Capítulo 5: Regalos indeseados

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Habían pasado casi dos semanas desde que Yukinoshita se había revelado como mi abogada. Y aquello trajo consigo un montón de problemas.

La oficina del fiscal del distrito estaba ubicada en la zona central de Tokio, y se podía llegar fácilmente por casi seis líneas de metro diferentes, para conveniencia de sus trabajadores. Al tratarse principalmente de una oficina de derecho civil, estaba repleta de puestos administrativos y burocráticos; los caballos de batalla ocultos de la sociedad. Según Haruno, había 300 empleados trabajando a tiempo completo junto a entre 40 y 50 abogados para tramitar los diversos casos civiles y comerciales que se les presentaban. En esencia, se aseguraban de que la justicia y la ley fueran fuerzas funcionales en Tokio.

Además, a la vuelta de la esquina había un restaurante de momos, que aparentemente estaba recibiendo críticas muy favorables. [1]

No estaba tan familiarizado con el edificio como debería, a pesar de haber trabajado como detective principal en varios casos. Y esto se debía enteramente al predecesor de Haruno. Aquel hombre ya estaba en el cargo cuando yo entré en la policía y fue una espina clavada en mi costado desde entonces. Era una molestia, pero una molestia que se situaba por sobre mí en la cadena jerárquica, así que la molestia se elevó al cuadrado.

Constantemente lo cuestionaba todo. El progreso jamás fue su objetivo. Trabajaba por los puntos de desempeño. Tenía esta idea anticuada de que la edad implicaba aptitud. También intervenía personalmente en mis interrogatorios, y retrasó casos por semanas.

También dejó pasar uno.

Me desagradaba, así que decidí que, de ser posible, no volvería a visitar la oficina del fiscal del distrito.

Pero con Yukinoshita Haruno asumiendo las riendas de la operación, el simple hecho de que me desagradara el fiscal del distrito ya no era una excusa válida para evitar venir a este edificio. Pensé que me había salido con la mía cuando la comunicación con Haruno cayó a cero.

Qué ingenuo fui.

"Cuando llueve, es a cántaros" era una descripción apropiada para el tiempo actual de mi existencia. Como si Yukinoshita Yukino reapareciendo en mi vida no fuera suficiente, ahora tenía a otra demonio con la que lidiar. La presencia de su hermana menor pareció actuar como luz verde para que Haruno volviera a entrar a mi vida como un auto de carreras impulsado por cohetes. Al demonio con la orden de alejamiento tácita que creí que ambos habíamos acordado mutuamente.

Yo no era poco inteligente en lo absoluto, pero Haruno era sencillamente mucho más inteligente que yo. Mientras yo jugaba damas, ella jugaba a un ajedrez de 4 dimensiones. Utilizaba órdenes de trabajo oficiales para que me asignaran a casos en los que ella trabajaba, obligándonos a estar en contacto frecuente. Haruno usó esto como excusa para visitarme en la estación, tapándome en papeleo. Y un subproducto de estas acciones poco menos que ilícitas, fue el encender la máquina de rumores en el Departamento. Justamente lo que necesitaba.

Mi nueva fiscal hizo de mi vida un infierno. Y esto ya era posterior a su primera artimaña, la cual ya había cruzado la línea. No quería tener nada que ver con ella.

Así que cuando Haruno me pidió que me pasara por su lugar de trabajo para revisar algunas evidencias sobre un caso que ella estaba dirigiendo, rápidamente traté de pasarle el problema a Shiba y dejar que él hiciera el trabajo sucio por mí. Sin embargo, mi plan se vio frustrado por el Jefe, quien me dijo que evitar a mi "amiga" no era saludable. Acto seguido, me hizo juntar mis cosas e ir a donde me había solicitado mi superior. Vaya mierda.

Llegué a una zona bastante pintoresca luego de veinte minutos en tren. Las tiendas y la gente llenaron mi campo de visión. Justo en frente de mí se encontraba el edificio en cuestión. Suspiré con resignación antes de entrar. El vestíbulo estaba cubierto de azulejos verdes que parecían negros a la sombra y de un esmeralda brillante a la luz del sol. Había grandes ventanas que dejaban entrar los rayos del sol veraniego. Individuos vestidos con ropa formal iban de aquí para allá. El ambiente era ruidoso y repleto de numerosas conversaciones acerca del trabajo que se hacía tras bambalinas en Tokio.

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