19. Salvaje

143 25 1
                                    

- Se ha roto...

La tomas de mis manos sin ocultar la repugnancia que te causa hacerlo, y la examinas detenidamente. Tus dedos recorren con aprensión su sucia solidez, hasta dar con la tira de cuero que contiene una de las hebillas y descubrirla casi arrancada.

- Estaba practicando una técnica que vi hacer a Aspros y el cosmos se me ha descontrolado...

No sé por qué me justifico.

Quizás necesito que me hables, pero tus dedos sólo siguen reconociendo la máscara con evidente asco. Hasta que se cansan de ello y con resignación me la devuelves.

- No te preocupes Defteros. Por desgracia se puede arreglar.

La examino de nuevo y, sí, tienes razón. Quizás se pueda arreglar. Y aunque a ti te disguste, a mi me alivia saber que tiene solución.

- No conseguirás ser como Aspros. Así no...

Hablas otra vez y las palabras a las que das vida no son las que me esperaba escuchar. Creí que te alegraría saber que poco a poco voy haciéndome fuerte. Creí que aprobarías mi esfuerzo...

- Puedo ser tan fuerte como él.

- No así, Defteros.

No te comprendo, y el misterio que yace tras tus palabras parece no querer ser desvelado. Frunzo mi ceño. Sé que lo hago en señal de desacuerdo y frustración.

Percibes mi desengaño, e inesperadamente vuelves a modular tu voz.

- Tu cosmos es inmenso, pero...

- No me mientas otra vez. Acabas de decir que...

- Está asilvestrado.

Callo y te miro con extrañeza, no sabiendo muy bien si tus palabras pretenden ser ofensivas de verdad.

- Yo no soy un salvaje.

- Pero tu cosmos sí lo es. Está desbordado y te podría dañar incluso a ti mismo. No tienes control sobre el inmenso poder que reside dentro de ti.

Hoy también te has empeñado en ofenderme. Parece que esta es tu última diversión, y no me gusta que me hayas convertido en el blanco dónde verter tus aires de orgullosa divinidad.

- Controlo mi energía. Es sólo que...

- Entonces demuéstramelo.

Por supuesto. Tú no eres nadie para afirmar que no soy dueño de mi propio poder.

Me dispongo a concentrar todo mi cosmos y a intentar de nuevo la última técnica que está perfeccionando Aspros. Pero tu mano se posa en mi antebrazo en tensión y tu voz vuelve a mandarme.

- Pero aquí no.

...

No sé cómo lo has hecho, pero el terreno que nos rodeaba de repente ha mutado de forma y color. De textura y de aroma.

Una extraña atmósfera nos rodea, y el olor que traspasa mis sentidos parece surgido del mismo infierno. Los ojos me escuecen debido a la caliente neblina que nos envuelve, y cuando al fin puedo alzar la vista descubro el Santuario dibujado en el horizonte.

- Dices que controlas tu cosmos...

- Claro.

- Entonces no te resultará difícil controlarle a él.

Él... No sé a quién te refieres, pero el temblor que empiezan a percibir mis pies me alarma. Más aún cuando la calma que exhibes tú se presenta descarada e impertinente.

No sé qué decir, qué hacer, ni a qué atenerme. Mucho menos lo que pretendes, pero algo me dice que esto no es un juego.

Te busco entre los asfixiantes vapores que emergen del oscuro terreno esperando hallar una necesaria explicación. Pero no estás. Has desaparecido con la misma rapidez que este nuevo y desconocido paisaje ha emergido a mi alrededor.

"Dices que controlas tu cosmos... Pues demuéstralo. Sólo si puedes domar a Kanon será verdad.

 De lo contrario, si te doma él a ti, el pueblo que ves a tus pies morirá".

La tierra tiembla de nuevo.

Sus cicatrices empiezan a sangrar.

MomentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora