Independientes

565 75 6
                                    

Cuando Tobirama despertó, el aroma de un rico desayuno hizo que su estómago soltara un gruñido. Conocía lo bien que olía el tempura y los huevos fritos. Bueno, luego de una noche jodidamente extraña, comer bien no venía mal. Sobre todo cuando el primer día en esa casa habia probado apenas dos bocados de comida. Probablemente, si ahora le dejabas una vaca en frente al albino, este la devoraría encantado sin dejar un bocado. Maldita sea, estaba muy hambriento.

Apenas se movió notó su cuerpo más ligero. Dolía mucho menos en comparación al día anterior. La puerta de su habitación estaba abierta. Y junto a él, había un vaso de té. Eso no estaba allí la noche anterior. ¿Acaso Madara se había tomado todas esas molestias por él? No, imposible. Pero agradeció el té igualmente, a pesar de que ya se había enfriado.

Cuando se lo acercó a la boca, sintió náuseas.

Eso no era té. Era una mezcla de manzanilla, oliva y aloe vera, tal vez otras hierbas o plantas más. Y su consistencia era ligeramente viscosa. Le recordaba a los ungüentos que preparaba su madre cuando Tobirama se lastimaba durante los entrenamientos.

Itachi entró en la habitación con unas vendas nuevas en la mano.

-¡Ah!- se alarmó y le quitó el vaso de la mano al albino. -¡No beba eso, es un remedio casero!¡Le traeré agua si quiere!-

-Tranquilo mocoso, ni loco bebería esa cosa. Huele terriblemente mal.- el albino se frotó la nariz a modo de disgusto, deseando que esa peste se borrara de su memoria.

-Bueno, es lo mejor que hay para que sus heridas sanen rápido. Lo preparamos con Shisui esta mañana. Usar chakra únicamente no cerrará sus heridas por completo. Aunque debe sentirse un poco mejor después de la sesión de esta mañana.-

El chiquillo hablaba como todo un experto en medicina. Prácticamente desde que el albino había llegado, estaba atento a los otros mocosos y prestaba suma atención al mínimo detalle que les pusiera en peligro. Era un gesto muy dulce. Y las cosas aplicaban para él. Solo que, a diferencia de los chiquillos, Tobirama no era un Uchiha. Y aún así, ahí lo tenías, atento a todo.

-¿Qué sucedió anoche?- la pregunta del menor fue completamente directa. El albino se encontró al infante de siete años con la misma expresión que su madre tenía cuando estaba por regañarle. -Habia un kunai clavado al costado de su cabeza. Y su pierna tenía un moretón. ¿Mi Sensei no respetó lo que hablamos?-

-Solo estábamos jugando.- respondió. Era la respuesta mas simple que podía dar. Y por un momento fue cierta.

El chiquillo frunció el ceño. No estaba convencido en absoluto con esa respuesta. Madara había salido esa mañana de su cuarto con una expresión realmente aterradora. Lucía demasiado furioso e intimidante. Y simplemente tomó sus cosas y se largó. Había pasado algo entre los dos adultos, pero no podía deducir el qué. Además en la mesa de la sala había botellas de Sake y un vaso roto. Lo curioso es que los chiquillos no habían oído peleas ni cosas de ese estilo. Seguramente fue una discusión silenciosa.

-¡Jugando mis cojones!- vociferó en voz alta. Era la primera vez que Tobirama oía al menor insultar. Pero le pareció una reaccion decente.

-Mocoso, no insultes.- Tobirama se levantó del futón. La verdad es que no le apetecía cambiarse las vendas y ponerse el ungüento ese de hierbas. Lo haría luego. Ahora su principal prioridad era comer.

Itachi decidió dejar las cosas en el cuarto y seguir al albino camino a la cocina. El peliblanco se encontró a todos los chiquillos limpiando la casa, cual duendecillos mágicos. Habían cocinado su propio desayuno y ordenado todo. Se estaban reuniendo para comer. Y eso incluía al albino.

•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora