Capítulo 31

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-Sara, no puedes ir a verlo...¡piénsalo!, ¿y si va algún profe más de aquí? ¿Qué dirás si te ven allí? No sabes si están sus familiares, o amigos...

-¡Pero necesito verlo! ¿Sabes cómo me siento Eli? Parece como si hubiesen destruido una parte de mi alma, sabes cuánto lo quiero...

-Lo sé Sara, lo sé. Pero...piensa en su trabajo, en las explicaciones que te pedirían, en el fondo crearías un problema. Deja que pasen los días, apóyate en Mery y en mí. Estamos contigo.- Acaricia mi espalda de arriba a abajo.


Las palabras de Eli  me hacen parar un segundo en este momento de angustia y pensar un poco. Podría poner en riesgo su trabajo, su vida...


-Eli...necesito que me ayudéis...

-¿Qué tipo de ayuda?

-¿Y si finges un dolor muy fuerte en el tobillo y nos colamos en el hospital Mery y yo? Así podría tener algo de información de Izan...

-Ni hablar, nos vamos a meter en un problema.

-Cuenta conmigo. - Dice Mery decidida. La adoro. 

-Sara, yo no sé mentir, si alguien nos ve y nos pregunta va a parecer rarísimo, no lo veo para nada efectivo.

-Joder, Eli.- Grita Mery y las  dos la miramos sorprendidas.-¡Está enamorada de él, es nuestra amiga y no sabe si Izan está consciente o no, si su estado es grave o muy grave o si va a poder volver a verlo! ¡Necesita una jodida noticia de él! ¿No ves como está? ¿Es muy difícil fingir un jodido esguince de tobillo? ¿En serio?


Resopla al final de soltar sin control todas esas palabras de su boca que han hecho que vuelva a caer en un llanto profundo porque es toda una realidad. 


-Está bien. Iremos. 

-Íbamos a ir igualmente.

-Gracias, en serio. A las dos. Lo necesito.

-Entonces...-Dice Mery agachándose a coger una piedra enorme.- ¿Lo finges o te lo hacemos? Como dices que no sabes mentir...no podemos arriesgar.

-¡Suelta eso! Si me das con esa piedra en el pie te juro que te vas a arrepentir.- Río ante semejante situación y me agarro a la esperanza de saber algo de Izan pronto.



Quedamos por la tarde para llevar a cabo lo que hemos acordado. Mientras, llego a casa y el olor a comida inunda mis fosas nasales y unas terribles ganas de vomitar se apoderan de mí.


-Sara, ¡hija!- Mamá me llama desde la cocina.- He hecho pollo al horno, ¿te sirvo un plato? Tu padre y tu hermano ya han comido.

-No mamá, no tengo hambre. ¿Y papá?

-Está en el jardín, tomando su café. ¿Te ocurre algo?

-No.


Soy incapaz de disimular la cantidad de nervios que recorren mi estómago. Las ganas de llorar que, poco a poco, se van acumulando en mi garganta. 


-Sara...-Conozco ese tono de voz, sé que sabe que la estoy engaañando.- Cuéntame qué pasa...

El profe de historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora