Enemigos al acecho (parte 1)

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Cuando el sol se puso en el horizonte, los azabaches recibieron la llegada de Madara con frivolidad. No estaban sorprendidos de la llegada de los Senju. Madara ya les había informado que ellos ayudarían con las reconstrucciones.

Sin embargo, la cautela siempre debía mantenerse a flor de piel. Aquellos que antes portaban un arma ahora permanecian firmes.

Y si algo sabía el clan del abanico, es que la confianza no era fácil de brindar. Mucho menos se podía confiar en aquellos que días antes les hubieran cortado la cabeza. Por ello, no hubo palabras, gritos o incluso furia en los ojos de los Uchiha.

El silencio podía ser un arma útil para medir al enemigo.

La primera en acercarse fue Mikoto, al ver nuevamente a los niños. A pesar de que llevaban máscaras, ella pudo reconocerlos al instante. Sus pequeños estaban de vuelta sanos y salvos, tal y como su líder prometió.

-¡Itachi! ¡Sasuke!- rápidamente la mujer envolvió a los niños en un fuerte abrazo. -¡Que alivio verlos bien!-

-¡Mamá!- el chiquillo correspondió a aquel cálido contacto. Ahora era el momento en donde debía dar explicaciones. Después de todo, estuvo en el territorio del clan Senju y eso no era precisamente algo que agrade a los Uchiha. Pero, no quería que la mujer se enfadara o algo similar. Solo esperaba estar haciendo lo correcto. -Yo... Estuvimos en..-

-Lo sé, mi niño. Madara ya me lo ha dicho todo.- la mujer interrumpió al niño, disipando todas sus dudas.

-Ya veo.- claro, tenía sentido. Entonces tal vez por ello Madara se había ido la noche anterior.

Itachi sonrió ligeramente, Madara siempre iba un paso por delante.

-Pero no se lo digas a tu padre.- la joven le guiñó un ojo. -Ya sabemos cómo es. ¿Vale?-

El chiquillo asintió, mucho más relajado.

Madara le dió órdenes a los Senju de repartir provisiones y reparar las casas dañadas. El carruaje que había llegado con alimentos y ungüentos medicinales, poco a poco se fue vaciando. Una vez limpio, se cargó con escombros y eso les permitió a los Uchiha limpiar las calles de todos los restos del combate.

Sin embargo, nadie hablaba entre si. Aquella puesta de sol era acompañada de un aire triste, puesto que la mayoría de los Uchiha permanecian en duelo por sus compañeros caídos en combate.

Y por otro lado, quemar todos los cuerpos masacrados de los Shimura fue agotador. Al menos, los niños no habían presenciado todo el fino espectáculo de levantar cadáveres y lanzarlos al fuego. Madara agradecía eso.

Mikoto se acercó a él.

-Lo único pendiente son las reparaciones de los hogares, Madara-sama. Del resto, ya casi hemos terminado.-

-Perfecto. Informa que la paz entre los Uchiha y Senju es oficial. El Daimyo ha dado su aprobación.-

La mujer sintió como su corazón se aceleró. Vaya forma de soltar tremenda noticia.

-¡Enseguida!- la mujer llamó a varios mensajeros y les indicó que brindaran esa información calmadamente al resto de integrantes del clan.

Madara no parecía prestar demasiada atención a sus propias palabras o lo que sucedía a su alrededor. Ya llevaba todo un día sin dormir y yendo de un lado a otro. Una nube de pensamientos giraba a su alrededor sin permitirle distraerse. Se sentía agotado. Necesitaba descansar.

-¿Madara-sama?- la mujer llamó su atención.

-Dime.-

-Puedo encargarme de todo en caso de que usted necesite descansar.-

•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora