¿Esto que siento es...?

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Madara llegó a su casa, cubierto de nieve, congelado y frustrado. Su mente desvariaba por todo tipo de pensamientos negativos. Desde la frustración por haber perdido a Danzo hasta su decepción por intentar encontrarle y fracasar al matarle. ¿Que haría ahora que alguien como él sabía que Madara fue de visita al clan Senju? Debió pensar mejor. Debió intentar hacer las cosas diferentes. Debió hacer algún tipo de escándalo. No sé, tal vez quemar medio palacio Senju y no haberse distraído hablando con el estúpido de Tobirama y el estúpido de Hashirama.

El azabache se encerró en el baño quitándose los restos de nieve de la túnica. Estaba congelandose, pero antes de entrar a su casa le había dado a su caballo comida, abrigo y hasta encendió un pequeño fuego cerca del establo. Se lo merecía luego de semejante viaje, aún si eso le había congelado las manos al Uchiha.

Decidió cuidarse un poco él también y darse una ducha de agua caliente, mientras pensaba su nueva estrategia. Debía actuar rápido. Debía hacer algo para que no descubrieran que había cuidado de Tobirama.

Y lo peor de todo es que quien lo había descubierto era el Shimura que tanto detestaba. ¡Maldición!

Tal vez atacar a los Senju no era una mala estrategia. Demostraría que él, como líder de los Uchiha seguía firme en sus ideales.

Que aunque visitase a los Senju, eso no dictaminaba que eran aliados. Y también demostraría que tenía los huevos suficientes como para atacar él solo a otro clan enemigo. Eso era bastante aterrador.

Pero no tenía herramientas para hacerlo más que sus propias manos. Tampoco había consultado la idea de atacar a los Senju con su clan.

Y ya sea a favor o no, hacer algo en guerra a espaldas de tu clan podía ser motivo de destierro.

Joder...

El tiempo se agotaba rápidamente. La reunión oficial entre clanes probablemente sería la próxima semana. Debía pensar en algo rápido y actuar. Sobre todo, actuar.

El azabache salió de ducharse decidido a no dormir. Buscaría sus cosas en el cuarto. Documentos, mapas, registraría si tenía las herramientas suficientes para planificar y presentar acciones ante su clan cuánto antes.

No sé rendiría, lucharía por superar esa situación. Debía hacerlo, por ellos.

Cuando deslizó la puerta, se encontró a los chiquillos durmiendo en su cama. Eran un montón de bultos cubiertos entre frazadas, abrazados entre ellos y respirando suavemente.

Al parecer, le habían extrañado.

Madara se sentó junto a la cama.

Todos sus ideales de combate se escapaban de su mente en cuanto miraba a los chiquillos. Ellos sacaban ese lado pacifista y suave que el azabache no gustaba de demostrar.

No pudo interrumpirlos, se sentó junto a la cama. Recordó entonces que buscaría la mejor solución para ellos. Debía hacerlo. Tenía que asegurar un buen futuro para su familia.

Obito se volteó hacia donde Madara estaba sentado, y estiró el brazo durmiendo. Pero lo suficiente para que el azabache le tomara de la mano.

Al sentir aquel cálido contacto, el chiquillo abrió lentamente los ojos.

-Sensei... Bienvenido a casa.-

El azabache le dedicó una ligera sonrisa.

-Duerme, mocoso. Aún no es de día-

El chiquillo se acerca aún más al borde de la cama, y se aferra al brazo del azabache, acomodándose nuevamente para dormir.

Madara comprendió que no podría escapar de aquella situación. Pero decidió no quejarse.

•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora