33. Despedida

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Te adentras en las aguas con delicadeza. Y con un inmenso respeto.

Yo te observo desde la orilla con aroma a muerte. Estas aguas no son como las que me han sanado toda mi vida.

No son cristalinas, ni saladas. Son unas aguas lejanas y con intenso aroma a muerte.

Viniste a Kanon con la petición que te acompañara a una misión, que necesitabas mi ayuda para llevarla a cabo.

¿Desde cuándo Asmita ha necesitado ayuda? ¿Dónde dejaste tu orgullo?

Pero como siempre, me venciste. Y acepté.

Incluso accedí a cubrirme el torso para emprender tu misión.

"No quiero que me acompañe el demonio de la Isla Kanon. Necesito a Defteros..."

Usaste mis armas, y aquí estoy. Defteros y nadie más.

No es una misión lo que te ha traído aquí, Asmita. Nunca fue tu intención, ahora lo sé.

Es una despedida. Y la constatación de esta realidad me estruja el corazón.

Las aguas del Ganges llegan a tu cintura, y observo cómo tus manos la recogen y la llevan a tu rostro.

Una y otra vez, como si estuvieran haciendo honor a un ritual sagrado.

Te estás despidiendo de tus orígenes, y me asusta que lo hagas...

Te vuelves hacia mí, y me sonríes. Tu sonrisa hoy es pura. Y profundamente triste.

Alzas tu mano y la mantienes extendida, reclamando mi aproximación.

Una aproximación que dudo perpetrar durante unos instantes. Pero vuelves a sonreírme, y no me dejas otra opción.

Tomo tu mano y siento cómo estrechas la mía con fuerza. Y con infinito amor.

- Sé valiente Defteros, la muerte nunca es el final, sólo un paso más, un hasta luego...

No soy valiente, Asmita, aunque no es a la muerte a lo que temo.

Soy egoísta. Profundamente egoísta.

Te estás despidiendo de lo que más amas, y temo tu gesto.

No quiero que te despidas...

Aún no.

No deseo tu adiós.

Y mi egoísmo no puede aceptar un hasta luego.

Unas tediosas lágrimas acuden a mis ojos, pero te acompaño. Dejo que el Ganges bañe mi piel...

Y lucho para creer que aún te tengo.

Te acompaño en el hasta luego que dedicas a las tierras que te vieron nacer.

Pero hoy no te despedirás de nada más.

Mi egoísmo no lo acepta.

Y mi valentía simplemente se va junto con el temor de otro adiós que ignoro cuándo llegará.

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