•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)

Camelias sobre la mesa

Eran las flores perfectas. Su significado en japonés es «amor perfecto», aunque también «humildad» y «discreción». Son las flores del tiempo, flores que nacen con la llegada de la primavera y se mantienen vivas resistiendo incluso el frío del invierno.

Decoraban el kimono elegante, en un hermoso patrón floreado que daba un toque especial a aquella tela blanca y suave. Flores rojizas, brillantes así como el cabello atado en dos rodetes que llevaba aquella mujer. Bajó de la carroza sin dificultad alguna, siendo escoltada por dos shinobis. En sus manos, cargaba una sombrilla para el sol, pero la cerró al ver que no había un sol brillante del cual protegerse. Un rombo brillante decoraba su frente, dos ojos castaños bien claros y una mirada seria y firme. Piel blanca, una joven que emanaba delicadeza y suavidad por doquier. 

Esa era Mito Uzumaki. 

Y Tobirama lo notó al instante en el que vió el bordado en forma espiralada en el vestido de aquella pelirroja. No tenía que ser demasiado inteligente para comprender la furia de su hermano ahora. Ni la visita inesperada. Simplemente se remontó a las palabras del Daimyo durante la velada que habían tenido durante la fundación de la aldea. 

"—Esta aldea necesita un líder que pueda estar en contacto conmigo. Y por otro lado, un grupo de consejeros que permanezcan junto a él. Debe ser una persona respetable, que brinde seguridad al pueblo y que disponga de una moral impecable para poder tomar decisiones. Quien acceda al cargo de líder de la aldea, dispondrá del total apoyo de la élite dentro del país del fuego. Es decir, de clanes como el Uzumaki. Y brindaré en mí condición de Daimyō, todas las herramientas necesarias para esta persona. Incluyendo, una alianza matrimonial de ser necesario.—"

Tobirama apretó los puños, rabioso. Recordando cada una de las palabras del anciano. Se inclinó respetuosamente ante la mujer y ante quien probablemente era líder del clan visitante  actualmente. No recordaba exactamente su nombre. Sí sabía que provenía de Uzushiogakure, las tierras donde se decía que la gente vivía mil años. 

Eran los Uzumaki, el clan del remolino. El clan que vendría probablemente porque el Daimyo quería. Porque formar una alianza con un clan poderoso, que utilizaba distintos jutsus realmente desconocidos y tenían gran poder monetario solventaría grandes dificultades que ahora tenía la aldea. Y porque les resultaría sencillo destruir todo lo que estaba intentando crear junto a Madara. Joder, de solo ver a aquella mujer y pensar en la idea de que obliguen a su Uchiha a casarse con ella...

El albino juntó ambos pies y realizó una elegante reverencia. Habló en su tono más cordial y formal. Porque la etiqueta debía ser respetada, independientemente de lo que su mente imaginaba ahora mismo.

—Me honra recibirlos el día de hoy, me presento ante ustedes. Soy Senju Tobirama. Actualmente, soy la persona a cargo. Temo que no fui debidamente informado. Por lo que lamento si vuestra recepción no es particularmente la esperada.—

El anciano frente a él se encontraba particularmente disgustado. A su alrededor, un grupo de Senjus estaban reorganizando un palacio que había sido bastante dañado. Podía sentir restos de chakra producto de una batalla. ¿Algo inesperado quizá? ¿Y por qué el príncipe segundo del clan Senju no sabía de su visita? 

—¡Puff! Vaya desastre.— El líder de los Uzumaki juntó ambas manos escondiéndolas entre sus largas mangas. Llevaba un kimono realmente elegante, azulado y con detalles de nubes y espirales. Sin embargo, por encima llevaba también su armadura. Lucía como todo un Shinobi, que a pesar de sus años, estaba dispuesto a mantener el combate como tradición hasta la muerte.  —¡Escucheme bien, Senju Tobirama! Viendo lo que veo, no parece que esta aldea en proceso sea de fiar. Creí que...—