Capítulo 21: Flor de la jungla (Parte I)

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Capítulo 21.1: Amigos cerca, nada más cerca

*Yukinoshita Yukino

*Yanaka, Bunkyo

[27 de Agosto / 3:22 PM]

—¡Oh no! —exclamó una voz aguda, de alguna forma logrando sonar como un susurro.

Detuve mi caminata en las escaleras del museo de arte y me di la vuelta lentamente—. ¿Ocurre algo, Yui-san?

—Eh... je je... —La futura profesora me miró tímidamente, con una mano detrás de la cabeza—. Creo que olvidé algo en el museo.

—Oh. —Parpadeé, sin sorprenderme para nada—. Debemos apresurarnos entonces, en caso de –

—¡N-no! —Yui-san agitó ambas manos hacia mí, con pánico—. Puedo ir sola. ¿Qué tal si vas y nos guardas un banquillo en el parque? Podríamos ir a comer después de que regrese.

—¿Estás segura –?

—¡Gracias, Yukinon! ¡Volveré enseguida! —Como la tormenta humana que era, Yui-san corrió de vuelta al museo antes de que pudiera terminar mi oración.

Un suspiro se me escapó. No estaba exactamente segura de qué esperaba de mi amiga. Dejaba un poco que desear en ese aspecto.

Esta excursión se había hecho muy de improvisto, ya que Yui-san tuvo un repentino fin de semana libre en su trabajo e inmediatamente aprovechó la oportunidad de venirse a Tokio para "pasar el rato" (palabras suyas). Yo no llevaba viviendo en Tokio mucho tiempo, pero conocía la mayoría de los destinos turísticos populares, así que me ofrecí como guía. Comenzamos el viaje apreciando los rascacielos del distrito de negocios y acabamos aquí, en el Museo Nacional de Arte de Tokio, en Yanaka.

Una briza empujó algo de mi cabello hacia a mi cara, haciéndome regresar al tiempo actual. Parada en medio de la escalera de mármol, mis ojos se vieron atrapados por la vista que tenía delante. Era una tarde de verano de esas que se contaban en los poemas y libros: un cielo con un sol bajo que teñía al mundo en cálidos tonos rojizos, junto a perezosas nubes que se movían lentamente con la marcha de la caprichosa brisa.

El museo estaba situado en el Parque Ueno. Estar aquí era como estar envuelta en la tranquilidad de la naturaleza, contrastando con la opresiva atmósfera de "humanidad" que tenía la Tokio metropolitana. No es que un lugar fuera mejor que el otro; la calma y el ambiente de la vieja ciudad de Yanaka era necesaria para mantener una buena templanza con el mar de gente y dinamismo de la ciudad.

Colocando cuidadosamente un pie tras otro, lentamente bajé los escalones de mármol que conducían al pie de la colina. Mientras tanto, escuchaba los sonidos a mi alrededor. Los adultos hablaban en voces bajas, a veces indistinguibles del viento. Los niños pasaban a toda velocidad, subiendo y bajando las escaleras del museo en algún juego inventado. Pero entre todo ello, había momentos en los que todo lo que oía era el crujido de las hojas y el sonido de las olas.

Caminé hacia un conjunto de bancos que daban al lago, separados por una valla de metal negro. Tenía una espléndida vista hacia una pagoda de color rojo brillante que estaba a cierta distancia; un faro para la atención. Me senté tranquilamente en la superficie de madera y miré a mi alrededor, observando los diversos carros que servían comida. Se estaba haciendo bastante tarde, ¿tal vez deberíamos comer un pequeño tentempié y simplemente prepararnos para una cena más completa?

—¡Yukinon! —gritó aquella emocionada voz detrás de mí, interrumpiendo mis pensamientos. Suspiré una vez más, sintiéndome mucho más vieja de lo que en realidad era. Me puse de pie y me volteé, separando mis labios mientras preparaba una reprimenda. Pero las palabras se evaporaron en mis pulmones mientras mis ojos se abrían de par debido a lo que vi.

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