Una velada mágica (Segunda parte)

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Madara sacó a los chiquillos afuera, al balcón del palacio. Se cruzó de brazos rabioso.

En cuanto nadie parecía prestar atención ni escucharles, se arrodilló ante los chiquillos y los cubrió con un fuerte abrazo.

—¿Están todos bien?—

Los chiquillos se aferraron a él como si sus vidas dependieran de ello.

Tobirama salió al balcón en ese momento. Nota la situación en la que el grupo de Uchihas está envuelto y desvía la mirada. 

—Senju.—

—¿Mm?— el peliblanco intenta ignorar lo que sabía que escucharía. Sus mejillas se sonrojan ligeramente.

—Gracias.— Madara no suelta a los chiquillos. Él no se había dado cuenta de la presencia de Danzo en la fiesta. Estaba demasiado atareado y molesto. De no ser por el albino, quién sabe que demonios hubiese sucedido.

—¡Ah!— Itachi nota la herida en el labio de Madara. —¡Sensei! Tus labios...—

El azabache se toca la herida. Sangraría por un ratito, pero no era realmente profunda.

—No te preocupes, mocoso. No es algo grave. ¡No exageres!—

Nota que le duele la cabeza. Probablemente consecuencia del estrés y la rabia.

Realmente no quería seguir con todo aquello. Necesitaba descansar.

—¿Necesitas ayuda de algún tipo, Uchiha?— El albino se niega a dejar solo al azabache o a los chiquillos. Ya tuvieron demasiado estrés dentro.

El azabache niega con la cabeza. Se incorpora y mira al peliblanco a los ojos.

—Ya has hecho suficiente.—

Tobirama se acerca al Uchiha e intenta limpiarle la herida del labio con un pañuelo, pero el pelinegro lo rechaza.

—No exageres tú tampoco.—

—Imagino que vas a dar un discursito de que has tenido heridas peores. Pero si alguien te ofrece ayuda no deberías rechazarle.—

—¡Tsk! Cállate, imbécil.— el azabache toma el pañuelo de tela y se cubre el labio.

El albino arqueó una ceja.

—Hace un instante me dabas las gracias por ayudarte, ahora me insultas. ¿Quién te entiende?—

—Déjame en paz, estoy perfectamente.— No necesitaba nada. Solo sentarse a descansar. Debía volver adentro.

—La fiesta puede esperar.—

—Si desaparezco ahora, las viboras no podrán esperar. Y lo sabes.—

Tobirama se cruza de brazos.

—¿Te importa más lo que la gente diga de ti que tu salud? Deberías hacer lo que realmente te da la gana.—

Lo que realmente le daba gana al azabache era cortarle la cabeza a Danzo. Pero ya que no podía hacerlo, al menos quería mantener su orgullo intacto.

Nota entonces que Fugaku se va del palacio camino a casa. Puede verlo desde el balcón, saliendo del palacio.

El padre de los mocosos iría a informar a Mikoto como debía ser. Genial.

El azabache esperaría a que la mujer recogiera a los chiquillos en el palacio. Sería lo mejor para no dejarlos solos con Fugaku y al mismo tiempo, quedarse en la fiesta el tiempo suficiente para dar una buena impresión y joder a Danzo al mismo tiempo.

•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora