Estaba sentada, mirando una película en la televisión de la sala de estar, Dodger, estaba acostado sobre mi panza, mientras que con cariño acariciaba su linda cabeza.
El comenzaba a dormirse, pues su respiración comenzó a ser más lenta. Sonreí al ver la tierna escena delante mía.
Mis pensamientos se fueron hasta parar al dueño de mi felicidad, dueño de mis sonrisas y de mi corazón. Tomé mi celular, pues pretendía mandarle un mensaje. En eso estaba, cuando el sonido de la notificación de que un mensaje había llegado, me sorprendió. Abrí dicho mensaje y mi sonrisa se hizo más grande al leer al remitente
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L
as horas pasaron, y no tenía ni una llamada del rubio, ni un mensaje, me estaba preocupando, y eso nonera bueno para la bebé.
Llamé incontables veces al teléfono de Chris, pero no atendía ni una de mis llamadas. Le escribí cientos y cientos de mensajes. Pero al igual que con las llamadas, él no respondía.
Hubo un momento en que las llamadas entraban directamente al buzón de voz, por lo que imaginé que su celular o se había descargado o lo había apagado. Caminaba de un lado a otro, como si de un leon enjaulado se tratase. Mordi mis uñas. Y cada cinco minutos revisaba mi celular para checar que hubiera algún mensaje de mi esposo, pero no había rastro alguno.
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