Capítulo 38

437 25 4
                                    



Mis manos tiemblan continuamente. Saber algo de Izan después de todo lo ocurrido es lo único que me mantiene con fuerza. Estoy destrozada psicológica y físicamente, no puedo evitar que mis ojos se empañen al recordar lo sucedido. No lo merecía. Mis padres no lo merecían.

Borro todo tipo de pensamientos y me centro en lo que tengo entre manos. "Sara" pone en la cara de la hoja doblada.

"Sé que hay cosas que no te he contado, sé que he sido frío contigo y te mentiría si te digo que no he intentado alejarte. Estar a punto de morir me ha hecho sentir que te quiero a mi lado el resto de mi vida. Eres la persona que ha dado luz a toda la oscuridad que me rodeaba. Por favor, perdóname todas las cosas que te oculté, ni yo mismo sabía que me estaba ocurriendo contigo. Ahora ya lo sé, te quiero y ya no hay vuelta atrás, te quiero tanto que solo deseo salir de aquí para tenerte entre mis brazos otra vez. Ya no sé vivir sin ti.

Izan."

Las gotas que han caído en la carta indican que estoy llorando sin control, que es todo lo que necesitaba saber para tener las fuerzas suficientes para seguir adelante con todo, que lo amo y siempre lo haré.

Seguramente no sabe que estoy aquí, necesito abrazarle y decirle que siento lo mismo por él.
Con cuidado acomodo el camisón que me han puesto aquí y agarro el palo con ruedas que sostiene las bolsas con líquido que me están inyectando por vena. Adolorida me levanto de la cama y voy hasta la puerta, me siento como si un camión hubiese pasado por encima mía.

Me asomo con cuidado y al ver que el pasillo se encuentra vacío, ando hasta el ascensor y marco -1, es la planta de cuidados intensivos en la que se encuentra Izan.

Al bajar, varias personas que se encuentran allí me observan aunque no se extrañan, supondrán que estoy dando un paseo. Muchos aquí internos lo hacen. Recuerdo el camino hasta donde está Izan desde la última vez que lo vi. Sé que voy a meterme en un buen lío pero ya no aguanto más, todo esto es demasiado para mí y necesito verle.

Al ver de lejos el cristal por el que lo vi la última vez mis nervios aumentan rápidamente. Estoy a unos metros.

Me acerco y al observar la habitación vuelven las lágrimas a mis ojos. Está dormido. Apoyo las manos en el cristal y ese simple gesto y poco ruidoso hace que sus ojos se abran al momento.
Es justo ahí cuando nuestras miradas se encuentran, mi pulso se acelera por momentos y no puedo dejar de llorar. Levanta su mano y hace un gesto para que entre.

Coloco en mi boca la mascarilla que cogí de la habitación y entro.

—Izan...—Lloro.—¿Estás bien?—Pregunto a unos metros de él.

Asiente con la cabeza y extiende su mano invitándome a agarrarla. Sin dudarlo la cojo y su contacto supone una pequeña descarga en mi piel.

—Te echo tanto de menos.—Digo agarrando con ambas manos la suya.

Él me observa fijamente con el brilla que caracteriza su mirada. Me hace pequeños gestos señalando algo que hay encima de la mesita. Es una libreta y un bolígrafo. Suelto su mano para acercárselo y rápidamente la abre y escribe.

"¿Qué haces así vestida? ¿Qué te ha pasado?"

Mi vista lee con rapidez y automáticamente pienso una excusa, se que decirle la verdad lo alteraría muchísimo.

—Tuve una pequeña caída y decidieron que pasara aquí la noche para hacerme algunas pruebas, no es nada grave. No debes preocuparte.

Vuelve a escribir.

"¿Estás comiendo bien? Dime que sí"

Sonrío levemente ante su preocupación.

—Sí, debes estar tranquilo. Sabes que sé cuidarme sola.

El profe de historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora