27. Impotencia

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Nunca antes me había resultado tan doloroso descender la escalinata del Santuario e internarme en el Sexto Templo.

He deseado estúpidamente que te hubieras ido. Pero no lo has hecho. Sigues allí, y ahora tu presencia y compañía me duele. Más que mi destino. Más que tu condena. Infinitamente más que mis eternas dudas.

No puedo seguir disfrutando del exquisito regalo que ha supuesto tu incondicional cercanía. Temía que llegara el momento de verme obligado a alejarme de ella, pero no quería imaginar cuándo se haría realidad este castigo.

Pero el momento ha llegado, y debes alejarte de mí. Debes hacerlo, y yo no puedo decirte por qué. No lo comprenderías... Ni yo mismo me atrevo a comprenderlo en la crudeza de su magnitud.

En breve te heriré, Defteros. Más de lo que he hecho nunca y, por eso, empiezo a lastimarte ahora. Espero que algún día lo comprendas, no ya que me perdones. Seguramente los acontecimientos que se sucederán no podrán merecer ningún perdón.

No me queda otra opción que alejarte de mí. Mostrarte mi peor parte, conseguir que me aborrezcas ahora. Ahora que todavía puedes disfrutar de la cercanía de tu hermano, ya no importa si es nociva o no...

Deberías haberte ido Defteros. Te lo rogué demasiadas veces, tantas como las negaciones que te ofrecí a tu petición de acompañarte en tu fuga, uniéndome a ti con mi deserción.

No lo hice, y ya no tengo margen para arrepentirme. La Guerra Santa se avecina, su corazón ya late en el aire... Cada día lo presiento con más intensidad, y el honor de Aspros está en entredicho.

No sólo yo dudo de su bondad. El Patriarca también. Poner su honradez a prueba es una prioridad. Ofrecer mis servicios para conseguirlo, una misión que detesto pero la cual es necesario desempeñar.

Defteros, saldrás herido.

Por eso debes empezar a odiarme ahora.

Entro en mis aposentos privados y te ignoro. Ni te imaginas cómo me duele hacer esto, pero sigo ignorando tu recién descubierta alegría, deseando que te alejes por propia voluntad. 

Pero no lo haces... 

Te acercas a mí, me reclamas atención, me preguntas qué me sucede...y te grito.

Te grito, y mi alma me ensordece con sus reproches hacia mi acción.

Te ordeno que te vayas...

Sé que no lo comprendes, pero es necesario que tu odio hacia mi nazca hoy.

Te agarro de un brazo y tragándome las ganas de confesarte la verdad, te invito a abandonar Virgo...y a no regresar.

Vete Defteros... Insúltame. Despréciame, porque seguro que lo mereceré.

Lárgate, y hazlo ya.

Antes que mis lágrimas me traicionen.

Antes que la debilidad me gane.

Antes que la impotencia que me invade te muestre el dolor que me impide respirar.

Impotencia...eso es lo que siento...

Impotencia ante el deber. Impotencia ante la delineación, cada vez más clara, de mi rol en este lugar.

Impotencia ante no ser capaz de agradecerte el regalo de enseñarme tanto...

...como el significado que encierra la palabra amar.

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