Incompleto

Capítulo 7: Caído en desgracia

El interior de un tribunal no era algo desconocido para mí, era un detective después de todo (al menos de nombre). De hecho, veía este lugar, con sus muebles colocados de manera adversa, como una especie de cine.

Yo era el director, y la evidencia que había reunido la utilizaría para hacer una "película" sobre el crimen. Mi trabajo era recrear el contexto y las varias facetas del delito. Los abogados eran los críticos que diseccionaban y analizaban mi trabajo, tratando de construir algún tipo de significado o sacar alguna conclusión de él. Todo de acuerdo a su agenda o sus creencias, la cuales podían reducirse a una simple distinción: ¿inocente o culpable?

El jurado era el público de mi "película". La mayoría silenciosa que miraba y escuchaba. Leían las "reseñas" de los "críticos" y deliberaban su opinión colectiva. Ellos decidirían cómo mi "película" sería recordada en la historia.

Sí, puede que estuviera familiarizado con esta sala, pero con lo que no estaba familiarizado en lo absoluto era con el asiento del acusado. ¿Quién hubiera pensado que el espacio a mi alrededor podría volverse tan frío y poco acogedor sólo con sentarme en esta silla? Me sentía como si estuviera en un planeta extraño y hostil que la humanidad jamás había explorado.

¿La jueza siempre había sido tan alta? Por poco la confundí con una deidad, que observaba a mi insignificante ser mortal desde lo alto.

Y además, ¿la mesa del demandante en verdad tenía que estar tan cerca de la nuestra? La animosidad del equipo de la fiscalía era palpable, y la irradiaba en oleadas.

¿Era la tribuna del jurado usualmente tan grande? ¿Y por qué se veían tan intimidantes? Se suponía que lo miembros del jurado debían ser elegidos de entre mis pares, para representar mi estrato social, ¡pero ninguno de ellos parecía un pesimista-pero-realista solitario antisocial, para nada!

Mis pensamientos quejumbrosos se vieron interrumpidos cuando Yukinoshita se sentó a mi derecha, protegiéndome de las proyecciones desagradables del otro lado. Estaba vistiendo su traje familiar y parecía haber hecho todo lo posible para lucir como un carámbano de hielo que se las había arreglado para formar una vestimenta blanca moderna. Yukinoshita resultaba derechamente imponente, con su fría belleza helada y su mirada que era capaz de congelar incluso a un rinoceronte. Me alegraba tenerla de mi lado.

—Me alegra ver que las arreglaste para lucir presentable —comentó secamente, sin molestarse en echarme una mirada.

—No te acostumbres —se la devolví.

Para ser honesto, tuve suerte. No tenía nada de ropa casual, sólo conjuntos de camisas y pantalones para la oficina y las investigaciones. Sólo salía de mi casa para trabajar o para comprar, así que no había necesidad de darle más "sabor" al asunto.

El sonido de las puertas del tribunal abriéndose tras nosotros nos hizo voltearnos. Una pareja de mediana edad caminó por el pasillo hacia la mesa de la fiscalía. Lucían normales, vistiendo un traje y vestido formal, pero sus rostros parecían desprovistos de cualquier emoción. Casi como robots. Aquel comentario mental me hizo ajustar mi posición en mi asiento con cautela.

—Esa debe ser la familia Ouma —observó Yukinoshita en voz alta, con sus ojos siguiendo cada uno de sus movimientos con intensidad felina.

La esposa tenía los ojos rojos e hinchados, con oscuras ojeras debajo de ellos. Como si no hubiera dormido en días, y en cambio se la hubiera pasado llorado desconsoladamente.

—Es manipulación emocional —me susurró Yukinoshita, como si me hubiera leído el pensamiento—. Están tratando de provocar simpatía en el jurado.

—¿En serio? Bastante poderoso. Casi funcionó conmigo —le susurré en broma. No pareció haberle hecho mucha gracia a Yukinoshita, porque me dirigió una petrificante mirada de desagrado. Me marchité como hierba en pleno invierno.