Lo nuestro es diferente...

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—¡Buenos días, Madara-sama!—

Dos shinobis reciben a Madara en la entrada del despacho del moreno con una reverencia cordial y cargada de respeto, algo bastante inusual de ver para el Uchiha.

Generalmente, quienes se inclinaban ante él lo hacían con miedo en sus corazones y el cuervo podía notarlo sin problema.

Al parecer, se estaban tomando enserio el trabajo de mantener la paz. Que irónico que la mente del azabache tuviese cada vez más la convicción de que todo eso era inútil.

El Uchiha suspiró pesadamente. Sabía a lo que tendría que enfrentarse ahora que cruzara la puerta. Pero si en algo tenía razón el albino, era que debía hablar con el líder de lo Senju ahora mismo.

Giró el picaporte cuidadosamente y se asomó. La luz del sol entraba por todas las ventanas y convertía aquel espacio de debates políticos y trabajo sin parar en una bonita sala típica de un palacio de aristócratas. Brillos por todas partes, columnas de mármol y otras idioteces que solo los más privilegiados (como los Senju) disponían.

El Daimyo adoraría esa vista en cuanto visitara a ambos clanes para la festividad de la paz. Y en cambio, ahora mismo, toda esa visión le brindaba a Madara mayores culpas sobre su hombro.

Lo que hablaría con Hashirama era delicado, al punto que toda la bonita vista de una tarde soleada podía convertirse en un amargo recuerdo en su memoria.

Sin embargo, el moreno no le vió pasar. Estaba dormido, recostado encima de pergaminos y otras tonterías. El escritorio no era precisamente un lugar cómodo para ello, pero probablemente el cansancio le había vencido.

Madara suspiró ligeramente y cerró la puerta detrás de si.

Caminó hacia el escritorio y se sentó frente al moreno. Hashirama seguía sin mover un solo pelo.

Madara carraspeó.

Nada.

—Hashirama.— dijo el azabache, intentando llamar la atención del moreno.

Sin embargo, el mencionado frunció el ceño y se acomodó aún más sobre el escritorio.

—¿Qué?— murmuró, quejándose. Acto seguido, ocultó aún más su rostro entre sus brazos, negado a despertarse.

El azabache no solía tener paciencia con esas cosas. Normalmente habría golpeado a Hashirama o le hubiese levantado la voz para que se dejara de idioteces.

Pero el ambiente se sentía muy tranquilo. Y creía que por ahora, debía seguir la corriente.

Se acercó aún más al moreno.

—Hashirama, despierta.— le dijo suavemente. —Ya estoy aquí.—

—¿M...Madara?— el moreno balbuceó, aún con los ojos cerrados. —¿Dónde... has estado?—

—Necesitaba descansar unos días. Pero he vuelto. Levanta, tengo que hablar contigo.— Parecía que al menos el roble era capaz de escucharle, aún estando prácticamente dormido.

—Te quiero mucho, Maddy.—

Aquellas simples palabras descolocaron la mente calmada del Uchiha, quien miró a su amigo completamente perplejo y se sintió más vulnerable de lo que ya estaba. ¿Qué diablos decía? ¡¿Estaba realmente dormido?!

—¡Despierta de una vez!—

El azabache levantó un poco la voz. Lo suficiente como para activar las dos neuronas de Hashirama y despertarlo por completo.

•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora