26. Esperanzas

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Has abandonado la cama temprano, permitiéndome quedarme en ella. Regodearme en la suavidad de tus sábanas. En el aroma a jazmín que desprenden.

O que desprendían antes de albergar una de nuestras ya usuales batallas.

He perdido la cuenta de las semanas que hace que nos rendimos. Sólo sé que estos últimos meses han sido menos oscuros, menos dolorosos. Más soportables. Y más esperanzadores.

Y no sólo para mí. Para ti también. Tu sonrisa te ha traicionado más a menudo. Y la aparición del hoyuelo de tu mejilla ha encendido innumerables fuegos que cada vez hemos aprendido a apagar con más calma y destreza.

Has subido a la cámara del Patriarca. Una reunión me has dicho, de la cuál ignorabas el tema a tratar. Está bien, no necesito que me des explicaciones. Los temas que se gestan aquí hace tiempo que ya no me preocupan. Sé que Aspros está en una buena posición. Sé que está entrenando duro para poder ostentar el título del próximo Patriarca. Y sé que lo logrará. Ya queda poco para que se haga público el nombre del Caballero Dorado a ocupar dicho rango.

Ya quedan sólo días para ser libre de mi condena.

Quizás el Patriarca te requiere para saber tu opinión al respecto. Sé que no aprecias a Aspros, pero también sé que eres justo, y que no hablarás para perjudicarle ni para beneficiarle. Si emites una opinión, será noble y justa. Fiel a la verdad que sientas en ese momento. Y sé que en el fondo admiras el poder de Aspros...

Es extraño, pero casi puedo afirmar que hoy me siento feliz. Quizás cuando regreses puedo leer algún fragmento de la novela que dejamos a medias la otra noche o, por qué no, rescatar ese libro de Dégel que proviene de tus tierras, y que aún no he devuelto a su lugar...

Quizás necesites entrenar...si es así me iré. Tus entrenamientos siguen siendo un misterio para mí, pero no más profundos que el mismo misterio que siempre ha representado tu presencia en este lugar.

Hoy me siento insólitamente feliz y espero tu llegada, sintiéndome nervioso sin razón cuando escucho el repicar de tus solemnes pasos reverberar en las paredes de tu sobrio templo.

Te espero sentado en medio de tu cama, anhelando que éste sea el destino que elijas de nuevo una vez tu armadura nos deje libres y nos proteja nuestra intimidad desde la distancia.

Te espero y tu llegas luciendo una expresión en exceso adusta. Tu fría presencia inexplicablemente me borra la sonrisa y me eriza los temores.

No hablas, no me prestas atención...

Me ignoras.

¿Qué ocurre Asmita? ¿Qué ha pasado allí arriba? ¿Por qué me ofreces tremenda indiferencia?

No me gusta la actitud que me estás ofreciendo. No la comprendo... Y no la acepto. Ahora ya no. No después de la confianza que nos ha unido.

No puedo reprimirme. Me alzo y me dirijo hacia ti. Intento aclamar tu atención pero ni tan sólo te dignas a ladear tu rostro hacia mí, y yo no puedo más. Algo te ocurre, y necesito saber qué.

- Asmita...

- Vete Defteros.

- ¿Cómo?

No entiendo tu orden. Porque no es una petición. Acabas de proferirme una orden.

- Que te vayas.

- ¿Pero por qué?

- ¡Vete!

Me gritas. Nunca lo habías hecho y ahora me gritas. Me dedicas una expresión de desprecio y furia desconocida en ti. Tus palabras me han congelado la voluntad, y tú la tomas por mí. Te acercas, me agarras del brazo y me echas de tu morada como si mi presencia la ensuciara. ¿Desde cuándo me tratas con esta arrogancia? ¿Desde cuándo te has vuelto como Aspros?

Tú no eres así...algo te ocurre y necesito que lo compartas conmigo, que me permitas ayudarte, pero vuelves a gritarme que desaparezca.

Que desaparezca. Como si alguna vez hubiera existido...

Creí que lo había hecho, al menos junto a ti, pero hoy mi alegría ha sido un espejismo. Un espejismo roto que me ha mostrado la verdadera naturaleza de tu corazón.

No eres distinto a nadie, Asmita. No eres ni misterioso ni divino. Eres tan humano como todos.

Hoy tu actitud me lo reafirma: el oro cambia...el oro pudre las almas que lo visten...

Y tú no eres distinto.

El oro hoy también te ha vencido.

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