32. Volver

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- Debo regresar.

Lo digo mientras me apresuro a cubrirme con las ropas que tú mismo me has arrancado a discreción.

Lucen rotas, deshilachadas. Mis dedos lo perciben al notar la carencia de forma que ahora presentan.

Apuesto que también están sucias.

Pero no importa. La única suciedad que me pesa es la que ocupa mi alma.

Y sólo redescubrir el sabor de tus labios ha podido endulzar su intenso amargor.

Tú no te vistes..  Hace tiempo que tu cuerpo se presenta libre. Únicamente te acomodas tus raídos pantalones.

Les falta un botón...

Pero esto es algo que a ti tampoco te importa. Tú mismo dijiste que un demonio no necesita vestirse de gala para sembrar su maldad.

¿Qué maldad Defteros?

¿Cuándo aceptarás que la maldad es una palabra que carece de sentido en ti?

Sigo cubriéndome con las telas resultantes de nuestro desenfreno, de nuestro perdón.

Y tú fijas tu mirada sobre mí en silencio.

- Debo irme, Defteros.

Insisto en mi intención, y tiento la posibilidad de enojarte una vez más.

- Podrías venir conmigo...

- El Santuario nunca fue mi lugar.

Lo dices con voz grave. Con pretendida frialdad. Y con dolor.

Sé que aún te duele aceptar que eres el digno Caballero de Géminis. Y siempre te dolerá.

Comprendo tu rechazo, pero esta armadura un día será defendida por ti.

- Si decidieras regresar, serás bienvenido. Y respetado...

- Demasiado tarde, Asmita.

Lo sé. Demasiado tarde para que ese lugar busque tu perdón. Pero defenderás la armadura. No por el Santuario... No porque yo te lo ruegue... Ni siquiera por ti.

Lo harás por él.

Algo me dice que será así, pero esto tú aún no lo sabes. Y yo sólo lo ansío creer.

Traicionándome a mí mismo ladeo mi rostro hacia la caja de Pandora que contiene el objeto de tu maldición. Su energía palpita dentro de mi ser.

Y sé que también dentro del tuyo.

Apuesto a que tus ojos también la observan con recelo, y al fin vuelves a regalarme tu voz tomada por el volcán.

Pero tu voz, al fin. Libre. Digna.

Tu voz...

- Llévatela. No la quiero aquí.

- Es tuya Defteros. Por mucho que la aleje de ti, ella elegirá volver.

Silencio...

Nuestro cómplice silencio nos abraza, pero tú no lo resistes mucho.

- No debiste hacerlo Asmita -sé a qué te refieres, pero callo-. Géminis no merecía tu sangre.

- Tú sí.

El silencio vuelve, y puedo afirmar que frunces tu ceño y te fuerzas a retener tu innata emoción dentro de ti, luchando para hacer honor al nombre que tú mismo te has impuesto.

- Debo regresar al Santuario, Defteros...

Permaneces quieto y callado, y yo no puedo demorar más. Una misión me espera.

Una misión de incierto final, pero que al fin, con tu perdón, me siento capaz de afrontar.

Me dispongo a marchar, pero tu voz me retiene de nuevo.

- ¿Volverás?

Una tenue lluvia empieza a caer sobre nosotros. Podría ser fresca, pero la atmósfera de tus ardientes tierras hace que se perciba cálida.

- ¿Quieres que vuelva?

- Quiero que vuelva Asmita. No el Caballero de Virgo.

Está bien. Lo acepto. Virgo no regresará al volcán.

Volveré, Defteros. No sé cuando, pero si tú me lo pides, lo haré.

Quizás antes que deje de llover...

O quizás para vivir otra lluvia futura junto a ti.

La última lluvia que deseo vivir antes de morir.

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