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¿Sabías qué?

¿Sabes una cosa? Amo a una persona. Si, amar, un sentimiento que se escapa a mí entendimiento. Si lo miro desde otra perspectiva me pregunto ¿Por qué esa persona? Pero en mi interior me respondo con: solo puede ser esa persona. También me gustaría saber por qué mis sentimientos dependen de la persona que amo. Si está triste, me pongo triste. Si está feliz, me pongo feliz. Me siento atado, agobiado, agarrado. Sin opción de salida. Esa persona que amo ya no está conmigo. Nunca volverá a estar. Su sonrisa está impregnada en mi consciencia como la silicona. No puedo olvidarla, no puedo abandonarla. He pensado en ir con ella, poder volver a verla. Pero siempre acabo bajando las escaleras. ¿Soy un cobarde por no acercarme a mi amor? Puedo serlo, pero ¿Realmente merece la pena? No encuentro más motivación que la de despertarme y que sus ojos sean los que me iluminen el día. La de compartir mis sentimientos con una persona que los comprenda, entienda y me apoye. La de besar esos labios temblorosos, abrazar ese cuerpo perfecto, acariciar esa cara brillante. Y lo más importante. La de ver feliz a esa persona por el resto de mis días. Mirándolo desde esta perspectiva, quizás el reencuentro no sea tan mala idea. Solo espero que esté donde esté, la luna sea capaz de guiarme.