Capítulo 1: Donde pertenecemos

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Mi abdomen tocó la tierra compacta mientras me tendía entre la maleza. Me encontraba vigilando un áspero y sinuoso camino de tierra que conducía a un puente. Las oxidadas puntas de sus torres metálicas se asomaban por encima de los árboles, brillando con un tono rojizo a la luz del sol.

Millones de años de erosión a causa del río debajo habían convertido a las paredes del acantilado en caídas escarpadas. Por ello, me vi obligado a posicionarme a una distancia más cercana de lo que yo, siendo un francotirador, me habría sentido cómodo. A esta distancia, habría preferido usar un rifle de asalto o una carabina, pero no teníamos ninguna de sobra, así que no tuve más opción que ir con el fusil de francotirador.

Habíamos obtenido la información de que un pelotón enemigo se dirigía hacia aquí para investigar la desaparición de uno de sus escuadrones hacía dos noches. No podíamos permitir que le echaran un solo vistazo a nuestras instalaciones. Era casi lo peor que nos podía suceder. Así que preparamos una emboscada en uno de los muchos puntos cuello de botella que habían sido explorados.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de unos ruidosos motores diésel. Su áspero sonido mecánico hacía eco por las paredes de piedra, tragándose el sonido de la fauna de la selva. Observé por la mirilla y vi la señal reveladora del humo negro que salía por los tubos de escape. Se acercaban rápidamente.

¿Qué es lo que ves? —preguntó una voz a mi lado antes de añadir de forma jocosa—... ¿Sargento?

Cierra la boca, Hikaru.

Mi brusca respuesta fue recibida con una risa. Suspiré antes de darle mi observación.

Dos camiones, de techo abierto. Ocho tipos, no... ¿diez, quizá? Probablemente diez.

Pude oír a Hikaru hurgando en su cinturón mientras sacaba una linterna. Aunque la luz no iluminara nada en pleno mediodía, podía actuar como método de comunicación si tus aliados sabían donde mirar. Hikaru movió su linterna haciendo una cruz tres veces, informando al resto del equipo de que cerca de una docena de tipos malos se acercaban. [1]

La caravana de vehículos continuó por el camino, acercándose a nuestra localización deseada. Los rostros de los soldados del grupo salieron a la vista. Algunos los cubrían con bufandas, mientras que otros los enseñaban con orgullo. Todos estaban armados con AK-47, el antiguo rifle ruso de metal y madera que se había convertido en el símbolo de la revolución alrededor de todo el mundo. Baratos y abundantes, era común verlos proliferar en esta región asolada por la guerra.

Pronto se toparon con un árbol caído, cuyo tronco yacía desplomado en medio del camino, bloqueándolo. Los dos camiones se detuvieron. Para fortuna mía, se dispersaron, dándome una vista completa al asiento del conductor de ambos vehículos. Empezaron a gritarse los unos a los otros, mi rudimentario dominio del idioma bastó para hacerme saber de que se trataba de una discusión sobre quién debía mover el obstáculo. La pereza que uno esperaría de soldados no entrenados, supongo. Es igual.

Hikaru, dame una aproximación al punto de contacto.

Ehhh, ¿70 metros? Más o menos —respondió Hikaru, observando la distancia entre nosotros y el enemigo.

Los hombres de las partes de traseras de los camiones se bajaron, la caravana aparentemente había decidido trabajar en conjunto para deshacerse del árbol. Mis hombros y brazos se tensaron momentáneamente, pero recordé mi entrenamiento. Me forcé a tomar un respiro profundo, concentrándome en la sensación de mis pulmones expandiéndose dentro de mi pecho. "Todavía no", le dije a mi cuerpo, mientras exhalaba lentamente; tenía que estar calmado.

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