Capítulo 9: Como hombre.

311 44 9
                                    

Fabiola no lo pensó dos veces y se dirigió con paso decidido hacia donde se encontraba Esteban.

—¡Esteban, querido! —espetó Fabiola con voz melosa como si estuviera sorprendida de verlo.

Esteban giró un poco hacia donde había escuchado la voz y se encontró con Fabiola, que prácticamente se había lanzado encima de él a darle un ligero abrazo mientras le estampaba un beso peligrosamente en medio de la mejilla y las comisuras de los labios.

—Fabiola —espetó él con incomodidad y dio un paso hacia atrás para evitar el contacto tan cercano.

Victoria se limitó a mirar con curiosidad a aquella mujer tan atrevida. Fabiola también la miró, con cierto desdén, y la barrió con la mirada.

—¿No me presentas a tu amiguita? —inquirió con cierta desazón en la voz.

Esteban abrió a boca para responder, pero Victoria se le adelantó.

—No soy su "amiguita" —respondió con una ligera sonrisa que dejaba muy en claro que no estaba dispuesta a dejarse amedrentar—. Soy su novia y me llamo Victoria —se presentó a sí misma—. ¿Y tú quién eres? —inquirió mientras enarcaba una ceja.

—¿Novia? —repitió Fabiola que de repente sintió que perdía el piso.

Esteban asintió y rodeó a Victoria por la cintura para acercarla más a él.

—Sí, Fabiola —confirmó con seriedad—. Victoria es mi novia —espetó. En ese momento se abrieron las puertas del elevador—. Si nos disculpas, tenemos que marcharnos o de lo contrario se nos enfriará la cena.

La sonrisa de Victoria se hizo aún más ancha, como si Esteban hubiera dicho algo muy divertido, e ingresaron al elevador.

En cuestión de segundos, las puertas del ascensor se cerraron ante la cara desencajada de Fabiola.

—¿Su novia? —inquirió con incredulidad y enseguida una ciega rabia se apoderó de ella—. No. ¡Eso no puede ser posible! —vociferó.

Varios empleados de la empresa, que pasaban en ese momento por ahí, la observaron con atención como si estuviera loca al gritarle de forma desquiciada a las puertas cerradas del ascensor. Sin embargo, Fabiola permanecía ajena a todas las miradas que se posaban en ella y su mente se permitió volar unos cuantos años atrás...

*-*-*-*-*

Fabiola era la mujer más feliz del mundo ¿Y cómo no serlo? Tenía todo lo que necesitaba y mucho más, pero, sobre todo: tenía el amor del hombre al que siempre había amado profundamente. Y no solo eso, sino que en menos de una semana se iba a casar con él.

De pie ante un espejo, Fabiola sonrió enamorada al pensar en Esteban y se maravilló ante lo perfectamente bien que le quedaba su vestido de novia.

—Falta tan poco... —suspiró enamorada y se permitió girar sobre sí misma con aire encantador mientras se imaginaba cómo sería el día de su tan esperada boda.

Fabiola escuchó que alguien llamaba a la puerta de su habitación.

—Ya voy, Rosita —exclamó Fabiola con una risita, pensando que se trataba de su empleada que la llamaba para recordarle que tenía que marcharse pronto para poder llegar a tiempo al ensayo de la ceremonia que estaba programada para mediodía.

La puerta se abrió y Fabiola observó, a través del espejo, que quien ingresaba a la habitación no era Rosita sino Esteban. Fabiola lo miró enamorada y a los pocos segundos su mirada se tornó horrorizada al darse cuenta de que él estaba viéndola con el vestido de novia puesto.

Más Allá De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora