Capítulo 23: Cuidado.

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Victoria había llegado a la Mansión San Román por la puerta grande y del brazo de un más que nervioso Esteban. Ella se había reído al ver su incomodidad y le había propinado un pequeño codazo.

—Relájate, hombre —había dicho ella mientras caminaban hacia la entrada de la mansión—. Si no nos van a descubrir.

Esteban suspiró.

—No puedo creer que esto se le ocurriera a María —soltó—. Fingir que tú y yo somos novios...

Ella fingió ofenderse.

—¡Oye! —volvió a codearlo—. Agradecido deberías estar de tener una novia como yo —afirmó con una sonrisa divertida—. No cualquiera ¿Eh?

Esteban soltó una carcajada y se relajó. La mano de Victoria estaba apoyada en el brazo de Esteban y él apoyó su otra mano sobre la de Victoria.

—Quien se gane tu corazón será un hombre muy afortunado, Victoria —aseguró con suavidad y miró con cariño a aquella mujer a la que le debía tanto.

Ella se sonrojó inevitablemente cuando a su mente le llegó la imagen de Arturo Ibáñez. Esteban sonrió al ver el sonrojo de su amiga.

—A ver... —él detuvo su andar y la miró con atención—. ¿Ya hay alguien especial? —inquirió con una ceja enarcada y una gran sonrisa.

Victoria se volvió a sonrojar.

—Suenas igual que Luciano —se quejó avergonzada.

Esteban rio, pues la verdad era que sí se sentía un poco como el hermano mayor de Victoria.

—Entonces... ¿No hay nadie? —insistió.

Ella se mordió el labio inferior y dudó. Aquella fue la primera vez que Esteban vio a Victoria en una situación donde no tenía el control completo de la situación.

—Es que no lo sé, Esteban —susurró ella y lo miró con duda—. Quiero decir que sí hay alguien, pero la verdad no sé qué siento todavía —confesó—. Quiero decir, lo conozco de hace tiempo y nunca antes me había interesado en él de otra forma que no fuera de amigos, pero desde hace muy poco... Creo que me gusta —confesó y se sonrojó—. Y lo peor, es que no sé si es recíproco o si solo me ve como una amiga.

Esteban sonrió con comprensión.

—¿Y por qué no se lo preguntas directamente?

Ella negó con la cabeza.

—¿Para qué? —espetó—. Si resultara que solo es cosa mía, entonces perdería su amistad y no quiero —aseguró y suspiró—. Mejor entremos ¿sí? —sonrió—. Tengo muchas ganas de conocer a Estrella.

Esteban entrecerró los ojos al intuir de quién se podría tratar aquel hombre del que Victoria había hablado, pero prefirió no decir nada.

—Vamos —acordó él y entraron a la mansión.

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María se quedó a solas en el departamento y para tratar de que el tiempo pasara rápido, se dispuso a realizar unos cuantos ejercicios musculares de rutina. Estaba en ello cuando el timbre de la puerta sonó y ella se quedó estática.

—Soy Arturo —sonó una voz al otro lado de la puerta.

María respiró con alivio y fue a abrir la puerta. Un sonriente Arturo miró a María.

—Hola, María.

—Hola, Arturo —le sonrió—. Pasa.

Él ingresó al departamento y comenzó a mirar alrededor como si estuviese buscando algo... o a alguien.

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