Capítulo 11: Ganar o perder.

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—¿Sabes qué es lo que más amo de ti? —inquirió María con voz enamorada, mientras bailaban muy acaramelados en la fiesta anual de las Empresas San Román.

Esteban sonrió y no dudó en depositar un beso sobre la frente de su bella novia. Sabía que todos los empleados, sus amigos y familia los observaban, pero no le importaba. Lo único importante en ese momento era que tenía entre sus brazos a la mujer más bella del mundo y, sobre todo: que ella lo amaba.

—¿Qué soy un excelente jefe? —inquirió él en tono burlón.

Ella negó con la cabeza.

—No eres un excelente jefe —contradijo de inmediato—. Como jefe eres todo un dictador —declaró con seguridad.

Esteban abrió la boca con sorpresa.

—¿Qué estás diciendo, María? —fingió sentirse indignado y señaló hacia su alrededor—. Todos aquí me adoran —aseguró.

Ella sonrió divertida.

—Eso ni tú mismo te lo crees, mi amor —lo pinchó—. Es solo que tú ni siquiera te das cuenta —se encogió de hombros—. Eres un dictador y si no había dicho nada antes es debido a que soy muy eficaz en mi trabajo.

Esteban soltó una carcajada llena de diversión.

—Entonces ¿Soy un explotador?

María rio.

—Sabes que no, mi amor —suspiró—. Eres un hombre increíble, bondadoso y atento. Sabes escuchar y entender a la gente que te rodea... Te preocupas por ellos. Eso es justo lo que amo de ti, Esteban —susurró mirándolo con adoración.

Esteban abrazó con firmeza a su novia y la miró a los ojos con infinito amor, sintiéndose dichoso de tener su corazón y también orgulloso de que muy pronto esa mujer se convertiría en su esposa.

—Te amo, María —susurró él—. No tienes idea de cuánto.

María sonrió emocionada.

—Más te vale —respondió divertida—. Yo también te amo, Esteban...

María se puso de puntillas para besar los labios de su prometido en un tierno y suave beso que era solo una promesa de un profundo amor que ambos seguirían compartiendo por siempre. Varios a su alrededor suspiraron ante la imagen clara del amor y otros no hicieron más que tener que aguantar ver la escena llenos de celos y envidia...

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—¿Qué vamos a hacer con Alba? —inquirió Demetrio con cautela.

Bruno le dio una calada al puro que acababa de encender.

—Creo que lo más prudente será no decir nada por ahora —sugirió—. Eso sí, hay que mantenernos alerta y vigilarla desde la distancia por cualquier cosa ¿No creen?

Servando asintió lentamente.

—Bruno tiene razón —espetó—. Esa mujer puede ser muy peligrosa, lo mejor será que nos andemos con cuidado.

—¿Será prudente alertar a Esteban? —intervino Daniela.

—No —respondió Servando—. Antes que nada, Alba es su tía y nosotros ni siquiera tenemos pruebas concretas en contra de ella.

Demetrio asintió.

—Dudo que Esteban nos crea nada que esté basado en meras suposiciones.

—Hablando de eso... —Fabiola se movió inquieta—. Esteban tiene una novia.

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