20. Lluvia

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Llueve.

Hace días que no para.

El olor de la tierra mojada se adentra hasta los rincones más privados de mi templo, presentándose agradable. Vivo.

Y tú hace días que no vienes. No lo haces desde que conseguiste esa íntima comunión con otra fuerza de la naturaleza, tan salvaje y tan potente como tu cosmos.

Domaste a Kanon, Defteros. Lo conseguiste. Y lo hiciste solo.

Deberías estar orgulloso, pero sé que estás enfadado. Decepcionado quizás...

No debes estarlo. No al menos contigo mismo.

Llueve...

El suave aroma de la lluvia sigue seduciéndome los sentidos, presentándome unas dudas demasiado insistentes.

¿Cuántas lluvias más viviré?

Camino sin prisas hacia el exterior, pero hoy el repicar del oro contra el suelo me molesta.

La armadura se percibe más pesada de lo normal. No el metal que la conforma y que me cubre, no... La pesadez que hoy me abruma es más sutil, más imperceptible. Y dolorosamente intensa. El oro que me viste es un metal noble. Y hoy dudo de mi capacidad para dignificar dicha nobleza.

Dudas...

Hoy me asaltan las dudas. En realidad, llevan asaltándome desde el primer día que comenzó a llover.

Empezó con estrépito y fuertes vendavales que estremecieron hasta las entrañas más calcáreas del Santuario. Ahora la lluvia que sigue cayendo es fina y elegante.

Balsámica.

Avanzo unos pasos más hasta que siento mi piel ser acariciada por la bendición del cielo, y vuelvo a preguntarme:

¿Cuántas lluvias más viviré?

Siento mi cabello mojado. La fina lluvia va calando en mí. Va surcando mi piel y va insertándose por las brechas y espacios que el ensamblaje de las piezas de oro deja sobre mi cuerpo. Hoy el oro me pesa, pero la lluvia se siente agradable. Liberadora. Limpia...

No sé cuántas lluvias más viviré. Y esta duda me duele.

Hoy mucho más que todas las que me atormentan día tras día.

Hoy no puedo dejar de pensar en mi tierra y en las lluvias que tanto la castigan, aunque no deseo evadir la nostalgia que me toma lentamente.

Hoy mi pecho duele con cada respiración que osa llenarlo de más, y la tristeza me invade. Pero no importa, porque hoy la lluvia está conmigo para fundirse con ella. Camuflarla. Y camuflarme.

Hoy me siento humano. Necesito sentirme humano...y débil.

Quizás ahora comprendo a la pequeña Sasha, pero ella es una diosa reencarnada. Ella no tendría porqué sufrir...

En cambio, yo no soy más que un hombre. Un hombre que puede morir, pero que la melancolía hoy hace sentir vivo.

Tan vivo como el corazón de esa isla que vuelve a estremecerse en la distancia. Un corazón que bombea lava. Un corazón que ahora te pertenece.

Sonrío con tristeza mientras la lluvia sigue sembrándome paz y melancolía. Lo has conseguido, Defteros... Kanon ya es tuyo. Te has hecho uno con él...

Ya no me necesitas.

Y me permito el humano lujo de extrañarte. Y admitirlo en mi acostumbrada soledad.

No sé cuántas lluvias más viviremos, Defteros.

De momento, hoy sigue lloviendo...

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