Capítulo 25: Solidaridad

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—¡Un brindis! ¡Por la victoria de Hikitani!

Se escuchó una ovación colectiva en la mesa mientras uno de mis colegas llamaba al brindis. Tan pronto como se hizo la declaración, los vasitos chocaron entre sí.

¿Tal vez éste?

Incliné la cabeza hacia atrás y me bebí el licor. Era ron blanco puro, y me quemó la parte trasera de la garganta mientras lo bebía. Era como tragarse un lanzallamas.

No, éste no.

Éramos cinco hombres en la mesa, entre los que estábamos Hiura, Shiba y yo. En cuanto a los otros dos, uno era un rostro familiar del departamento, y al otro nunca lo había visto. Shiba le había preguntado al Jefe si podía venir, pero éste dijo que no. Cosa comprensible, viendo que seguía peleado con Shizuka después de todo.

—Una cosa, he oído rumores, pero sólo para estar seguro —dijo el desconocido, con ojos brillantes y curiosos. Parecía joven, probablemente un año o dos mayor que yo como mucho—. ¿Hikitani y tú fueron a la misma preparatoria?

—¿Empezando ya con las preguntas, Tomotouya? Esa es bastante personal —comentó Hiura a mi izquierda, con una ceja levantada.

¿Vamos a ignorar el cómo masacró mi nombre?

—Hay que hacer conversación de alguna manera —admitió Tomate con descaro—. Además, todo lo que oigo sobre estos dos son rumores.

Supongo que sí.

—Senpai y yo nos conocemos desde la preparatoria —respondió Shiba, con sus dedos manoseando cautelosamente el vaso, todavía lleno—. Conocí a Senpai cuando vino a ayudar con las actividades del consejo estudiantil. Yo era el vice-presidente, y él era cercano a la presidenta. Ella dependía mucho de él, así que lo veíamos a menudo.

Por lo visto, Shiba por fin se armó del valor suficiente, y rápidamente se bebió el trago. Siseó, moviendo la cabeza de izquierda a derecha, como si acabara de recibir un puñetazo en la cara.

—L-lo vi un poco menos durante el tercer año, cuando estaba a punto de graduarse —se las arregló para decir mientras se estremecía.

Compartí una mirada con Hiura, quien me sonrió al ver cómo mi compañero temblaba como un flan. Controlé mi rostro lo mejor que pude y levanté una mano para llamar la atención del mesero. Hice un círculo con un solo dedo en el aire. Otra ronda de tragos llegó dentro de unos minutos, para consternación de Shiba.

¿Tal vez éste?

—Hasta el fondo —murmuré, deleitándome mientras el líquido quemaba otra capa de células de mi garganta.

No, éste tampoco. El tiempo continuó su marcha, y yo no era más que un prisionero indefenso.

—¡Así se hace! —rió uno de los hombres, dándole una palmada a Shiba en el hombro, con una sonrisa de entusiasmo.

—Veo que el alcohol no te es desconocido —declaró Hiura, mirando mi segundo vaso vacío.

—Nos conocemos bien —arrastré las palabras, apilando mis vasos.

—Jamás pensé que fueras del tipo que frecuenta bares.

—Eso es porque no lo hago. —Levanté mi mano una vez más, haciendo un gesto para que el mesero se acercara—. ¿Me puede traer un whisky? Con hielo.

—¿Puro de malta? ¿O mezcla? —preguntó el mesero, limpiándose las manos con una toalla.

—No importa.

El mesero asintió con la cabeza y se marchó. Apenas podía ver el mostrador desde aquí, pero eso bastó para poder verle sacando una botella medio vacía de la estantería. De la parte de más a la izquierda, donde normalmente estaba lo más barato.

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