4. Voz

198 29 7
                                    

Estás ahí.

Ese rincón ya ha pasado a ser tuyo. Tu aroma reside en él.

Sé que estás ahí.

Y tú sabes que lo sé.

Tus visitas furtivas a mi templo cada vez son más frecuentes. Y me estoy acostumbrando a ellas casi tanto como a la colección de incógnitas que te acompañan.

No sé por qué vienes. Y no comprendo la sensación que me despierta que lo hagas. Pero me gusta. Tu silencio me acompaña.

Y tu extraña respiración me inquieta.

No me hablas, a pesar de mis preguntas. Sólo estás, como una sombra. Y esto no me gusta.

¿Por qué me miras? ¿Por qué callas? ¿Por qué te escondes como un animalillo asustado?

Fuíste tú...ahora lo sé con certeza. El día de mi llegada fuíste tú quien se escondía entre la agreste naturaleza de este lugar. Te ocultabas de mí. De todos.

Y esta constatación tampoco me gusta.

¿Por qué vienes a Virgo? ¿Qué buscas aquí? ¿De qué te proteges con tanto celo?

Vuelo a intentarlo otra vez. Hoy escucharé tu voz...

- ¿Cómo te llamas?

Tu respiración se detiene, pero tu corazón se desboca. Te mueves ligeramente. Oigo el suave friccionar de las telas entre sí. Te escucho tragar saliva con dificultad. Huelo tu necesidad de responder y el temor desatado dentro de ti. El combate que libran tus anhelos y tus miedos, y las tablas que presenta tu constante silencio.

Insisto.

- ¿Cuál es tu nombre?

Escucho un tímido sonido. Y tu extraña respiración, agitada y nerviosa, aparece otra vez. Deformada.

Estás a punto de rendirte, lo sé. Y te ayudo.

- Mi nombre es Asmita.

Silencio...

Respeto tu decisión, pero sigo sin comprenderla.

Callo. Y dejo que tu presencia me acompañe. Sigo en mi posición de loto, apenas a unos metros de tu rincón. Finjo que medito en la reconfortante compañía de tu extraño silencio.

Y te rindes...

Tímidamente. Con recelos. Pero haciendo uso de un inmenso valor.

Y por fin la conozco.

- Las sombras no tienen nombre...

No es más que un susurro. Un susurro ahogado. Una inquietante afirmación que ignoro si va dirigida a mí... O a ti. Y esta abnegada afirmación me desagrada profundamente. Tú no eres una sombra. No lo eres porque:

- Las sombras tampoco tienen voz.

- Yo sí...

###

Los has hecho. ¡Maldita sea! Lo has conseguido, y yo he dejado que lo hagas.

Soy un estúpido. Pero yo mismo me lo he buscado...

¿Por qué me preguntas? ¿Por qué no me dejas simplemente estar?

¿Y por qué diablos te he respondido?

Has vuelto tu rostro hacia mí. Un rostro aún infantil, pese a los catorce años que dicen que tienes. Parece que me ves, pero tus párpados ocultan un color que pretendo imaginar verde, quizás azul... Claro al fin.

Y me siento como un estúpido derrotado en mi propia ambición de jugar a un juego que no puedo ganar.

Lo has hecho. Has conseguido que te responda. Que exista de alguna manera, aunque sea sólo ante ti.

Me maldigo. Y te maldigo.

Pero me quedo. Y tú hablas de nuevo.

"Las sombras tampoco tienen voz."

Ahora no es una pregunta lo que escapa de tus labios. Sino una afirmación absurda. Porque no me ves. Y rindiéndome a una urgente necesidad de defensa, te replico.

- Yo sí...

Callas. Frunces tu ceño. Sellas aún más tus párpados bajo un juguetón flequillo dorado. Y dibujas ese hoyuelo en tu mejilla, robándome la atención otra vez.

- Tú no eres una sombra.

Tu juvenil voz emerge nítida. El tono que la viste se percibe contrariado.

Lo sé, no te gustan mis respuestas. Pues es tu culpa, no haber formulado las preguntas...

Me enojo contigo...o conmigo. Pero no me voy. Me sigo torturando y tú colaboras en ello.

- Tú tienes un nombre...

- Yo tengo un destino anónimo.

- ¿Es tu destino el que deforma tu voz?

¡Qué mordaz que eres! ¡Qué lacerante la maldita elección de tus palabras! Qué maldición tu presencia aquí...

Agazapado aún en mi rincón decido irme. Ya has conocido bastante de mí. Ya me has hecho existir. Ya me has ganado una batalla, pero no del todo.

Me escabullo entre mis más fieles enemigas y protectoras, pero tu voz me alcanza de nuevo, clavándose como un puñal ardiente en mi alma.

- Tu cosmos me dice que Aspros podría ser tu nombre. Pero no eres él...

Me detengo en seco y siento el dolor de tus palabras en mi pecho. ¿Qué quieres que te diga? ¿De verdad quieres saber mi nombre?

Mi nombre también define mi destino, y pronunciarlo me recuerda mi consabida condena. No...no te voy a satisfacer. No del todo porque, una vez más, consigues vencerme...

- No soy Aspros. Soy su sombra.

- ¿Y tu nombre es?

"Defteros..."

Aunque sólo mi mente es testigo de su pronunciación.

Porque hoy no vas a escuchar más mi voz.

MomentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora