Prólogo

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—María Fernández Acuña... –leyó el juez ante la sala—. En relación con la reapertura del caso del asesinato de Patricia Ibáñez: después de escuchar los alegatos de su abogado y de analizar minuciosamente todas y cada una de las nuevas pruebas ofrecidas por su defensa, se le comunica que el jurado de esta sala ha examinado su caso y de acuerdo a sus atribuciones... Se estima que es procedente la revocación de la sentencia anterior. Se determina que usted, efectivamente, no tuvo responsabilidad alguna en dicho asesinato y, por lo tanto: se le concede la libertad.

La aludida gimió y se llevó sus manos a la boca, en un claro gesto de incredulidad. Sus hermosos ojos verdes se cristalizaron sin poder creer lo que acababa de escuchar.

— ¡Lo logramos, mi amor!

María sintió cómo un par de fuertes brazos la rodearon con fuerza y ella respondió al abrazo con toda la dicha del mundo, hundiendo su rostro en el amplio pecho masculino e inhalando el almizclado aroma que tanto amaba.

—Lo hicimos, amor... Lo hicimos –suspiró él y la besó en repetidas ocasiones en la coronilla de la cabeza.

Él le tomó el rostro entre las manos y la miró sonriéndole con adoración. María le devolvió la sonrisa y lo miró con todo el amor que sentía por él.

—Sí, Esteban –sollozó ella—. Lo logramos, mi amor.

—Por fin estaremos juntos de nuevo –espetó el—. Y esta vez para siempre –prometió—. Nada ni nadie podrá separarnos.

Ella sonrió ante la promesa de un futuro mucho mejor, una promesa de dejar atrás y para siempre aquel momento de oscuridad en sus vidas.

—Así será –prometió ella.

Esteban sonrió e inclinó la cabeza para besarla una vez más. A su lado, escucharon un leve carraspeo y los tortolitos rompieron el beso entre sonrisas y risitas cómplices.

—La audiencia aún no termina –los riñeron en voz baja— Dejen los arrumacos para después.

Esteban rio por lo bajo y María se sonrojó.

—Está bien, Luciano –murmuró Esteban y se obligó a soltar a su esposa.

María volvió a colocarse en su posición y sonrojada miró hacia el estrado donde se encontraba el juez quien a su vez la miraba con una divertida sonrisa, pues comprendía lo que significaba para aquella jovencita el haber recuperado su libertad después de haber sido condenada injustamente a cadena perpetua por un asesinato... que no había cometido.

—Continuemos... —espetó el Juez y todo el mundo en la sala volvió a prestarle atención.

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Solo un poco más, se dijo María mientras observaba la puesta de sol a través de una pequeña ventana que había dentro de la sala de testigos que formaba parte del área de juzgados donde poco antes se había llevado a cabo su audiencia. Esperaba en soledad en aquella habitación mientras Esteban y Luciano realizaban unos últimos trámites administrativos necesarios antes de que ella pudiera marcharse con Esteban a casa y para nunca más volver a aquel horrible lugar. Solo un poco más y en realidad sería libre. Por fin todo habría terminado. Sintiéndose un poco agotada, tomó asiento en uno de los mullidos sofás que había en aquella sala y casi sin darse cuenta se quedó dormida.

Un rato más tarde, María se despertó sobresaltada al escuchar un ruido extraño en la habitación que ahora yacía casi en completa penumbra debido a que ya estaba anocheciendo. Sintió cierta inquietud y su corazón comenzó a martillear fuertemente dentro de su pecho como si presintiera algo. Se incorporó en el sofá y en cuanto sus ojos se adaptaron a la oscuridad, María se percató de que una de las puertas de la sala de testigos estaba ligeramente entreabierta. Se puso de pie, con la intención de ir a investigar, cuando de pronto sintió una fuerte explosión de dolor en su nuca. María cayó de bruces sobre el suelo, presa de un agudo dolor que le nublaba la vista y sintiendo sus tímpanos a punto de estallar. Gimió de dolor y con mano temblorosa se palpó la dolorida nuca para sentir entre sus dedos un líquido espeso que le mojaba la cabellera, miró su mano y a pesar de la penumbra vio el color oscuro e inconfundible de la sangre. María volvió a jadear.

Más Allá De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora