Capítulo 2: Olvidar.

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Aquella mujer no era más que una desconocida. Una ladrona que había llegado para cambiar irremediablemente la vida de todos.

-Este no es tu lugar... -susurró Carmela mientras no dejaba de mirar aquel retrato que yacía colgado sobre la chimenea.

-¿Qué haces Carmela? -inquirió Alba con curiosidad mientras ingresaba al salón.

Su hermana soltó un suspiro melancólico.

-Recordando -respondió sin dejar de mirar el cuadro de Monserrat-. Este es un día para recordar... y mucho. ¿No crees?

-Por supuesto que no -respondió Alba con fastidio-. Este debería de ser un día común y corriente, pero tú y Esteban se empeñan en dedicárselo a una asesina que murió hace años -escupió con desprecio.

Carmela se giró para mirar a su hermana.

-¿Nunca te has preguntado si de verdad era inocente?

Alba esbozó una sardónica sonrisa.

-Por supuesto que no lo era -respondió segura de sí misma-. Tú y yo sabemos perfectamente que nunca pudieron probar su Inocencia -hizo una pausa-. Si iba a salir en libertad no fue más que gracias a Esteban que estaba encaprichado con esa mujer... -apretó la mandíbula con fuerza-. Esteban estaba embrujado y fue capaz de sobornar a las autoridades para tenerla de vuelta.

Carmela frunció el ceño con incredulidad.

-Ay Albita ¿Cómo dices esas cosas?

-¡Porque es la verdad! -respondió-. ¡Y no vuelvas a llamarme así! Sabes de sobra que odio los diminutivos...

Su hermana se mordió los labios con nerviosismo.

-Discúlpame Alba.

Alba rodeo a su hermana y se situó frente al retrato de aquella desconocida que ella misma había mandado a colocar hacía tres años.

-Esa mujer no trajo más que desgracias a esta familia, Carmela...

-¿Y no te has puesto a pensar en que nosotras fuimos las culpables de aquella tragedia?

Alba se giró con rapidez y fulminó a su hermana con la mirada.

-Nosotras no tuvimos la culpa de nada ¡De nada! -vociferó-. ¿O es que acaso nosotros pusimos esa arma en las manos de... de esa? -inquirió rehusándose siquiera a mencionar el nombre de la mujer que más había odiado en la vida.

Carmela negó con la cabeza.

-No, no lo hicimos -concedió-. Pero nosotras nos encargamos de convencerla de ir a ese viaje ¿Recuerdas? -arqueó la ceja-. María no quería ir, prefería quedarse con sus hijitos e incluso Esteban ya había decidido que lo mejor sería quedarse en casa... Pero tú y yo tuvimos que entrometernos...

*-*-*-*-*

-Ándale Mary... -insistió Carmela- ¿A poco no te gustaría pasar unos días relajándote en la playa?

María seguía sin verse muy segura del todo.

-Sí, pero no si eso significa alejarme de mis hijos -replicó-. ¿Por qué no puedo llevarlos conmigo?

-Porque los niños no van con los adultos -replico Alba con una falsa sonrisa-. Además, piensa que este viaje puede ser como una segunda luna de miel con mi sobrino.

María la miró con desconfianza ante tanta amabilidad y se mordió la lengua para no decirle que una luna de miel solamente era entre dos personas y no entre todo un grupo de más de diez personas.

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