꧁Capítulo 18꧂

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Habían pasado dos noches ya desde que los juegos habían comenzado, hoy era el tercer día. Aproximadamente me encontraba en la mitad de la duración de los juegos, estos no solían traspasar más de una semana puesto que la gente del Capitolio se aburriría de verlo si la duración era mayor. Durante la pasada noche me quede pensando en la cosa que me habia perseguido, fue un momento algo terrorífico, pensé que iba a morir pero tengo la suerte de ser muy buena en crear trampas ocultas. Guardé mi saco de dormir junto a una lata de comida en el hueco de unos árboles y comencé a andar por la arena.

Quería tener un pequeño escondite para guardar mis bienes más preciados por si había algún accidente con algún tributo y perdía mis provisiones, de esta manera no me quedaría sin nada. Además, tenía un buen sentido de la orientación y podría regresar para coger mis pertenencias. Necesitaba cazar y capturar algún animal para poder alimentarme de carne, había aguantado a la perfección con las latas de comida además me habia terminado la fruta y el pan así que solo me quedaba casar, pero ahora debía de recobrar fuerzas para esta última fase de los juegos. Me adentré entre los árboles y fabriqué sin mucho esfuerzo algunas trampas para liebres y ardillas, con ayuda de raíces y ramas de los árboles.

El cantar de los pájaros hacia que la tarea no fuera tan repetitiva y se convirtiera incluso en divertida pues me recordaba a la pradera. Al finalizarlas, las fui colocando en una zona comprendida de cincuenta metros para mantenerme en la misma posición y contar con la posibilidad de cazar diferentes animales. Pero de un momento a otro el suelo se comenzó a mover y caí al piso golpeando mi cabeza y todo se volvió negro.



Al despertar me encontré con algo muy diferente, me sentía como en la pradera: la naturaleza a mí alrededor, el olor de los árboles y de las flores, y el canto de los pájaros. Ninguno se sentía amenazado hacia mi presencia y no deberían de estarlo, a no ser que ninguna de mis trampas diera efecto. Entonces si deberían de temerme, pues debería de alimentar de pájaros. No entendía nada, antes habia edificio abandonados y ahora me encuentro en una especie de bosque con árboles y cerca de la cornucopia habia agua a su alrededor, toda la arena habia cambia y ahora parecía una especie de selva. Me levanté de golpe al escuchar como los pájaros dejaban de cantar su dulce melodía y todo se volvía en un sepulcral silencio. Antes de poder agarrar mi cuchillo para prepararme para un posible ataque, escuché unos pasos que avanzaban con velocidad hacia mí. Me agaché con rapidez y espere unas décimas de segundo a que el cuerpo callera en el suelo para saber quién era. Al ver el fuerte cuerpo de Kentin en el suelo, eché a correr con fuerza huyendo de él. No iba a luchar contra él pues era una lucha perdida por su tamaño y su fuerza y porque estaba segura que quería matarme y no crear una alianza. Corrí por los arboles intentando perderlo de vista pero me era imposible hacerlo, mire todo el bosque a mi alrededor y era imposible poder perderlo ya que me estaba pisando los talones.

—¿A dónde crees que vas chica de hielo? No huyas—grito Kentin mientras que yo avanzaba con mucha más intensidad para escapar de él.

Solté un grito al sentir como me agarraba de la mochila y me lanzaba contra el suelo. Intenté escapar a gatas, pero este me agarró de un pie e hizo fuerza para que me acercara a él. Me giré con rapidez y le golpee en la cara con mi pie provocándole que la sangre comenzara a brotar de su nariz. Gimió de dolor y apretó sus manos contra mi tobillo, agarré una de las cuchillas del carcaj y le ataqué en unas de sus manos para que me soltara y poder escapar de él.

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