29. Negro.

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Al día siguiente fue el funeral de su madre. En el velatorio todo el mundo llevaba una flor hasta el pequeño altar en el que le rendían homenaje a la tierna y alegre mujer. YeonJun apretaba sus puños con frustración, cada flor nueva que entraba era rosa, rosa justo como su cabello y el pañuelo que solía llevar su madre para ir a juego con su niño. TaeHyun estuvo ahí, y BeomGyu costosamente junto a sus muletas también. No querían dejar solo al chico que tanto había sacrificado por su madre en ese momento y a pesar de que no estaba solo, ellos querían permanecer a su lado.

El pelirrosa no apartaba ojo de la foto de su madre, evitando mirar el ataúd inerte que se encontraba a un lado de la habitación. Yo no sabía qué hacer en ese momento, un momento así jamás se supera y menos tras todo lo que pasó. No sabía si debía apartarme, acercarme, tomar su mano, llevarlo a dar una vuelta...

TaeHyun se acercó a mi para avisarme que el enterramiento sería en breves, mi corazón se estrujó al oírle y en cuanto oí el sonido del ataúd cerrarse corrí hasta YeonJun. Él me miró sin brillo en los ojos con el que pudiera denotar ni un solo sentimiento. Tomó una de las rosas que le habían colocado: la única de un color distinto, y salió tras el servicio funerario. Caminé tras él, seguida por TaeHyun, BeomGyu y ciertos familiares, médicos y enfermeros que querían despedirla en su último adiós.

Un último adiós. Todos mirabámos la fosa con cierto pavor, ahí acabaríamos todos sin ninguna distinción. Me atreví entonces a tomar la mano de YeonJun con fuerza, a lo que él respondió apretándola aún más. Allá iba, allá iba ese frío trozo de madera encerado acompañado de una lluvia de rosas por parte de los presentes. La lluvia rosa se vio finalizada cuando él, su hijo, lanzó la última rosa, una rosa blanca.

Que en paz descanse, ha batallado duro y ha dejado huella. Has cumplido, buena madre, buena esposa, buena amiga, y ahora es de vuelta de donde llegó.— Habló el sacerdote que llevaba la sacristía.

Volví a sentir su temblor de manos y lo abracé por la cintura incapaz de llegar un poco más alto. Él apoyó su cabeza sobre la mía viendo como iban tapando con tierra lo que por siempre había sido su hogar y única familia. Un suspiro exánime escapó de sus pulmones y corazón, como si por su boca hubiera escapado su último ápice de vida.

Ya no me queda nada por lo que luchar...
Sí que queda, no voy a romper mi promesa.— Respondí despegando mi cabeza de la suya para mirarle.
¿Qué promesa?Preguntó desorientado.
La de devolverte los colores uno por uno.

—La de devolverte los colores uno por uno

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Cambio. Eso es lo que necesitaba el chico. Repudiaba el color que adornaba su cabeza con felicidad, pues él no lo era. Compró un tinte negro, quizá sonaba demasiado brusco, pero odiaba el rosa con toda su alma y tenía motivos suficientes para hacerlo.

Una llamada volvió a llegar a mi teléfono, esta vez, atenta, lo tomé a la primera. Al otro lado se oía un deprimido YeonJun que hablaba con pesadez. Me pidió como favor que fuera hasta su casa, que necesitaba ayuda con una cosa y sin pensarlo dos veces, incluso vestida con anterioridad por si llegaba a pasar algo así volví a salir de casa, tomando el bus para llegar a su casa.

Llamé un par de veces para que supiera que era yo y él abrió sin cuestionar nada más. Sus ojos estaban hinchados, su rostro igual. Estaba más pálido que de costumbre y sus ojeras eran más notables que nunca. Pasé dejando mi bolso a un lado y le miré.

¿Qué necesitabas, Junnie?

El chico primeramente me abrazó escondiendo su rostro en mi cuello mientras yo acariciaba su espalda. Pasaron minutos y ambos así, sin decir una palabra, no era un ambiente incómodo, era un ambiente roto. Se separó lentamente de mi y se giró lentamente para tomar un tinte y enseñármelo.

¿Quieres que te ayude a teñirte? Sin ánimos de hablar mucho, él asintió. ¿estás completamente seguro, verdad?

Volvió a asentir, quitando su camiseta: ya sabía que había que hacer para teñir. No era la ocasión que esperaba pero mis ojos no pudieron evitar deslizarse desde el trío de Wendigos que adornaban su cuello hasta su abdomen. De obvia manera ni siquiera iba a comentarlos, no era el momento ni mucho menos. Caminé hasta el cuarto de baño y ahí, comencé a mezclar ambas partes del tinte: colorante y detonador, y a removerlo.

Él se miraba fijamente en el reflejo rehusándose a pensar que ese era él mismo. Con ojos lastimosos le miré y por primera vez la brocha tocó su pelo, ya no había vuelta atrás. Comencé a teñir su pelo con cuidado de no manchar mucho su rostro, nuca, cuello y orejas. Solté el cuenco tras embadurnar el pelo en la sustancia bruna y comencé a masajear su cabeza con sumo cuidado. Él cerró sus ojos como si fuera lo que necesitaba para dormir y es por esa razón que no paré hasta haber recorrido cada milímetro de su cuero cabelludo.

Tras una media hora con el tinte en su cabeza, comencé a enjuagarlo con la misma suavidad aprovechando el agua tibia sobre su cabeza para relajarlo más y al parecer lo logré cuando los ojos del chico, al abrirse tras el enjuagón estaban completamente adormilados. Con una toalla sequé el exceso de agua, mimando de nuevo su cabello.

Había nacido un nuevo YeonJun y el primer color que logró recuperar fue el Negro.

Bubblegum bitch.- Choi YeonJun y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora