11. Juego

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Me propones un juego.

Un simple y supuestamente inocente juego de palabras.

No creo en la inocencia de los juegos. Siempre hay ocultas tentaciones y ambiciones yaciendo tras ellos.

La tentación de saber, de descubrir más. Y la ambición de ganar. Si se acepta participar en un juego, la meta final siempre es ganar.

¿A quién le satisface únicamente participar?

Pero acepto. Y asumo el riesgo que encierra el juego de palabras que me acabas de plantear: definir con una palabra a todos y cada uno de los Caballeros de Oro y aspirantes a ello.

Me pides sinceridad. Y la vas a tener. No conozco otra opción que la búsqueda infinita de la verdad.

Decides empezar por orden zodiacal, y tu primera reflexión no se hace esperar.

- Aries aún no tiene guardián...

Lo dices con aire distraído. Es cierto. Aún no ha llegado al Santuario, pero yo sé quién será. Es tres años menor que yo, y se llama Shion. Tú aún no le has visto porque todavía no está aquí. Está en Jamir. Pero yo respondo.

- Aries será dócil y bueno de corazón.

Primer error. He respondido con más de una palabra, y el silencio que me muestras me indica que no comprendes mi resolución.

- He dicho que me definas a los Caballeros que conocemos, no que me digas cómo crees que serán los que aún no están.

Me regañas con una falsa autoridad que no te favorece, pero yo ignoro tu aclaración y tú prosigues con el orden establecido.

- Aldebarán de Tauro.

- Terco.

Una tenue risilla escapa de tus labios, y percibo que estás de acuerdo con mi respuesta. Ahora llega el turno de tu hermano. Y tu turno también, pero sé que no te incluirás en la genérica palabra que con rapidez y vergüenza pronuncias con voz queda.

- Géminis...

- Soberbio.

Callas. Y rápidamente pronuncias el nombre de la siguiente constelación con su guardián. No te ha gustado mi palabra, lo sé. No toleras que se ponga en entredicho el honor que otorgas a tu gemelo. Pero me has pedido sinceridad, Defteros...

- Manigoldo de Cáncer.

- Impertinente.

- Leo aún no está...así que te toca: Virgo.

- No soy yo quién me deba definir.

- Hazlo.

Está bien, voy a responder, pero no te voy a complacer. Mi respuesta será vacía.

- Sexto.

Un chasquido de tu lengua me dice que tampoco te ha gustado la respuesta que me he conferido para mí, y sigues.

- Dohko de Libra.

- Jovial.

- Kardia de Escorpio.

- Fanfarrón.

- Sísifo de Sagitario.

Tenías razón con Sísifo, y te complazco con la misma palabra con la que le definirías tú.

- Noble.

- ElCid de Capricornio.

- Austero.

- Dégel de Acuario.

- Culto.

- Albafica de Piscis.

- Condenado.

Callas otra vez, saboreando el amargor de mi última respuesta. Albafica está condenado. Su propio poder le condena a la soledad, igual que a ti. Y te duele. Sé que le respetas y que le admiras. Y que en secreto le envidias. Porque, aún en la soledad, él existe.

Cambiando de tema rápidamente das por concluido el juego. Pero no está acabado. Te has dejado de nombrar a alguien. Y lo has hecho adrede.

Te has olvidado de ti.

No te consideras Caballero, aunque lo puedes ser. Y no te has nombrado porque me has pedido sinceridad en mis respuestas.

Sabes que mi sinceridad te podría herir.

Me has propuesto un juego, pero tu cobardía te impide exponerte en el tablero, privándome de la opción de definirte con una palabra de las muchas que podría elegir.

Pero no hace falta añadir nada más.

La propia y pensada omisión de tu nombre la pronuncia por mí.

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