Vicios II

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El salón del casino estaba a rebosar. Las tragaperras estaban llenas de jóvenes gastando sus ahorros de la universidad, el black jack lleno de señores bien vestidos, con elegantes accesorios y copas de vino, riendo y apostando cada vez más.  La ruleta tenía a 4 señores dando vueltas al rededor del crupier, intentando buscar la manera de alterar el resultado supongo. En la mesa de black jack aparecieron unos seguratas y se llevaron a dos de esos señores bien vestidos a la sala de solo personal. Nada extraño, lo normal en estos ambientes. Ya estoy acostumbrado a ellos. Paso más tiempo en este ambiente lúdico que en el salón de mi hogar, o mi propia habitación. ¿Mi pasatiempo? El poker. No soy malo, pero tampoco soy el mejor. Me mantengo para no arruinarme, aunque últimamente tengo que  tirar de apuestas más bajas. Hay varios chicos que parecen haber estudiado técnicas para ganar o algo. Arrasan en la mesa.
Intenté jugar con ellos a ver si había suerte. Empecé frio, con una mano horrible. 50 pavos timidillos. Para ver si caían en la treta. Sumaron 100 pavos. Miré mis cartas y entonces me golpearon en la cabeza con una botella de cerveza. Irónicamente, mi marca preferida. 
Me levanté en el hospital, confuso, desorientado. Allí estaba mi familia. Mi mujer, mi hijo y mi padre. Sus caras pintaban un cuadro. Tristeza y desolación absoluta hacia mi situación actual. En un mundo movido por el dinero, solo se preguntaban como podrían pagar todos mis tratamientos. Porque claro, no ha sido una lesión leve. Va a necesitar tiempo y medicinas. O lo que es lo mismo, dinero y dinero. Mi mujer no trabajaba, mi hijo tenía 10 años y mi padre estaba jubilado. La única forma de pagar mis facturas era con el dinero que ahora descansaba el las arcas del casino. La desolación y la desesperación se apoderaron de mi en ese momento. Mi familia, con una expresión de tristeza aún inscrita en la cara, dejaron la factura encima de la mesilla de la cama y se retiraron. En la factura había un texto escrito. Dice así: "gracias papá por gastar todo nuestro dinero en juegos de cartas"

Al cabo de 3 días en el hospital, no volví a ver a mi familia. No me respondían a las llamadas, los médicos no tenían ningún conocimiento de ellos y el dinero nunca entró en el hospital. Me sentida abandonado, como un perrillo o un gatito callejero. Son familia, sin movilidad, sin dinero, sin nada.

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