Cenizas

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Muere.

Muere.

Muere.

La mente del Uchiha trabajaba como si de una maquinaria se tratase. No reparaba en qué demonios sucedía a su alrededor.

Tampoco venía muy bien. El humo le hacía picar los ojos y la nariz. El sonido a su alrededor era una combinación de madera quemada y el crugir de la misma en cuanto el azabache la pisaba.

Se guiaba por los leves movimientos que veía. Si algo se movía...si algo estaba con vida, lo mataba.

En ningún momento reparó si eran Shimuras sus enemigos.

En su mente solo estaba la mentalidad de proteger a su clan, de alejar a esos sujetos de su territorio.

-¡Retirada!- gritó un sujeto antes de ser aplastado por el abanico del Uchiha.

Las técnicas de viento eran terriblemente inútiles frente al elemento fuego del que Madara hacia uso para quemarlo todo. No recordaba el jutsu que estaba utilizando. En su mente, el único pensamiento que lo movilizaba era exterminarlos a todos.

Danzo decidió retroceder en cuanto vió que, de seguir así, Madara acabaría con los cinco escuadrones de treinta guerreros que estaban delante de él.

No había señales de Fugaku por ninguna parte. Pero no tenía demasiado tiempo. Ya con ver al Uchiha en ese estado, era suficiente.

Detrás del azabache se podía apreciar un camino de tierra seca, arrasada. No había árboles en pie. La peste de la sangre y las casas de los Uchiha derrumbandose. Era una imagen digna de una postal del período Edo.

Ahora solo debía esperar a que la noticia del "exterminio" de los Shimura, llegase al Daimyo.

Danzo guió a su caballo en dirección contraria a la batalla. Era su momento de retirarse, sin dar señales de nada.

Sabía que ningún Shimura iba a sobrevivir, así que tampoco se molestaría en intentar salvarlos.

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Itachi no habló ni se movió durante todo el camino. Se limitó a mirar en dirección a la casa de Madara, esperando ver a su madre aparecer en el horizonte. Cada segundo que pasaba, se sentía más nervioso.

El único momento en el que el chiquillo prestó atención a otra cosa fue cuando el albino dió un salto y debajo de él, escuchó agua fluir.

Habian cruzado el río que dividía el territorio Uchiha del territorio Senju.

-No podemos estar aquí.- murmuró.

-No me importa.- el albino guiaba a todos los chiquillos adentrándose en el bosque. Debía volver al campo de batalla con Madara. Pero su instinto le impedía despegarse de los chiquillos.

Un grupo de Shimuras los habían tomado como blanco hacía apenas unos minutos. Madara tenía razón cuando dijo que eran el objetivo principal por el cual los Shimura lo arriesgarían todo.

Su Kekkei Genkai era demasiado valioso como para atacar en plena noche, a pesar de que alguien fuerte como Madara Uchiha los tiene custodiados en su propia casa.

Tobirama no tenía pensado dejarlos solos tampoco. Ni siquiera en su territorio.

El sol comenzó a salir, pero no podía verse correctamente. La nieve comenzó a caer del cielo, teñida de un color oscuro. Probablemente, a causa del humo y las cenizas. Respirarla durante mucho tiempo podía enfermar las vías respiratorias de los mocosos, sin contar que permanecer bajo la nieve durante mucho tiempo era considerado un riesgo de muerte. Debía llevarlos a un lugar seguro.

•[ La otra cara de mi enemigo ]• (BL) - (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora