—. Que los pechos de las mujeres siempre están más animados por la mañana.

—¿Qué? —me reí.

—Síp —respondió, ahuecando mi seno derecho—. Tengo que comprobar la teoría. —Apretó suavemente y mi pezón se endureció. Movió su mano a mí otro pecho e hizo lo mismo—. Creo que lo que leí es cierto. Tus pechos están excepcionalmente animados esta mañana.

Entrando en un ataque de risa, retiré sus manos pero mi risa murió cuando su mano volvió con mucho más efecto. Sus dedos trabajaron su magia y no pasó mucho tiempo antes de que mis caderas se movieran en círculos inquietos sobre la sábana.

—Me encanta cómo funciona tu mente —dijo Joe, colocándose detrás de mí.

Miré por encima de mi hombro. —¿Eh?

Asintió hacia el reloj. —Pusiste la alarma temprano. Tú, querida, eres brillante.

—Lo sé. —Le sonreí, luego descansé mi mejilla contra la almohada.

Mi corazón estaba acelerado, mi cuerpo más que listo. Estaba lista—. Así que vamos a hacer algo con el tiempo extra o vas a sorprenderme con tus conocimientos más sórdidos del internet.

—Qué mandona. —Sus labios rozaron mi hombro y sus manos volvieron a mis caderas—. Y voy a enviarte gritando al campus con mi conocimiento del lado más sórdido del internet.

—Es bueno saberlo.

Joe se levantó de nuevo. —¿Podemos?

Siempre dudaba y preguntaba antes de hacerlo así. Algo sobre ello siempre me alegraba; la amabilidad de todo y el hecho de que él era consciente de que aún había momentos en los que yo aún era torpe a la hora de la intimidad o cuando simplemente no quería ser tocada. Esos momentos eran pocos y distantes entre sí, pero todavía existían, y él los veía y se adaptaba a ellos.

Ambos nos habíamos adaptado. Durante el verano, comencé a visitar a uno de los consejeros del campus una vez por semana y me gustaría seguir haciéndolo hasta que ya no fuera necesario y quizás, algún día, podría ayudar a alguien con mi historia y experiencias.

—Sí —dije, y para medida extra, por si aún estaba confundido, empujé mi trasero contra él. Joe gruñó profundamente en su garganta.

Mi sonrisa creció.

Se acomodó entre mis piernas y saqué mis brazos hasta mis hombros, colocando su peso sobre ellos. Levantándome un poco, volví la cabeza y sus labios inmediatamente estuvieron sobre los míos. Me encantaba la forma en que me besaba, como si estuviera bebiendo mi esencia. Un beso suyo y me derretía en sus manos. Así de buenos eran.

Joe rompió el beso mientras movía sus caderas hacia adelante, deslizándose dentro de mí desde atrás. El ritmo era lento y sin prisas y sin embargo era tan absolutamente desbastador con cada golpe. Dejé caer mi frente en la almohada, mi respiración entrecortada mientras me mecía contra él. Sus manos se posaron en las mías, entrelazando nuestros dedos mientras aceleraba el ritmo.

—Te amo. —Su voz era hermosa, un susurro ronco en mi oído que me envió hacia el precipicio. Ambos llegamos hasta él con segundos de diferencia.

Fue mi susurro en su oído lo que nos llevó al borde cuando finalmente llegamos a la ducha. Llegué cuatro minutos tarde a clases, pero entré de todos modos, le envié una sonrisa tímida al profesor y tomé mi lugar.

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El clima era agradable y no sofocante, por lo que nuestro pequeño grupo almorzó afuera, sentados bajo la sombra de uno de los gruesos robles cerca de la biblioteca. Lucas echó su sombrero de bombín hacia arriba, el de la fiesta de Halloween del año pasado, mientras fruncía el ceño a la docena de vasos de plástico en frente de él. Estaba construyendo una pirámide. No le pregunté nada.

Abrí el popote y lo puse a través de mi vaso mientras me quitaba mis sandalias. Sophia se estiró para tomar mis pies y le lancé una mirada asesina.

—Tocas mis pies y te mueres.

—Habla en serio. —Joe me dio un codazo—. Le toqué el dedo meñique del pie una vez y casi perdí un dedo.

—Eso no es la única cosa que casi perdiste.

—Oh, eso suena serio. —Sophia miró a su tarrina de mayonesa y luego sus papas fritas. Suspiró—. Extraño a Roberto. Me encantaba asquearlo con mis papas fritas.

—Bien, nos tienes a nosotros para asquearnos. —Los labios de Lucas se curvaron—. Lo que por cierto estás haciendo en este momento.

—No es lo mismo. —Hizo una mueca—. Roberto era guapo.

—¿Perdón? —Lucas casi derribó su pirámide—. Yo también soy guapo.

