Capítulo 28: Reconstruyendo lazos.

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María abrió los ojos de golpe a la mañana siguiente y, por un momento, se sintió un poco desorientada. No tardó en reconocer su antigua habitación y una suave sonrisa se posó en sus labios al ver que había dormido entre los brazos de Esteban, quien yacía detrás suyo abrazándola por la cintura. María se relajó y suspiró sintiéndose, por primera vez en meses, serena y en paz.

Con suavidad se giró hacia Esteban y sintió un enorme placer al tenerlo delante suyo. Lo miró fijamente mientras él dormía, observó detalladamente cada rasgo de su rostro y María se maravilló. Esteban era un hombre muy atractivo, pensó ella y sonrió al saber que él la amaba profundamente como ella a él. María le acarició la mejilla con suavidad y enseguida se inclinó hacia él para depositarle besitos tiernos por todo el rostro, pero Esteban permaneció profundamente dormido. María continuó dándole besos por el rostro y, en una traviesa y coqueta jugada, le mordió con suavidad la barbilla. Esteban permaneció en plena quietud.

Ella detuvo su ataque de besos y se le quedó mirando atentamente. Unos cuantos segundos después Esteban entreabrió un ojo para verla.

—¿Por qué paraste? —se quejó con voz ronca—. Quiero más besos.

María rio en voz baja y Esteban sonrió, se inclinó hacia ella y la besó en los labios.

—Buenos días —ronroneó Esteban.

Ella sonrió y lo miró a los ojos.

—Muy buenos —rio y lo besó una última vez antes de intentar apartarse de él.

Esteban rápidamente la sujetó por la cintura.

—Tú no te vas de aquí —murmuró y le besó el cuello con sensualidad.

Ella sintió un escalofrío.

—Es tarde —señaló—. No tardan en despertar los demás y tengo que alistarme para poder hacerme cargo de los niños antes de que se vayan al colegio.

Él gruñó con descontento y continuó deleitándose con el cuello de su esposa. Sus manos traviesas bajaron por el pijama de su mujer y comenzaron a acariciar las piernas tersas de ella.

—Un ratito...

Ella rio, pese a que comenzaba a sentir un creciente fuego en su interior.

—Contigo nunca nada es solo un ratito —se quejó y se arqueó al sentir que él se restregaba contra ella para hacerle saber la prueba de su deseo.

Esteban rio por lo bajo.

—¿Te quejas de que me guste tomarme mi tiempo? —preguntó con diversión.

María introdujo sus manos por debajo de la camiseta de Esteban y acarició el pecho masculino de su esposo.

—Sabes que no —respondió con una gran sonrisa y con un ágil movimiento rodó sobre él.

Esteban quedó boca arriba mientras veía sonriente cómo su mujer de pronto yacía encima de él, con las piernas apoyadas a cada lado de su cintura. Esteban acarició con premisa ambas piernas y María movió sus caderas de forma provocativa en forma circular contra el miembro masculino de su esposo, de forma que Esteban gimió de puro gusto.

María llevó sus manos hacia el borde de su pijama para quitársela, pero se detuvo cuando un suave gritito enfadado se escuchó a través del intercomunicador para bebés. Esteban gimió con derrota al saber lo que significaba eso.

—Ángel... —gruñó con frustración—. ¿No podía despertar un poquito más tarde?

María rio con diversión, se inclinó para besar rápidamente los labios de su esposo.

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