Heridas que no sanaron por completo

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—¿Ya has escuchado lo que ocurrió anoche?—

—¡Joder! Si. Qué pesadilla.—

La mujer se cubrió el rostro con un velo negro, juntando las manos en una plegaria triste.

Su esposo estaba junto a ella y dejó caer unas flores blancas en la tumba.

—Pobre hombre, tan buena persona que era...—

—¿Él únicamente? Pobre de su familia. ¡¿Qué harán sus pobres...?!—

—Su pobre hijo.— el sujeto la corrigió, abrazándola al mismo tiempo. —Han sido dos enormes perdidas para nuestro clan. El hijo por la mañana...y el padre por la noche.—

—¡Madre mía, es verdad!— la mujer agachó la cabeza y se dejó abrazar. —¿Qué haremos ahora?—

El sujeto miró hacia la vieja casa de madera que ahora estaba a oscuras por completo. La que alguna vez había sido un hogar luminoso que permitía el ingreso a cualquier persona del clan ahora estaba vieja, triste y con un aura frívola y hasta tétrica. Emanaba el clima de pérdidas y dolor absoluto.

—¿Cariño?— la mujer interrumpió la mirada pérdida de su esposo.

—Ahora, solo debemos esperar.—

—¿Esperar a qué? ¡Nos ha consumido la desgracia ya por mucho tiempo! No hay nada más que podamos hacer.— la mujer se quebró en llanto. —Todo lo que hemos arriesgado...los hijos que hemos llorado...—

—Debemos esperar mujer. Sé fuerte. Aún tenemos una esperanza.—

Por la ventana de la vieja casa, el sujeto pudo divisar la figura del joven recostado en el living de su casa, con los ojos vendados y golpeando el suelo una y otra vez. Podía notar su sufrimiento. Su pena y su tristeza por dos pérdidas tan fuertes.

Si ese joven se levanta, todo su clan se levantaría. Aún, a pesar de la atrocidad que cometió esa noche.

—Vamos, mocoso. Todo el clan está en tus manos.—

Todos esperan que le des uso a los ojos de tu hermanito. ¡Levántate!

Por algo le has matado. ¿Cierto?

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—¡No se preocupen por lo ocurrido! Madara está perfectamente con Tobirama. ¡Y hablaré con él en cuanto lleguen al palacio!—

Hashirama no había dejado de hablar animadamente al grupo de chiquillos que apenas habían bajado de los caballos.

Buscaba tranquilizar.

Podía notar la severa actitud en los niños. Sobre todo en Itachi y Shisui. Reconocía que ambos estaban en alerta. Con una postura rígida y a la defensiva. No podía saber si detrás de esas máscaras lucían sus rojizos ojos. Pero si notaba que al mínimo movimiento se lanzarían rabiosamente empuñando sus armas.

Así había vivido el moreno toda su vida. Era imposible no notarlo.

Pero claro, ya eran épocas diferentes. La guerra no tendría por qué dejar secuelas en las nuevas generaciones. Y sin embargo ahí les encontraba. Faltaba escuchar los latidos de sus tristes corazones para comprender que realmente se sentían mal a causa de todo lo que sucedía. Era desolador.

Acompañados de unos seis shinobis, Hashirama les guió por la planta baja del palacio. El redondo espacio se dividía en la escalera principal y varios pasillos que giraban luego hacia distintos sectores. Hacia la izquierda, ahora un nuevo y hasta más luminoso pasillo les recibía.

•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora