16. Rodorio

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Rodorio.

Te has empeñado en hacerme conocer Rodorio. En tus bolsillos repican entre sí las monedas que Aspros te da para que de vez en cuando bajes al pueblo y vivas.

Tu intención esta noche ha sido clara: hacerme vivir a mí.

No quiero imaginar todo lo que esconde tu proposición y empeño de hoy, pero las preguntas que entre balbuceos me lanzas me muestran claramente lo que tu voz no se atreve a exponer con nitidez.

- ¿Nunca has sentido la necesidad de...de...?

Callas. No sabes cómo terminar una pregunta que te incomoda, pero que no puedes dejar de sopesar en tu mente. Y algo me alerta que yo no quiero escucharla. Pero al fin hallas la determinación que te falta, y fatídicamente la concluyes.

- ¿de...satisfacerte?

Lo dices con prisas y con vergüenza, pero lo haces. Sé a lo que te refieres, pero éso no es algo que a ti te incumba. Finjo no entenderte, tratando de evadir un tema que no me apetece tratar contigo. Ni con nadie.

- Estoy bien Defteros. No me hace falta más.

Pero tú traviesamente insistes.

- Me refiero a...- Maldita sea, ya sé a lo que te refieres, y no quiero responderte...- a las necesidades que todos tenemos...a esas que se despiertan solas...y que...que saciarlas en compañía hacen sentirte bien...mejor que en soledad...

- Estoy bien, de verdad. No me hace falta satisfacer nada.

Al fin callas, y por unos momentos creo que das por concluído el tema, permitiéndome respirar con alivio pero sintiendo una inoportuna vergüenza apoderarse de mí. Una vergüenza que no deseo que se haga evidente frente a ti.

- Aquí en Rodorio se puede hacer...

- No me interesa.

- ¿Tienes miedo?

Hoy estás sumamente pesado. No tengo miedo. Simplemente no me interesa. No debe interesarme... ¿Tanto cuesta de comprender?

- No.

- ¿Pues por qué te niegas?

Maldito el momento en que hallaste ese libro en la biblioteca de Dégel... Desde ese día estás demasiado ofuscado con estos temas y yo, por desgracia,  me he convertido en tu principal foco de atención.

- No me apetece. Eso es todo...

- No puedes saber que no te apetece si no lo has probado. Se siente bien una vez acaba el momento... Es placentero...

No puedo más. Tu intención me incomoda. Estar en Rodorio no me gusta y tus inocentes ansias de hacerme vivir las encuentro simplemente desubicadas.

Innecesarias.

Y traicioneras para una razón que me creía firme e inquebrantable. El deseo no debe ser una opción a la que rendirme. No para mí. Mi camino debe ser la espiritualidad, no algo tan efímero como la satisfacción carnal.

- No quiero llevar a cabo una unión íntima con una desconocida. No necesito entrar en ningún burdel. Ceder a la pasión no es una prioridad en mi vida.

Callas otra vez y aprovecho tu necesario mutismo para salir de un bucle que me está resultando extrañamente incómodo.

- Yo regreso al Santuario. Tú quedate y satisfácete como mejor te guste. Esto a mi no me importa.

Pretendo sonar frío y distante y emprendo mi camino de vuelta sin siquiera esperarte, acarreando una sensación que me ha electrizado por completo y a la que no debo sucumbir. Pero tu mano decide agarrarme firmemente de la muñeca y me detiene.

¿Por qué lo haces? ¿Por qué no me dejas ir?

¿Por qué mi corazón late con extrema violencia cada vez que profanas mi espacio más vital?

Y lo más alarmante...¿Por qué mi cuerpo reacciona así sólo ante ti?

- No hace falta entrar en ningún burdel...ni tan sólo alquilar una habitación de posada si no quieres...

Tus dedos aflojan el agarre al que me tenían sometida la muñeca, e incomprensiblemente rozan mi mano con dudas y temor, tentando una suerte que ni yo acierto a comprender.

Tu propio gesto te asusta. Y te delata.

Los latidos que retumban en mi pecho me alarman.

En compañía se siente mejor dices...

Y mi voz simplemente me lanza a un precipicio sin fin.

- Entonces Defteros...no era necesario bajar hasta aquí.

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