Capítulo 14: No ofrezcas lástima...

157 22 0
                                    

Era una situación riesgosa.

No, en realidad, eso no era hacerle justicia: la situación estaba jodida.

El cielo del mediodía estaba nublado, haciendo que el edificio situado en la esquina de la calle destacara aún más de lo habitual. No es como si fuera necesario, el edificio ya de por sí era probablemente el lugar más importante de Japón ahora mismo. En las calles delante de las puertas de cristal de la planta baja había un mar de patrullas, con sus luces azules y rojas parpadeando. Los vehículos estaban posicionados formando un muro frente al edificio. Oficiales con caras tensas tomaban posición detrás de las patrullas, con pistolas en mano y los ojos fijados en las puertas.

El fuerte sonido de unas alas giratorias me hizo subir la mirada y ver a un helicóptero negro flotando en el aire. Éste ya era el quinto que venía durante la última hora, tres siendo policiales y los dos restantes de los medios de comunicación. Hablando de los medios, los reporteros y las camionetas de noticias estaban muy atrás, separados de nuestra fortificación hecha con cinta amarilla de precaución.

¿La ocasión?

Hoy, a las 8:00 de la mañana, hombres armados irrumpieron en la Embajada Filipina de Tokio disparando al techo, para luego tomar rápidamente control del edificio. Debido a que las horas de trabajo comenzaban a las 9:00 de la mañana, las oficinas estaban relativamente vacías, pero como resultado, pudieron capturar a 34 rehenes en el octavo piso. La policía llegó a la escena en cuestión de minutos, y luego de una hora, parecía que cada agente de la ley en Tokio hubiera acudido al espectáculo.

Su servidor aquí también fue llamado.

Los terroristas declararon ser miembros de las fuerzas rebeldes filipinas, las mismas que ahora mismo ocupaban la capital de su país, Manila, tras expulsar a los fieles. Su "petición" era simple: querían que Japón liberara a los soldados rebeldes y oficiales de alto rango capturados antes de que fueran extraditados a Estados Unidos. Amenazaron con matar el primer rehén a las 1:00 de la tarde si no se cumplían sus demandas.

Un negociador había establecido una línea de comunicación con los terroristas, pero éstos no cedieron. Las cosas fueron de mal en peor cuando se pudieron escuchar disparos. Los negociadores se las arreglaron para obtener información de lo que sucedía, y las noticias no fueron agradables. Uno de los rehenes había intentado oponer resistencia y recibió un disparo, pero todavía no había fallecido. Con la vida de un ciudadano japonés en juego, al gobierno se le agotaron las opciones y envió a sus mejores hombres para lidiar con la situación.

Una furgoneta blindada negra llegó alrededor de las 11:30 AM. No tenía logo y tenía un aura intimidante. Esto se vio reforzado cuando las puertas traseras se abrieron y de ellas salieron ocho soldados armados hasta los dientes. Grandes letras blancas en sus espaldas deletreaban la sigla "SFG", la única identificación disponible, ya que sus cascos tenían viseras que cubrían sus rostros. Dejé salir un pequeño silbido ante la aparición del Grupo de Fuerzas Especiales, lo que provocó que uno de los oficiales que estaba cerca mío me mirara aturdido, pálido como un fantasma.

A las 11:57 AM, Fuerzas Especiales había comenzado su operación.

Ahora eran las 12:01 PM

—Pareces calmado, Senpai —susurró Shiba a mi lado, con sus dedos agarrando su arma. Era un revólver diminuto, un New Nambu Modelo 60 de doble acción. Común en todos los oficiales de policía en Japón. Agarraba su arma con firmeza, y podía ver cómo la sangre se le iba de los nudillos. Me burlé mentalmente, no sería capaz de darle a nada con lo rígido que era.

Pero Shiba estaba consciente de su estado actual, por lo que estaba tratando de iniciar una conversación en un esfuerzo por distraer su mente y relajarse. Justo como indicaba el libro de texto. Miré hacia adelante una vez más, apoyándome en la ventanilla del auto—. Bueno, pues sí. No es como si fuera yo el que está allá.

IncompletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora