Capítulo 7: Soborno.

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Habían pasado dos largas semanas desde el accidente de Héctor, dos largas semanas desde que Esteban no había querido separarse demasiado tiempo de sus hijos; por lo que ya no había vuelto a viajar a Monterrey (pues la presencia de Victoria en la ciudad, lo había ayudado en esa decisión) y había vuelto a sus labores cotidianas en las Empresa San Román.

Alba había puesto el grito en el cielo al ver que los cuadros de Monserrat habían desaparecido y sobre todo cuando Esteban le había contado qué les había hecho. Al principio ella había tratado de discutir, pero tuvo que callar cuando él le dijo que no estaba dispuesto a permitir que sus hijos siguieran venerando el recuerdo de una mujer que ni siquiera existía. Alba había tenido que tragarse su rabia y ver cómo Esteban colocaba unos viejos cuadros rupestres (que María había comprado hacía años) en el lugar donde había estado el retrato de Monserrat. Los niños se habían sorprendido al no ver el retrato de su "madre", pero Esteban les había dicho que había ocurrido un "pequeño accidente" aunque tampoco les aclaró cuál y les dijo que pronto mandaría a hacer otro cuadro de su madre. Los niños habían asentido sin rechistar, pero Estrella se sentía satisfecha de no tener que ver más ese retrato que no se parecía en nada a la foto que había visto la otra noche en el despacho de su padre.

Estrella también había conocido a Victoria, la nueva amiga de su papá, y ahora estaba encantada con ella. Hasta ese momento Esteban no se había dado cuenta de que Estrella no tenía más figuras femeninas en su vida que las de Alba y Carmela. Cada tarde Victoria acudía sin falta a la Mansión San Román para llevar a cabo las terapias de Ángel; Sin embargo, Héctor y Estrella también estaban fascinados con sus visitas, por lo que cada tarde esperaban expectantes su llegada y Victoria también se tomaba su tiempo para pasar un rato con ellos luego de haber finalizado la terapia. Todos los días, al finalizar la tarde, Esteban se marchaba con Victoria para llevarla de regreso a su hotel o para salir a cenar juntos. Muchas veces Esteban terminaba volviendo a la mansión muy entrada la madrugada y Alba se sentía furiosa por ello. No tenía que ser ningún genio para saber por qué él volvía a casa tan tarde... Inclusive, un día Alba se había atrevido a preguntarle claramente a Esteban si tenía algo con esa mujer.

—¿Con Victoria? —había preguntado Esteban.

Alba asintió.

—No me gusta nada que esa doctorcita venga a mi casa todos los días y disponga de todo y que pase tanto tiempo con los niños —declaró con seriedad—. Es como si se sintiera con derecho de estar aquí y...

—Lo tiene —la interrumpió Esteban con suavidad—. Y será mejor que te vayas acostumbrando tía, porque Victoria es mi novia y tiene todo el derecho de estar aquí con mis hijos el tiempo que desee —aseguró—. De igual forma, le he dado toda autoridad para disponer de la casa de la forma que quiera y nadie se lo va a impedir ¿Entendido?

Su tía se quedó pasmada.

—¿Tu novia?

Esteban la miró y asintió.

—Así es tía. Mi novia —confirmó—. ¿No dijiste la otra noche que querías verme feliz?

Alba había tenido que tragarse su rabia al comprender que Victoria era aquella "sorpresa" de la que había hablado Esteban.

—Así es, hijo.

Aquella tarde, Victoria había decidido salir con los niños al jardín para jugar un momento. En ese momento ella cargaba en brazos al pequeño Ángel y corría con precaución mientras fingía espanto pues una "terrorífica" Estrella convertida en zombi avanzaba hacia ellos para comerles el cerebro. Ángel reía a carcajadas y pataleaba con emoción entre los brazos de Victoria, Héctor también corría entre carcajadas al lado de ella.

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