Lanzando mi libro de historia sobre el borde de la cama, me recosté y coloqué las manos sobre mis ojos. Apenas era jueves por la tarde y ya me sentía con ganas de arrancarme la piel. Supongo que podría limpiar algo.
Bostecé. Mi celular sonó sobre la mesita de noche, y me giré para agarrarlo. Tenía algo de miedo al mirar la pantalla, así que lo hice con un ojo cerrado. Como si de alguna manera eso mejorara las cosas si era ese idiota amistoso del vecindario.
No lo era. Sentándome, abrí un mensaje de José. Sólo dos palabras y ya sonreía como una idiota.
"¿Me extrañas?"
Respondí con un: No.
La respuesta fue casi inmediata. "Si fueras Pinocho, tu nariz cruzaría todo el estado."
Crucé las piernas y me apoyé en la cabecera. "¿Pinocho? Suena como tu nivel de lectura."
"Ja. Me hieres. Profundamente."
"¿Creí que no tenías sentimientos?"
"Mentí. Tengo tantos sentimientos x ti." Antes que pudiera responder, llegó otro mensaje. "Cuando miento, me crece otra cosa."
Me reí en voz alta. "Gracias por compartir eso conmigo."
"D nada. Sólo te mantengo al tanto de todo."
"Puedes ahorrártelo". Mordiéndome el labio, volví escribir: "¿Llegaste a casa?"
Pasaron unos minutos mientras miraba fijamente mi teléfono.
"Sí. La familia me está bañando en afecto. Podrías aprender d ellos."
"Creo que ya tienes suficiente atención."
"Estoy necesitado."
"Oh, no sabía eso."
Pasaron otros pocos minutos. "¿Qué stas haciendo?"
Apoyada sobre mi espalda, crucé las piernas. "Estoy leyendo."
"Nerd."
"Idiota."
"Apuesto q me xtrañas."
Mi sonrisa alcanzó proporciones vergonzosamente épicas. "Apuesto a que tienes mejores cosas que hacer en estos momentos."
"Nop". Algunos segundos después: "¿quién eres?"
Fruncí el ceño cuando me senté.
Y luego: "Lo siento, mi hermana acaba de robarme el celular."
Me relajé. "Suena como una hermana bastante genial."
"Lo es. A veces. Ella está más necesitada que yo. Debo irme."
Le respondí: "Hablamos luego."
El resto de la tarde pasó, y para las nueve de la noche, consideré brevemente tomar algo de NyQuil sólo para poder dormirme. Desde la sala, volví a escuchar a mi celular. Lanzando mi cepillo de dientes al lavado, salí corriendo como loca hasta la sala y desaceleré un poco mientras me acercaba más al teléfono.
"Sal conmigo."
Riéndome, olvidé la pasta de dientes en mi boca y terminé escupiendo un montón de espuma blanca por toda mi barbilla y camisa.
—Jesús, soy una tonta.
Me limpié y luego le respondí a José. "Preguntarme por mensaje no es muy distinto a preguntarme en persona."
"Pensé en intentarlo. ¿Qué estás haciendo? Yo le stoy ganando a mi papá en un juego d póker."
Sonreí al imaginármelo con su familia. "Me preparo para ir a la cama."
"Desearía estar ahí."
Mis ojos se abrieron. "¿Qué qué?"
"Espera, ¿estás desnuda?"
"¡¡¡No!!!" Respondí. "Pervertido."
"Demonios. Al menos tengo mi imaginación."
"Eso es todo lo que alguna vez tendrás."
"Ya veremos."
"No, no lo harás."
"Voy a ignorar eso. De acuerdo. Debo irme. Papá me está ganando."
"Buenas noches, José"
"Buenas noches, _____"
Después de eso, sostuve el teléfono durante una indecente cantidad de tiempo y lo llevé hasta mi habitación. Últimamente, había tomado el hábito de colocarlo en silencio durante la noche, ya que nunca sabía cuándo llegarían mensajes de LLAMADA DECONOCIDA. Pero esta noche, lo dejé con sonido.
Sólo por si acaso.
__________________________________________
La mañana del domingo no estuvo bien sin José, su obsesión con los huevos hervidos, ese bendito sartencito, y todas esas ricuras horneadas. Me desperté temprano, como si algún reloj interno estuviese esperando que él tocara mi puerta. Por supuesto, no sucedió, y tampoco me escribió en todo el día. Me imaginaba que estaba pasando tiempo con su familia y amigos que aún vivían allí.
Intenté no extrañarlo, ya que sólo era un amigo, y aunque deseaba que Brit y Lucas estuvieran aquí, no los extrañaba, extrañaba. No era lo mismo. O quizá sí.
Hice una mueca de asco cuando saqué una caja de cereal. En realidad se me antojaban unos panquecitos de arándanos. Comí mi cereal sintiéndome bastante malhumorada.
Acababa de terminar de lavar el bol, cuando mi teléfono sonó. Corrí hasta la sala de estar y me detuve cuando vi el nombre en el identificador de llamadas.
Mamá.
Ooooh, demonios.
El teléfono siguió sonando mientras me debatía entre contestarlo o lanzarlo por la ventana. Sin embargo, debía contestarlo. Mamá y papá nunca llamaban. Así que debía ser importante. Me encogí de hombros al contestar. —Hola.
—_____.
Ah, allí estaba esa voz, la culta, seca, altamente impersonal, y fría de la Sra. __(TA). Me tragué una cadena de groserías que harían arder sus perfectos oídos. —Hola, mamá.
Hubo un enorme silencio. Mis cejas se alzaron al preguntarme si había marcado mal o algo parecido. Finalmente, habló—: ¿Cómo está Virginia del Norte?
Dijo "Virginia del Norte" como si fuera algún tipo de enfermedad venérea. Rodé los ojos. Algunas veces, mis padres olvidaban de dónde provenían. —Está bastante bien. Te levantaste temprano hoy.
—Es domingo. Theo insistió en desayunar temprano con tu padre en el club. De otra manera, no estaría despierta a estas horas.
¿Theo? Caí sobre el sofá con la boca abierta. Por el amor de los bebés de todo el mundo, Theo era el padre de Blaine. Mis padres, son tan... tontos.
—_____, ¿estás ahí? —La impaciencia llenó su tono.
—Sí. Estoy aquí. —Tomé una almohada y la lancé sobre mi regazo—. ¿Van a ir a desayunar con el Sr. Fitzgerald?
—Sí.
Y eso fue todo lo que dije sobre el tema. Sí. Como si no fuese gran cosa. Los Fitzgerald le pagaron a los __(TA) y fui etiquetada como una zorra mentirosa, pero todo estaba bien, ya que aún podían disfrutar de desayunos en el club.
— ¿Cómo está la escuela? —preguntó, pero sonaba aburrida.
Probablemente se encontraba navegando en internet en busca de su próxima operación cosmética—. ¿_____?
Oh, por Dios santo. —La escuela está perfecta. Virginia del Norte es perfecta. Todo está perfecto.
—No me hables en ese tono, jovencita. Después de todo lo que nos hiciste pasar...
— ¿Todo lo que les hice pasar? —Estaba viviendo en un universo alternativo.
—Y que aún nos haces pasar —continuó como si no hubiese dicho una palabra—. Claramente estás del otro lado del país, yendo a alguna pequeña universidad en Virginia del Norte en vez de...
—Esta escuela no tiene nada de malo, mamá, ni Virginia del Norte. Naciste en Ohio. No hay mucha diferencia...
—Eso es algo que intento no recordar. —Su rabieta era bastante épica—. Lo cual me lleva al motivo de esta llamada.
Gracias a Dios, al bebé Jesús, y al Espíritu Santo.
—Tienes que venir a casa.
— ¿Qué? —Abracé la almohada contra mi pecho.
Suspiró. —Necesitas dejar de juguetear y regresar a casa, ______. Ya dejaste bien claro tu punto haciendo algo tan infantil como esto.
— ¿Infantil? Mamá, odiaba estar ahí...
— ¿Y a quién debes culpar por eso, _____? —Algo de la frialdad salió de su voz.
Mi boca se abrió de par en par. Esta no era la primera vez que me decía algo como eso. Ni de cerca, pero aún así, se sentía como un golpe en el pecho.
Miré fijamente la ventana, sacudiendo la cabeza con lentitud.
—Sólo queremos lo mejor para ti —comenzó de nuevo, recuperando el frío distanciamiento con una jodida línea—. Eso es todo lo que siempre hemos querido, y lo mejor que puedes hacer es venir a casa.
Comencé a reírme, pero se quedó estancada en mi garganta. ¿Ir a casa era lo que más me convenía? Esta mujer estaba loca. Sólo por hablar con ella sentía que la locura se me pegaba.
—Aquí han sucedido algunas cosas —añadió, y luego aclaró su garganta—. Deberías volver a casa.
¿Cuántas veces había hecho lo que ellos querían? Demasiadas veces, pero esta vez no podía ceder. Ir a casa equivalía a meter mi cabeza en una trituradora de carne y luego preguntar por qué dolía. Tomé una gran bocanada de aire y abrí los ojos. —No.
— ¿Disculpa? —Su voz se volvió chillona.
—Dije que no. No volveré a casa.
—_____ _(TA)...
—Debo irme. Fue lindo hablar contigo, mamá. Adiós. —Y luego colgué el teléfono antes que pudiese decir algo más. Lo coloqué en la mesita de café y esperé.
Pasó un minuto, dos y luego cinco. Soltando un suspiro de alivio, colapsé contra el sofá. Sacudí la cabeza, literalmente impresionada por esa conversación. Mi madre estaba desquiciada. Cerré los ojos y masajeé mi sien. ¡Qué manera de empezar un domingo por la mañana!
Un repentino golpe en la puerta me sobresaltó.
Me levanté y rodeé rápidamente el sofá preguntándome quién podría ser. Era demasiado temprano como para que alguno de mis amigos haya vuelto de casa. Demonios, ni siquiera eran las nueve todavía, lo que significaba que probablemente era demasiado temprano para que algún asesino en serie hiciera alguna visita.
Me estiré y vi por la mirilla. —No puede ser. —Mi corazón hizo unas volteretas mientras abría la puerta—. ¿José?
Se giró, con una sonrisa torcida en sus labios. En sus manos había una bolsa de supermercado.
—Bueno, me levanté alrededor de las cuatro de la mañana y pensé que podríamos comer algunos huevos. Y comer huevos contigo es muchísimo mejor que hacerlo con mi hermana o mi papá. Además, mamá hizo pan de calabaza. Sé lo mucho que te gusta el pan de calabaza.
Sin palabras, me hice a un lado y lo vi llevar sus bolsas a la cocina. La parte de atrás de mi garganta quemaba, y mi labio inferior hacía un raro baile tembloroso. Un nudo muy profundo en mi garganta se soltó. Mi cerebro se apagó. Ni siquiera cerré la puerta de enfrente ni sentí el aire frío cubrir mis tobillos desnudos. Simplemente avancé, atravesando la distancia entre la puerta y la cocina. José se giró justo cuando me lancé sobre él.
Me atrapó y tropezó hacia atrás mientras envolvía sus brazos alrededor de mi cintura. Enterré mi cabeza contra su pecho, con los ojos cerrados y el corazón acelerado.
—Te extrañé.
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Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.
RomanceAlgunas cosas valen la pena esperar... Viajando miles de kilómetros de su casa para entrar a la universidad es la única manera para ___ ___(TA), de diecinueve años, para escapar de lo que sucedió en la fiesta de Halloween hace cinco años, un acontec...