Joe frunció el ceño. —Y yo también.

Le di un codazo en el estómago.

—Bueno, para recalcar lo obvio. —Sophia envaró su papa en la mayonesa con ánimo—. Lucas, a ti no te gustan las chicas. Joe, estás irremediablemente enamorado de _____, y eso deja a Roberto.

Sonreí.

Lucas levantó la vista, sus labios deslizándose en una pequeña sonrisa. —Bueno, hay alguien más.

Torciendo mi cintura, seguí su mirada. Jase estaba al otro lado, dirigiéndose hacia nosotros.

Sophia suspiró. —Sí, no podría soportarlo.

—¿Por qué no? —le pregunté, mirando al amigo de Joe.

Hizo un sonido evasivo. —Él no es el tipo dedicado a las relaciones o eso he oído.

—¿Y tú quieres una relación? —cuestioné.

—No —se echó a reír, sumergiendo su papa en mayonesa—, pero tengo la sensación de que con alguien como él, una vez obtienes su sabor y siempre vas a querer más.

—¿Algo así como el crack? —sugirió Lucas.

—O los Cheetos —agregó Sophia .

Joe hizo una mueca mientras tomaba algunas de mis papitas fritas. Le dirigí una mirada, la cual arruiné cuando le besé en la mejilla.

Jase se sentó con nosotros, estirando sus largas piernas. Parecía un poco apagado, sus facciones casi perfectas pálidas.

—Está bien. ¿Estoy alucinando o acabo de ver a tu hermana entrar a Knutti?

—No, no estás alucinando —respondió Joe—. La viste. Se inscribió aquí tarde.

—Oh. —Los ojos de Jase se estrecharon mientras miraba a lo lejos—.Eso es... eso es bueno.

Atrapé la mirada de Joe y se encogió de hombros. Con su mirada todavía centrada en algo que nadie más veía, Jase se acercó a Joe y robó un puñado de mis papas fritas.

—¿Qué rayos? —exclamé.

Joe se rió. —Tus papas no están seguras.

—Obviamente —murmuré, mirándolos a ambos.

Jase me guiñó un ojo y era tan malditamente atractivo como Joe haciéndolo. —¿Todos van a venir este fin de semana?

Asentí y nuevamente me sorprendió una vez más la gran diferencia que un año hace. El año pasado, alrededor de este tiempo, ni siquiera hubiera considerado asistir a una fiesta, especialmente una organizada por una fraternidad. Sonreí para mí misma mientras terminaba de comer el resto de mis papas antes de que los chicos se las comieran.

—¿Realmente van a tener un cerdo? —preguntó Sophia —. Porque el año pasado, no fue un cerdo. Era un pavo salvaje y era absolutamente asqueroso.

Jase se echó a reír. —Vamos a tener un lechón esta ocasión.

A mi lado, el bolsillo de mi mochila vibró. Curiosa de quién podría ser, porque todos los que me contactaban estaban aquí sentados, abrí el bolsillo y saqué mi teléfono. Era un mensaje de texto, un texto de un número de teléfono normal. Con un código de área de Texas.

"Es Molly. ¿Podemos hablar cuando tngas tiempo? x favor."

Un pequeño temblor atravesó por mi brazo mientras miraba el mensaje. Molly no se había puesto en contacto desde que salí de Texas. Nada sobre ella y sus mensajes eran tan amables, aunque éste tampoco gritaba amigas x siempre. Inmediatamente le respondí. "Sí. Te llamo esta noche."

Pasaron varios minutos mientras miraba fijamente el teléfono. Molly respondió con un: "Está bien", y todavía me encontraba aturdida.

—¿Todo bien? —preguntó Joe, colocando su mano en mi espalda baja. La preocupación ceñía sus cejas.

—Sí. —Metí mi celular de nuevo en la mochila. Todo está bien. Tal vez no perfecto, pero la vida no estaba destinada a hacerlo. Era complicada y a veces era un desastre, pero había belleza en el desorden y paz en el desastre.

No sé lo que mi vida habría sido si no me hubiera decidido a desgarrar mi vida y dejar el pasado atrás. Sabía que no sería así. Y también sabía que si no hubiera conocido a Joe, no estaría sentada aquí. Tal vez habría llegado a dónde estoy ahora por mi cuenta, pero era lo bastante mujer para admitir que tuve ayuda.

Y era lo suficientemente mujer que cada vez que miraba al cielo en la noche y veía la Corona Borealis —o algo que se parecía— le daba las gracias.

Me recosté sobre el pecho de Joe, incliné mi cabeza hacia atrás, ahuecando su mejilla. Atraje su boca a la mía y lo besé con suavidad.

—Gracias.

Sus labios se curvaron hacia un lado.

—¿Por qué?

—Por haberme esperado.

Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora