34. Hasta luego

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Tu cosmos se estremece al notar mi presencia. Y se agita aún más cuando tu mirada cae sobre mí.

Tienes razón, Defteros...acabo de incumplir mi promesa. La armadura me viste. Y lo hace en tu hogar.

Pero esta noche Virgo me deberá acompañar, y el Santuario ya no lo volveré a pisar.

Me acerco a ti, a la calidez de la hoguera que siempre te acompaña. Te busco, y sólo encuentro silencio y rechazo.

Defteros, por favor, mírame...no me rehuyas...

No me puedo ir así.

No dejes que me vaya así...

Fuera de tu gruta el viento azota el volcán. Es un viento húmedo, cada vez más feroz.

Anuncia lluvia.

Mi última lluvia.

Y deseo vivirla junto a ti.

- Defteros...

- Has venido con Virgo.

Tu voz quiere ofrecerme desprecio, desdén...indiferencia.

Pero sólo consigue transmitirme temor.

No temas, Defteros...y mírame...

- Te pedí que no trajeras tu oro aquí.

- Pues quítamelo.

Vuelve el silencio, y hoy se estremece junto al viento. Fuera empieza a llover y no me reprimo más. Agarro tu mano. Tiembla...y te enfurece no poder controlar su temblor.

Intensifico mi agarre en ella, y te invito a seguirme fuera. No temas Defteros, sólo deseo que me regales una última vez la sensación de vivir.

La fina lluvia se va tornando más densa, intensa... Vivámosla juntos.

- Despójame del oro, de Virgo, de mi destino... Libérame de él por un instante.

Dudas. Deseas y te resistes. Temes y sientes frustración. Lloras...

No me pienso ir así, Defteros. Agarro tus manos y las llevo hacia los ensamblajes de mi armadura.

- Quítamela como ya hiciste una vez.

Sigues dudando, y yo no me reprimo más.

Te beso.

Con dulzura, con furia y frenesí. Con deseo y con pasión. Con agradecimiento...con amor.

Tus labios responden. Tus manos despiertan... Sí, Defteros... Siénteme. Y hazme sentir...

Virgo va cayendo. Las partes van siendo desensambladas con torpeza e imprecisión, y es ella misma que finalmente libera por completo mi cuerpo de su prisión.

Ya sólo estamos tú y yo.

Y nuestra última lluvia bañándonos con compasión.

Me entrego. Te entregas. Nos quemamos. Ardemos...

La pasión nos consume, y luego sólo queda el dulce sabor de la explosión.

Te abrazas a mí. Con fuerza. Con dolor...

Hundes tu rostro en mi hombro, y yo te abrazo en respuesta.

Nuestro silencio vuelve. Y la lluvia cesa junto con la extinción del viento.

La noche será serena. Quizás será una noche de clara luna... No lo sé.

Sólo sé que debo decirte hasta luego...

Las lágrimas acuden a mis inertes ojos. Las tuyas bañan mi hombro. La complicidad de nuestro silencio nos abraza.

Debo irme...

Pero también puedo demorarlo unos momentos más.

La luna aún tardará en nacer.

Hasta luego es algo que nos diremos después.

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