28. Roto

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Las viñetas que se suceden a partir de aquí se ubican temporalmente después de la muerte de Aspros.

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He rehúsado tocarla desde el mismo instante que la rechazaste.

Deduzco que el oro sigue manchado de sangre. Con su sangre. Con tu sangre...

Hakurei deja correr sus dedos sobre su resquebrajada superfície, impregnada de deshonor.

Percibo cómo tantea las brechas, y las cicatrices que tu puño dejó allí. Sus dedos se detienen, y me atrevo a afirmar que han llegado a la obertura que luce en el lado izquierdo del pecho.

Siento su tristeza al corroborar que el espacio abierto en él es suficiente para dejar pasar un puño.

Tu puño...

Hakurei me habla, pero no le oigo. Mis pensamientos están muy lejos de Jamir. Mis pensamientos todavía no han podido avanzar desde esa maldita noche que prometí herirte.

Y hacerlo de verdad.

La voz de Hakurei vuelve a mis oídos, intentando reclamar mi atención a través de la repetida pronunciación de mi nombre.

Finalmente alzo el rostro bañado en lágrimas que no me avergüenzo de mostrar...no a él, y afirma lo que ya sabía antes de venir.

- La armadura se puede arreglar.

Lo sé. La armadura se puede arreglar. Pero...¿y tu alma?

Tu alma se rompió definitivamente en el mismo instante que tu puño acabó con tu condena.

Hakurei toma la daga en su mano y pide con su calma natural la aproximación del joven Atla.

Géminis necesita sangre para revivir. Pero no es la sangre de este chiquillo la que debe derramarse sobre ella... No sobre tu armadura...

Con decisión ando hacia el viejo Hakurei y tomo la daga de sus manos. No hace falta que diga nada para que él lea mi dolor.

- Asmita, no es necesario...

- Lo es.

Otra lágrima surca mi rostro, pero no importa.

La daga secciona la piel de mi muñeca y la sangre empieza a brotar.

Géminis la recibe...y con ella se recompondrá.

Pero ¿y tu alma?

¿Quién la recompondrá?

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