23. Pasión

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No sé que me pasó.

Miento. Sí que lo sé.

Me rendí, no hay más. Me rendí a mi tentación y con ella te arrebaté tu tesoro.

Azul.

Apagado.

Vacío.

Tenías razón. No hallé nada en ellos.

No...miento. Miento por segunda vez.

Hallé algo. Hallé tristeza, dudas... 

Soledad.

Estás solo. Aunque te escudes en la burda excusa de que es tu elección. La soledad duele.

Mi soledad me duele. Descubrir la desnudez de la tuya me dolió y necesité borrarla.

Fueron dos besos Asmita... No te quería herir... Sólo deseaba compartir.

Compartir nuestras soledades. Hacerlas menos dolorosas, más cómplices.

Huíste.

Por primera vez en cuatro años, fuiste tú el que huyó. Y no has vuelto.

Por enésima vez en mi vida, me siento estúpido. Sentado en la soledad de tu templo, con la espalda recostada contra una puerta que no sé dónde lleva y sin siquiera sentir tu cosmos.

¿Dónde estás? ¿Dónde te ocultas?

¿De qué huyes?

No deseaba ofenderte, pero entiendo que lo hice. Tu ausencia me lo dice.

Y me maldigo por ello. Creí que éramos amigos...

Amigos... Idiota de mí, si ni siquiera sé qué significa esta palabra.

Pero aquí sigo, esperándote. Porque estúpidamente te necesito.

No existo en tu mirada, pero tu tacto me convierte en algo real y, ahora, tu tacto también se ha ido.

Sin él vuelvo a ser una sombra etérea. Sin él recupero mi maldita esencia, ésa que impecable me recuerda que yo no existo.

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Vete, Defteros, por favor... Aléjate de esta puerta, umbral del secreto de Virgo.

Aléjate de mi jardín. Aléjate del Santuario. Vete y vive lejos de aquí.

La pasión quema dentro de ti y no debes refrenarla. Pero tampoco puedes experimentarla junto a mí.

Para mí la pasión es un espejismo del cual sólo me puedo permitir ser un alejado testigo.

La pasión no debe formar parte de mi ser. No debe ensombrecer mi misión.

Lo sé, sólo fueron dos besos, ¿pero no te das cuenta lo que han despertado en mí?

Ese simple contacto me está alejando del camino que el destino marcó para mí. Ese cálido roce me sacudió con sensaciones que no me debo permitir...

Unas sensaciones desconocidas y que ahora, por tu culpa, no puedo dejar de querer volver a sentir.

No, Defteros...no puedo sucumbir. Y maldita sea, tu cosmos tras la puerta, cálido contra mi espalda, me apremia a entregarme a la pasión que despertaste en mí.

No...no puedo... No debo. Y, sin embargo, lo deseo.

Vete, Defteros, por favor...aléjate de aquí. No me obligues a rendirme.

Vete, o no podré hacer otra cosa que abandonar la calidez de tu cosmos que reconforta mi espalda...

...y abrir.

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